sábado 20 abril 2024

Amy: a losing game

por América Pacheco

Para Carlos Velázquez, mi cómplice favorito

 

Murió demasiado joven en opinión de quienes exigen que el legado de una de las voces más importantes del jazz se distinga por vasto, prolífero y sirva para nutrir memorabilia o engrosar el catálogo de cualquier lista de iTunes respetable. Existen puñados de versiones en torno a su triste infancia, todas ellas escandalosas, salpicadas de verdad. Fue perseguida sin pausa por Harry J. Anslinger -de la Oficina Federal de Narcóticos- quién deseaba verla tras las rejas por posesión de drogas (y aunque pudo lograr mantenerla ocho meses en cautiverio, resultaron lo suficientemente efectivos como para arruinar su carrera). Consumió todas las drogas duras a su alcance, pero la autopsia demostró que la verdadera causa de su muerte era atribuible al excesivo consumo de alcohol. La mariguana marcó la génesis de su historial de consumo cuando tenía 12 años, no obstante se rindió con genuina devoción a la heroína hasta el final.

 

La relación con su madre fue el mayor de sus antagonismos, pero la ausencia de su padre se convirtió en el epicentro de un dolor que jamás la abandonaría. Rehuyó de todas y cada una de las relaciones cuya naturaleza pudieran haberle otorgado atención, afecto y cuidado, para abrazar con fuerza las destructivas. No existen demasiados organismos cuyos hígado y corazón resistan un loop tóxico de estas credenciales.

 

Murió el 17 de julio con 0.70 dólares en el banco y una brillantísima carrera arruinada por nadie más que la cantante de jazz más brillante de su generación. En su acta de defunción aparece el nombre de Eleanora Fagan Gough y el mundo la recordará siempre como Billy Holiday.

 

Amy Jade Winehouse nació el 14 de septiembre de 1983 en el seno de una familia judía de clase media. No se sentía segura de escribir canciones. Pensaba que jamás conseguiría contar correctamente una historia a menos que fuera personal porque entonces no sería su historia. Confeccionar a mano sus propias canciones se convirtió en el principal reto como compositora. Nada mal para una chica de tan sólo 18 años sin hambre de fama. Lo dijo sin artificios, jamás creyó que la música que reflejaba a una chica irrelevante tuviera los méritos de escalar hasta el Olimpo: “Creo que no podría soportarlo. Seguramente me volvería loca”, declaró con tintes proféticos a Garry Mulholland, reportero del The Observer. Guy Moot (Presidente de Sony /ATV) relata:

 

“Cuando escuché a Amy por primera vez descubrí que aunque sus canciones no eran espectacularmente logradas, se encontraban colmadas de emociones únicas tan únicas y personales. Lograron tocarme a profundidad”.

 

Amy tenía 19 años cuando una casa productora apostó al vacío en ella, con la salvedad de negarle compañía al final del abismo.

 

Se le diagnosticó conducta depresiva y se le prescribieron ansiolíticos desde los 13 años y bulimia desde los 14. Uno de los efectos secundarios del medicamento suministrado a Amy en aquella época aumenta el número de comportamientos suicidas entre jóvenes de 13 a 18 años de edad, mientras que los efectos de la bulimia deterioran tanto la salud física como mental, lo que podría explicar el bizarro decantamiento por la muerte. Su enganchamiento con el agente destructivo llamado Blake Fielder encajó perfecto en el perfil autodestructivo que la definió.

 

Blake constituyó su gloria y decadencia. El abandono sufrido por la partida del anodino Blake convulsionó su potencial creativo así como despejó la única posibilidad real de supervivencia. Su mejor amigo Nick Shymansky intentó escaparse con ella para conseguirle rehabilitación. Nick lamenta que se perdiera una oportunidad de oro para obtener ayuda, misma que pudo funcionar o no, admite, sin embargo se pudo haber intentado una y otra vez antes de la esquizofrénica fama la mordiera. Antes de que el mundo quisiera una parte de ella. Mirarla sangrar en prime time. Pero Amy decidió rehabilitarse por conducto del tratado sobre el desamparo al que todos conocen como Back to black. Nadie la dejó en paz a partir del ingreso de este segundo disco al top-10 de los álbumes más vendidos del siglo XXI.

 

“Nadie en la industria puede prepararte para este nivel de éxito. No hay manual de instrucciones”, reconoce Monte Lipman de Republic Records. La estructura emocional de Amy no estaba preparada para la voracidad del escándalo, ni para que los ojos del mundo siguieran con eficaz minuciosidad cada paso y tropiezo en su vida para convertirlo en chiste. Exhibieron su desmoronamiento hasta el hartazgo, no hubo lugar a dónde escapar. Existe una instantánea o video que documentó con zafiedad la precariedad con la que se condujo al precipicio. El mundo la recordará por aquellas horrendas fotos donde lucía desdentada y moribunda allende de aquellas en las que lució esplendorosa belleza. Intervinieron las líneas telefónicas de toda la familia para difundir las conversaciones íntimas, cada pleito marital con Blake y con ello, reventar la venta de tabloides impresentables en todo el orbe. Mitchelle Winehouse se encargó de no cancelar ninguna gira, de no permitir rehabilitación, de incluso, vender un reallity donde reseñó con vulgaridad el retiro obligado al que Amy corrió necesitada de privacidad. Toda una apología a la paternidad responsable.

 

Al igual que Billy, no podemos acusar a la heroína como la responsable de su desenlace. El alcohol detuvo su corazón para siempre también en julio, como Holiday. La alcanzó 52 años después.

 

Después del estreno de su documental he escuchado en silencio a algunas personas quienes no se han sentido movidas por su tragedia. Porque no encuentran heroísmo alguno en dejarte arrastrar por la debilidad, toda vez que el verdadero heroísmo estriba en sobrevivir. Y les asiste la razón.

 

Tú le llamas documental, mientras que yo le llamo un ejercicio necesario de empatía.

 

Mi parte favorita de la 88ª emisión de los premios Oscar Academy Awards, ocurrió cuando Asif Kapadia y James GayRees aceptaron el galardón a Mejor documental por el extraordinario tributo a la inigualable cantante Amy Winehouse. Al recibir la estatuilla Asif Kapadia la llamó: “divertida inteligente, ingeniosa, alguien especial y que necesitaba cuidados especiales. Nosotros solo quisimos hacer un film que mostrara al mundo quién era ella realmente”. James despidió a los televidentes de este reconocimiento de la siguiente manera: “Esto es para los fanáticos de Amy, que la querían a viento y marea”. Y aquí es donde endoso la parte que me corresponde porque la he amado sin tregua desde aquel verano donde Stronger than me hizo girar la cabeza y preguntar a Gabriela quién carajos cantaba esa genialidad.

 

Los veinte años que el oficial Harry J. Anslinger persiguió a Holiday, bien podrían traducirse en los cuatro años que los medios del mundo entero persiguieron a Winhouse hasta destruirla. Billie y Amy eran vulnerables, sí, pero no víctimas. Ambas se distinguieron por negligentes, codependientes y amantes confesas por las sustancias. Hubo quienes les ofertaron su ayuda para acelerar la caída, es cierto, pero tuvieron conciencia absoluta al momento de entregar en bandeja plateada su cristalino talento para que la puta vorágine lo convirtiera en cien millones de diminutos fragmentos. Y sí, ambas murieron tan jóvenes. La ventaja estriba en que ahora miran al mundo desde la intocable inmortalidad. Dónde al fin están seguras.

 

They weren´t stronger like us, right? Well, they only said good

 

bye with words to live million times on the world´s heart.

 

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