jueves 28 marzo 2024

Aristegui y Bozzo: Desgracias en el espejo

por Emiliano López Rascón

Dos tormentas coinciden. México se anega otra vez con aguas furiosas y revueltas. Los cauces desbordados como las pasiones y los intereses. Mientras las calles del centro se han vuelto intransitables por marchas y plantones, su réplica costeña es la manifestación contundente de la naturaleza que no había firmado ninguna concesión. Se ve, se siente y se hace presente. Denuncia con estruendo la licencia chueca y no instala ninguna mesa, simplemente toma posesión de sus lechos subyacentes que habían usurpado los intrusos del suelo. Lodo en todas partes, que se avienta y exhibe. Lodo oculto por fachadas y plafones. Mierda que se había secado en lo oscurito, que una vez remojada, esparció el ventilador, y por partida doble.

En rio revuelto siempre hay quien encuentra un cauce para su causa. El que acusa a las niñas con sonrisa indestructible que presentan el clímax en Milenio. Y es que, efectivamente, con esas manos de odalisca y movimientos de pasarela sobre la imagen satelital el que llueva o salga el sol pasa literalmente a segundo plano. Al mapa con nubes y solecitos se le sobreponen una pantomima a la que poco le falta para evocar un tubo y una festiva voz que nos deja con una sonrisa congelada y olvidando que lo sustancial era saber si al día siguiente había que ponerse impermeable, shorts o manga larga.

Responsabilizar a las secciones televisivas del clima por el desastre que conspiró contra la gran movilización en defensa del petróleo y su tercera candidatura presidencial es otra intuición poética de López Obrador, a quien podemos gozar más si aprendemos a no tomarlo tan en serio cómo lo hacen sus epígonos, adversarios y sobre todo él mismo. Casi puedo verlo en su war room, rodeado de amigos imaginarios, observando con ceño fruncido cómo, en su habitual danza meteorológica, la entallada conductora anunciaba con su característica enjundia que una tormenta tropical, bautizada también Manuel (seguro con mala leche), amenazaba al territorio nacional. Una calamidad natural homónima que usurpaba su lugar, otro peligro se cernía sobre México. Fuerte tentación para declararse ahora huracán legítimo.

Los elementos de la nueva conjura: A) Los danzantes de la lluvia trabajando fuera de temporada sobornados por las fuerzas del mal B) Los alegres escotes cuya sola existencia minimiza todo riesgo (con razón los acaban de prohibir) y C) Los pómulos del Canelo tundidos por un aguacero de puños que, por si no tuviéramos ya bastantes cábalas, tiene a bien llamarse ¡Floyd May-Weather!

Así, Andrés Manuel defiende la patria, pero Manuel la cubre de lluvias torrenciales; lo que nos agarró embobados por el baile exótico de Angie, a lo que no prestamos tampoco mucha atención consternados por atestiguar como Mayweather cubría de moretones la faz del Canelo. Los estragos fueron cubiertos por la feroz competencia de protagonismos solidarios: marcas, empresas, bancos, fundaciones, políticos y medios disputando la atención pública, tan preocupados por documentar los hechos como su presencia. El Óscar se lo llevó Laura Bozzo cubierta con uniforme rojo de rescatista quien, más llena de gracia que de alimentos, ropa y medicinas, descendió sobre los desamparados a cubrirlos con su presencia mirando, eso sí de reojo a la cámara con gesto del Tepeyac mientras un jingle súper teletónico fondeaba rostros mugrosos cubiertos por lágrimas de gratitud. Ayudar era importante, sí, pero ante todo redimir el prestigio estructuralmente dañado de la ayudadora. Rescatista de su imagen. Si la naturaleza ya había preparado el escenario idóneo ahora solo faltaba la heroína para convertirlo en espectáculo. Drama convertido en farsa. Toma dos… que vuelvan a chocar las masas de aire por favor, prevenidos, luces, cámara… Son los homenajes ignorantes y no talentosos que los medios le siguen tributando a Orson Welles a 75 años exactos de su inmortal radiotrama.

En ese show andaba Laura cuando La Periodista que siempre habla de sí en tercera persona (suponemos que para no hacerle sombra a su ego) amplificó en su programa radiofónico la versión de que el helicóptero del Estado de México usado por Bozzo despegó de Coyuca con el mismo peso que llegó. De nuevo se cubría con la gloria que señala enfática la mascarada, máxime si Televisa le había dado oootra vez la entrada para figurar triunfante en la cima de los escombros, en el paroxismo de la controversia, sosteniendo en el puño los jirones rojos de la impostora. Al pie de las ruinas un ejército de tuiteros con yelmos y lanzas lograron expulsar a Bozzo de la red social y casi del país. El cielo se abría sobre la escena como extraída de Game Of Thrones donde testigos confidenciales afirman haber visto tres dragones volando en círculos en celoso resguardo de La Periodista-Khalessi.

Por creatividad no paramos, pero en medio del delirio debemos atender la frecuente dislocación periodística en la que el conductor no conduce a la información misma sino al acto, al show, a la actuación del informador que suplanta noticia. El medio que se vuelve fin. La cobertura de la cobertura. La metapantalla. Este síndrome La Rosa Púrpura del Cairo al revés, esa compulsión incontrolable por meterse dentro de la película, es común, al menos, a las tres.

Algo anda mal cuando la periodista toma el lugar de la noticia, cuando el acontecer se vuelve escenografía de su protagonismo, cuando una y otra vez se envuelve en una capa de escándalo que la entroniza en el epicentro de la polémica, cuando la voz cantante se mantiene en la altisonancia expropiando el pensamiento personal, acorralando la palabra que no comulga, entrevistándose a sí misma, oyéndose hablar. Sorda a otra respuesta que no sea su eco.

En un análisis estrictamente radiofónico de su conducción encontramos que nunca le alcanza el tiempo porque utiliza unas cinco veces más palabras de las necesarias para decir cualquier cosa. La fobia al espacio y a la pausa, al reposo que le permitiría articular mejor a ella y pensar al escucha, el horror vacuo que tiene que ser ansiosamente cubierto por su voz aunque sea la muletilla constante del ehh …. ehh… repetir el mismo dato, nombre o referencia intentando aclararse mientras parasita y aturde al escucha. Lo importante es que ella lo diga.

Como las tormentas, las dos figuras mediáticas se dieron su encontronazo en una muy femenina lucha de lodo. Las primeras damnificadas son ellas mismas porque, a pesar de las grandes diferencias, pusieron en evidencia lo que tienen en común. Aunque Laura tiene la cualidad de convertir la pena ajena en propia solo de ver su show, el bajísimo perfil moral de su público no está tan distante de las legiones de radicales chic que idolatran a Carmen. Audiencia promedio cuya formación política empezó y acabó con Gimme The Power de Olallo Rubio y la lírica de Molotov; que se mantiene retuiteando a coro en las mañanas del 102.5 y se profundiza cada lunes viendo la portada del semanario Proceso. Anarquistas que confunden tuíter con Angry Birds. Basta revisar cómo la xenofobia, el racismo y la intolerancia, por no decir el analfabetismo, se exhiben burdos en cada embestida. Una cosa es manifestar y otra nefastear.

Cada una con sus fuerzas vivas, tienen quizá más en común de lo que ellas y sus hordas quisieran: ambas representan tribunales de justicia popular. En su espacio flamígero, vengador de los oprimidos pasan golpeadores y gobernadores, infieles y corruptos, suripantas y funcionarios, mamarrachos y senadores, machos y diputadas. Desgraciados y desgraciadas pasan al banquillo mediático en donde serán expuestos. La gran abogada-conductora es mi apoderada, y actúa la venganza imaginaria, a mi nombre y representación. Hace justicia y le dice sus verdades a los desgraciados porque yo no podría. Ambas instaladas en el énfasis y la garra han logrado, sin embargo, crear una identidad y presencia ineludible. Sectores marginales y sin voz han encontrado espacio de expresión y amplificación. El seguimiento a casos y temas, incluso necio y poco documentado en ocasiones, ha sido determinante para el curso de los acontecimientos y no solo nacionales (como el del padre Maciel). La creación de agenda pública, la ventana abierta al arte y la cultura, así como el esfuerzo por atender públicos como los niños que van a la escuela es virtud que está muy lejos de compartir Laura Bozzo. Una se oye buena onda y la otra se ve bien gacha, pero una en TV y la otra en la radio juegan el mismo papel de expiación pública.

Para que haya odio o amor pienso que deben coexistir, fuertes afinidades y grandes diferencias y por eso es posible pasar con alguien de una a otra emoción tan radicalmente. Así que ándenles… ya… ahí muere… dense un abracito. Capaz que sin micrófonos, pantallas y huestes de por medio se caen de pelos. En lo personal, de las dos prefiero la danza tórrida de Angie. Si no la veo en temporada de huracanes es inofensiva. Además: ¿Quién le cree al pronóstico del tiempo?

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