jueves 28 marzo 2024

Bioarte: todo cuanto vive y se mueve sobre la tierra

por Iván de la Torre

El artista brasileño Eduardo Kac aprendió el impulso que los medios pueden darle a sus creaciones el 11 de noviembre de 1997, cuando mostró por televisión cómo le insertaban en la pierna un microchip usado normalmente para identificar animales. La obra, llamada “Time Cápsula”, fue premiada en la Feria Internacional de Arte Contemporáneo de Madrid (Arco).

“No es la estética lo que me interesa, sino crear experiencias”, explicó Kac, antes de lanzar su ensayomanifiesto sobre el arte transgénico (o bioarte) “basado en el uso de las técnicas de ingeniería genética [que] permite al artista construir el genoma de la planta y del animal para crear nuevas formas de vida”, permitiendo que el público se lleve las obras transgénicas a su casa “para cultivarlas en el jardín o criarlas como animales domésticos”.

Kac describía la posibilidad de crear toda “una generación de preciosas quimeras y fantásticos y nuevos sistemas vivientes, tales como plantimales (plantas con material genético de animales o animales con material genético de plantas) y animanos (animales con material genético humano o humanos con material genético de animales)” y anticipaba que su nueva obra usaría una proteína verde fluorescente (GFP) en un perro que brillaría al ser expuesto a rayos ultravioletas o luz azul. Kac terminó usando una coneja llamada Alba al que tres biólogos moleculares del Instituto de Investigación Agronómica de Francia le inyectaron el gen fluorescente; la obra, bautizada “GFP Bunny”, fue presentada en la exhibición de arte digital de Avignon. “¿Tiene el arte derecho de hacer esto?”, se preguntó Luigi Capucci, docente e investigador italiano.

“Es fácil temer lo que no conocemos y decir que lo transgénico es monstruoso -contesto Kac-. Pero cuando ‘lo transgénico’ se sienta sobre tu regazo y te mira a los ojos, su significado cambia”.

La disputa, sin embargo, era más compleja porque Kac se había apropiado del resultado final de un proceso del cual apenas había participado; cuando el director del instituto donde trabajaban los científicos exigió -y consiguió- que le devolvieran el conejo comenzó la leyenda del “animal fluorescente” en los medios, con denuncias y entrevistas en The Boston Globe, The Washington Post y la cadena ABC.

Como buen gurú mediático, Kac ya tenía una respuesta preparada: presentándose como “lo contrario a un nerd que pasa toda su vida frente al televisor”, explicó que los artistas siempre se apropian del trabajo de otros, citando el urinario de porcelana que Marcel Duchamp envío a la exposición de Nueva York en 1917 con el nombre de “Fuente”; el urinario, explicó pacientemente, tenía un rol simbólico dado por Duchamp que los científicos, obsesionados con el valor utilitario de las cosas, no podían ver: para ellos era solo un artefacto al que le habían puesto un cartel encima.

Kac aclaraba: “mi trabajo no es sobre apropiación, es sobre creación”, distinguiendo entre el lenguaje de la ciencia y el lenguaje del arte. (Posteriormente, otro bioartista, Ballengée, lo simplificaría diciendo que “científicos y artistas se hacen las mismas preguntas. La única diferencia está en que unos muestran sus resultados en un laboratorio y los otros, en una galería de arte”.)

Desde entonces, Kac sostuvo una prolongada disputa mediática con el laboratorio por la posesión de la coneja, llamándola “víctima política”. La declaración más famosa del instituto (“Alba no existe. Es el número 5.256”) ayudó a Kac a recuperarla, pero cuando una revista le preguntó si había una conexión entre el chip que se había insertado en la pierna (que podía verse como una representación de los tatuajes de Auschwitz) y la conejita como prisionero político, Kac pidió “no psicoanalizar su trabajo”: estaba enfrentando demasiados enemigos para sumar otro: ya lo llamaban el “doctor Frankestein” y lo acusaban de actuar como Mengele, al intentar mejorar la raza humana.

Kac se defendió repitiendo palabra por palabra su manifiesto: llevó 50 mil años crear el perro doméstico y hasta ahora nadie se había quejado de esa manipulación, ¿entonces por qué lo atacaban a él? En cierto sentido, el perro era un organismo artificial.

Para “Génesis”, su siguiente obra, tradujo una frase de la Biblia al código Morse que mostraba abiertamente sus intenciones (“dominad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre todo cuanto vive y se mueve sobre la tierra”) y se la envió a un laboratorio que le devolvió un gen sintético. Kac lo incorporó a una colonia de bacteria que se reproducen y mutan al recibir luz ultravioletas y armó una instalación conectada a Internet donde los cibernautas pueden intervenir prendiendo o apagando la luz (www.ekac.org o www.genomicart.org).

“[En] una época […] en el que los grupos ecologistas demonizan las biotecnologías desde el miedo y la paranoia -escribió un crítico entusiasta-, un colectivo de artistas se atrevió a subirse a la revolución y a hacerla propia, retornando el arte a su rol oracular: el de anticipar los sacudones perceptivos futuros golpeando a la percepción aquí y ahora”.

El escándalo mediático creado por Kac ayudó a difundir el trabajo de otros bioartistas como Adam Zaretsky, que sometió un plato de bacteria a una exposición prolongada de música para ver si las vibraciones y el sonido influían en su crecimiento; Marta de Menezes que crea mariposas adultas con patrones modificados; Stelarc que se auto implantó una oreja del tipo orgánico en un brazo; Iñigo Manglano-Ovalle que centrifugó muestras de espermatozoides en una clínica de fertilidad para determinar cuáles serían varones y cuáles mujeres y luego los colocó en dos tanques y Steve Miller, quien, con la ayuda de un genetista, tomó una muestra de glóbulos blancos de la sangre de una mujer, le sacó el ADN, lo hizo crecer por dos semanas y luego lo fotografió con un microscopio, colocando el resultado en cuatro vistas con imágenes de los cromosomas llamado “Retrato de Isabel Goldsmith”.

Sin embargo, el único que logró opacar momentáneamente al mediático Kac fue Steven Kurtz cuando la policía encontró a su esposa muerta en medio de cultivos bacterianos y libros sobre ántrax y lo encarceló bajo la sospecha de terrorismo; finalmente se comprobó que la mujer había muerto por una falla cardiaca y los cultivos eran parte del arte de Kurtz.

Kan parece haberse resignado a los malentendidos de la prensa y las consecuencias secundarias de su prédica, especialmente las preguntas sobre nuevas empresas que publicitan obras personalizadas basadas en el código genético y las huellas dactilares del cliente (www.dna11.co.uk) o comercializan peces decorativos con nuevos colores y diseños creados con la misma proteína que él uso con Alba.

“Es inevitable que la publicidad, el mercado, los medios asimilen con rapidez el discurso del arte de vanguardia -dice Kac-. Los primeros dibujos animados parodiaban la estética del cubismo, y el ‘pop art’ fue convertido muy pronto en camisetas y merchandising. Pero todo esto no altera el propósito de mi trabajo. Lo gracioso es que yo bromeaba desde hace más de un año con la posibilidad de los gatos para alérgicos, pero nunca se me hubiera ocurrido que alguien lo fuera a intentar en la realidad. En cualquier caso yo no podría haberlo hecho, porque mis proyectos no pretenden ser útiles; son intervenciones simbólicas”.

Consecuente con su labor mediática y empujado por la necesidad de mantener la polémica abierta, Kac desarrolló una gran actividad pública que empezó con el lanzamiento de su libro Signs of Life: Bio Art and Beyond (Signos de vida: Bio Arte y más allá, 2007 la reedición de Media Poetry: an International Anthology (publicado originalmente en el 96) y la creación de una serie de pinturas llamadas “biotopes” formadas por organismos vivos que cambian durante la exhibición respondiendo a condiciones del medio ambiente como temperatura, humedad, corriente de aire y luz.

Bautizada como “Specimen of Secrecy about Marvelous Discoveries”, los “biotopes” fueron presentados en la Bienal de Singapur y expuestos posteriormente en la galería Fringe de Los Ángeles del 8 de septiembre al 6 de octubre. Paralelamente, el Instituto Valenciano de Arte Moderno acaba de dedicarle, -del 27 de septiembre al 11 de noviembre-, una exposición individual.

Esta gran recepción pública y crítica (confirmada por la reciente aparición de “Eduardo Kac: El creador de seres imposibles”), seguramente no sorprenderá a un publicista tan hábil como Kac, experto en el arte de pasearse por los medios y causar escándalo: en una entrevista para el diario Clarín, cuando el periodista le preguntó si al crear plantas y manipular células se creía dios, simplemente contestó: “tengo demasiado puntaje para serlo”.

Con declaraciones como esas, el bioarte y su creador tienen asegurada una larga vida en los medios.

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