viernes 29 marzo 2024

Alejandro Piscitelli: “Que vengan los nativos digitales”

por Israel Piña Camacho

¿Cómo podemos definir a un nativo digital?

La primera vez que alguien usó el concepto fue Marc Prensky en 2001 y a nadie le llamó la atención. Es uno de esos conceptos que quedan como en estado latente y fue retomado hasta hace muy poco. Paradójicamente, ahora que la palabra aparece todos los días, el mismo Prensky dice “yo no he hablado más de nativos digitales sino que hablo ahora de sabiduría digital”. Él mismo abjuraría de ese concepto que acuñó.

Pero la idea de nativo digital me parece todavía muy rica. Al mismo tiempo aparece en un registro dualista. Si hay nativos digitales, ¿qué hay del otro lado? ¿A qué se oponen los nativos digitales? A los inmigrantes digitales. En ese sentido a mucha gente le cuesta aceptarla porque si en realidad lo único que hay son nativos y del otro lado inmigrantes, parecería que es un concepto que te fuerza a ponerte en una de las opciones. ¿Pero quién es un nativo digital? En principio, alguien que nació después de 1980, de 1990, en la era de las computadoras personales, pero más todavía en la era de las redes, con lo cual esto le da un sesgo generacional porque hay muchísima gente que nació después de 1990 y son excluidos digitales, por ejemplo. ¿Quiénes son éstos? Los jóvenes que no tienen acceso a la tecnología por muchos motivos, fundamentalmente el socioeconómico, pero también pueden ser motivos culturales o vocacionales; hay gente que sigue muy pegada al mundo analógico, ellos se autoexcluyen. ¿Y quiénes sí son nativos digitales en esta especie de tabla de doble entrada donde hay cuatro o cinco categorizaciones? Son no solamente quienes nacieron hace 20 ó 15 años, sino los que se apropiaron de la tecnología, pero no en el sentido espontáneo, sino aquellos que realmente le sacan jugo y la usan en una forma mucho más creativa y emergen nuevas posibilidades de pensamiento, de acción y de involucramiento. Y aún así nos quedan otras categorías; por ejemplo los inmigrantes digitales, quienes nacimos mucho antes de los 80, pero que no tenemos ni acceso ni facilidad ni interés ni capacidad de usar las tecnologías. Y otra categoría somos los que nacimos antes de los 80, pero que sí podemos usar las tecnologías; le podemos llamar colonos digitales a esos. Entonces ya tenemos cuatro categorías y esto sólo contemplaría a la mitad de la población mundial. Hay otra mitad que no tiene acceso a Internet, son los pobres del mundo. Si lo ves en esta ecología de categorías a mí me parece más interesante.

¿Cómo se relaciona un nativo digital?

Un verdadero nativo digital no se limita a manejar herramientas o mandar mensajes o a navegar sin ton ni son. Es una persona que tiene criterio, que filtra, que produce y coproduce. Un nativo digital auténtico aprovecha esas herramientas para pasar a un estadio diferente del que teníamos nosotros. Es una persona que básicamente tiene conocimiento en medios (expresión mediática) y que puede producir. Se autodenomina “prosumidor” (productor-consumidor de información). Tenemos que trazar ahora los perfiles de los prosumidores porque son las personas que tienen esas competencias.

Producen en red, a diferencia de los analógicos.

Viven en red, son en red. Para ellos no hay ninguna diferencia entre el mundo real y el virtual, cosa que es obvia porque tampoco la hay para nosotros. Este intento de separar lo real de lo virtual es una tontería enorme porque cuando uno lee un libro está en el mundo virtual, cuando uno habla por teléfono está en el ciberespacio; cuando uno desata la imaginación está en el ciberespacio; cuando uno ve una película y suspende la incredulidad está en el ciberespacio. Entonces los nativos digitales te dicen que no usan la red: ellos son la red, viven la red; se conectan. Pensar es estar en red, producir colaborativamente. No es que eso no se pudiera hacer antes; antes se podían hacer la mayoría de las cosas que se hacen ahora pero en otra escala, en otra dimensión con un discriminante socioeconómico mucho más grande. Hora vemos la socialización de los medios de producción y la baja del costo de todo; si antes una película en América Latina costaba 3, 5, 10 millones de dólares, ahora se puede hacer con 100 veces menos. Hay una multiplicación de creadores. Somos pocos Picasso, Leonardo Da Vinci, pero entre éstos y los contempladores, que antes eran casi toda la población, ahora aparecen nuevas categorías. Quienes están ocupando esos nuevos nichos son los nativos digitales.

¿Los nativos digitales no enfrentan contradicciones o decepciones cuando salen a la calle?

Nos decepcionamos todos: inmigrantes, colonos, nativos y excluidos. La red no es un nirvana. Es un entramado de voluntades, un espejo deformado y amplificado del mundo real, es el mundo real. Hay esta idea de que los nativos digitales son autistas. Han salido libros a raudales en los últimos dos años (con esta idea por ejemplo, uno de Mark Bauerlein (The Dumbest Generation) que califica a los nativos digitales como la generación más estúpida de la historia. El año pasado, Nicholas Carr, un economista muy importante, para provocar sacó una nota que tuvo una enorme repercusión en la revista The Atlantic que decía “¿Google nos está estupidizando?”. También salió un libro de un par de autoras que trabajan más el tema de alfabetización tradicional-analógica; dice que como estamos perdiendo los hábitos lectores nos estamos volviendo tontos, y que esta generación de los nativos digitales era la generación de los distraídos, incapaces de concentrarse, comprender, argumentar y, en consecuencia, de ser ciudadanos políticos. Son tesis que están documentadas con investigaciones, con análisis; reportes que, en definitiva, ya decían en los años 90 Karl Popper y, especialmente, Giovanni Sartori en Homo Videns: que la pérdida del homo legens, del lector, estaría estupudizándonos en términos históricos. También a finales de los 90, un lingüista italiano que se llama Raffaele Simone, en su obra La tercera fase, rebatía todas estas cosas diciendo que la mejor forma de pensar y de aprovechar todo esto no es en términos dicotómicos, sino al revés: en términos de síntesis.

Esto no es un conflicto entre pantalla y libro, entre nativos e inmigrantes o colonos. Es un conflicto cultural más de fondo que tiene que ver con cierta analogía gramática: con lo que fue la muerte de los tipógrafos o la de los copistas medievales al aparecer la imprenta. En esa época desaparece una corporación; ahora es mucho más complejo, lo que está desapareciendo es un monopolio del saber, de la palabra escrita y del experto. Un monopolio que se está erosionado no por Internet o por la tecnología, sino por su propia incapacidad de cumplir con lo que prometía, porque a Auschwitz no lo inventó Internet, ni a las dictaduras latinoamericanas, ni a las crisis financieras. Nunca se supo tanto como hoy y, sin embargo, nunca el mundo fue más inseguro, más inestable. No se puede ver esta dialéctica pantalla-papel sólo en términos tecnológicos, hay que verlo en términos de un cambio epocal: están terminando 500 años de hegemonía de la imprenta; están terminando 500 años de economía controlada o de estados nacionales. Todo se erosiona al mismo tiempo, nunca había pasado una cosa así.

En el fondo se trata de una lucha ontológica y epistemológica que genera desajustes en las instituciones sociales y políticas.

Es una combinación de todo, por eso tienen razón Bauman, Lipovetsky o Baudrillard, pero cada uno de ellos ve nada más una parte del tema. Tal vez Castells, cuando empezó su trilogía, llegó un poco más lejos al ver la indivisibilidad de las facetas. Éstas son como las placas tectónicas: se mueve una y se mueven todas las otras. Entonces no es una crisis económica, política, ni estética, psicológica o sociológica. Son todas juntas. Aunque tiene qué ver más con eso que comentas vos; por algo habla Bauman de estas ontologías líquidas, aunque eso ya lo decía Marshall Berman hace casi 30 años en Todo lo sólido se desvanece en el aire. Ahora hay ingredientes nuevos y, en ese sentido, la figura de Shumpeter es útil para pensar esto: él hablaba de la destrucción creativa del capitalismo. Hoy hay una destrucción creativa, pero ya ni siquiera del capitalismo, sino de instituciones, de prácticas, de formatos que son de alguna manera catalizados y acelerados, probablemente, por la tecnología. ¿Cuál es la noticia de hoy? Que (la destrucción) es ontológica por más que tenga que ver con una cuestión aparentemente técnica.

¿Cómo construye el conocimiento un nativo digital?

Ahí se mezclan de vuelta otros planos. Primero que nada, no hay nada nuevo bajo el sol. Entonces la pregunta es: ¿tienen un sistema nervioso distinto? Hay gente que dice que sí y hay experimentos e investigaciones que avalan, pero como siempre la biblioteca está dividida 50%. El neurocientífico Gary Small dice que el cerebro de los nativos digitales es diferente, pero sea diferente o no (lo importante) es cómo procesan la información y cómo aprenden. ¿Cómo aprenden? Aprenden entre ellos, en grupo, entre pares, a partir de la experiencia y, básicamente, detestan todo lo que es broadcast, misión, explicación, top-down, y fundamentalmente aprenden a través de las imágenes. Llegan a primer grado, a los 6 años, y ya vieron una cantidad enorme de programas de Discovery Channel y de muchos otros canales de televisión, sin contar Internet o las cosas increíbles de la BBC. Evidentemente sus expectativas e intereses son absolutamente incompatibles con los de la escuela.

Cada que aparece un medio de transporte o de comunicación, se ha modificado la concepción del tiempo y del espacio, ¿cómo percibe un nativo digital estas categorías?

La red es un espacio topológico, no un espacio físico. En la red todo está a un clic de distancia, por lo cual el espacio se ha modificado en forma brutal. Respecto del tiempo no estoy tan seguro; me parece que el tiempo psicológico, evolutivo, psicogenético, el que tiene que ver con el desarrollo personal no cambia demasiado. Hay que tener en cuenta que el nativo digital tiene un cuerpo biológico, anclado en determinado tipo de sociedad, donde sigue habiendo valores y señales contradictorias, no precisamente provenientes del campo adulto o del campo de la política, etcétera, con lo cual yo no me animaría a hacer un pronóstico mecanicista. Y habría que verlo no tanto en abstracto, no decir si ellos tienen una concepción newtoniana o einsteniana o, como decía Bachelard en La filosofía del no: una química no lavoisieriana, una lógica no aristotélica, una física no newtoniana. Me parece que estos son desideratums de epistemólogos que a veces quieren imaginar que es fácil desatarse de muchos siglos de categorías y prejuicios.

Me viene a la mente Edgar Morin. ¿Hay alguna relación entre los postulados del pensamiento complejo y las prácticas del nativo digital?

Morin es un pensador que intuyó mucho estas cosas pero es un filósofo de lo más puro que hay, nunca hizo un diseño experimental ni trabajó con estas tecnologías. Hay gente que dice que Morin forma parte de la segunda camada de pensadores de la complejidad. Morin, como McLuhan, la mayoría de las cosas que dijo las dijo intuitivamente porque vivió antes de Internet. Ahora tenemos una tercera camada que son los diseñadores de la complejidad; hay muchos investigadores del MIT (Instituto Tecnológico de Massachussets) que trabajan la redología, como Barabási, Strogatz, Duncan Watts, Bernardo Huberman. Huberman hace poco hizo un trabajo sobre Twitter y otro sobre Facebook. Entonces estamos de acuerdo en todo lo que dice Morin, pero lo que queremos no sólo es tener una empatía conceptual con él, sino tener diseño de experiencias donde todos sus conceptos se pongan en funcionamiento y a prueba. Es lo que estamos haciendo con el Proyecto Facebook1: la cuestión no es investigar Facebook, la cuestión es ver si lo nativos digitales pueden aprender solos, guiados en una forma bastante laxa y la respuesta es que sí.

 

Esto se vive al interior de las universidades, pero qué es lo que sucede afuera.

Adentro es como afuera y afuera es como adentro. Lo que estamos haciendo no le gustó mucho a la gente de la universidad. En el mundo real están pasando muchas de estas cosas, a veces con un espíritu más lúdico. Estuvo muy de moda en los últimos dos años los FlashMob, que eran espacios de intervención urbana de tipo estético más o menos desorganizada. Llevaban a cabo, por ejemplo, una guerra de almohadas; aparecían un día 500 personas con almohada para jugar (y desaparecían repentinamente). Eso ahora se está convirtiendo en otra cosa. Las agencias de publicidad ya están interviniendo, hubo este año 3 ó 4 cosas maravillosas. Hubo una en Trafalgar Square (Londres, 30 de abril), un karaoke masivo convocado por T-Mobile; fueron 13 mil personas y 2 mil micrófonos. En Holanda está empezando a haber intervenciones urbanas ya preparadas con las cosas mezcladas: lo que antes eran actos de rebeldía, ahora son cooptados por las agencias de publicidad. Estas cosas son muy moleculares, se van viendo aquí y allá; tal vez no tiene todavía una institucionalización. Donde ves todas estas cosas emergiendo es en el tejido social, lo ves en la cantidad de espectáculos, por ejemplo, en la cantidad de publicaciones no solamente analógicas, sino digitales, y lo ves en la cantidad de colectivos y de grupos que se forman en Facebook, que muchas veces son retóricos y muchas veces convocan a gente que aislada no tenía ninguna potencia de transformación y colectivamente sí. Y se ven cosas como los formatos híbridos y de productividad social, que a lo mejor algún día dan lugar a una postpolítica. Pero por ahora el viejo orden es muy fuerte.

¿Se puede esbozar en este momento ese nuevo orden postpolítico?

Hay gente que lo está pensando y que da ejemplos. Uno de los más interesantes es Scott Lash, sobre todo en Crítica de la información (2005). Lash habla mucho de las desorganizaciones. El orden postpolítico funciona en todos lados, funciona para bien, funciona para mal, funciona arriba y abajo. Después de 6 meses del pico de la crisis empiezan a decantar algunas cosas muy curiosas que no son para bien; por ejemplo, los bancos están luchando por la supervivencia, pero dos (el Goldman Sachs y el J.P. Morgan) están más fuertes que nunca y han ganado plata como locos en el último trimestre y uno se pregunta cómo si estaban en la quiebra hace 6 meses.Lo que quiere decir que la crisis no afectó a todo el mundo por igual. Esto es postpolítica, ver un mundo donde Brasil, India y China van tomando cada vez más fuerza y Estados Unidos va perdiendo. También las corporaciones financieras se están rearmando y, por otro lado, estos pequeños ejemplos de cosas aisladas que no vas a encontrar en un solo lugar, sino atomizadas. Y probablemente tampoco las vas a ver en un nivel del Estado, sino que las vas a ver en esas micropolíticas de las que hablaba Foucault. Un ejemplo: hay un escándalo en este momento en Brasil porque llegaron 50 ó 60 contenedores con basura tóxica que fueron enviados de Inglaterra, entonces los van a mandar de vuelta. ¿Y qué hicieron los de Greenpeace? Tiraron un GPS dentro de un contenedor de material de desechos; a los pocos días descubrieron que la basura iba (de vuelta) para Nigeria. Esto no es poca cosa; buscar cada detalle para descubrir, denunciar e intervenir.

¿Cómo han abordado todo esto los medios de comunicación?

Tú sabes muy bien que los medios impresos están en un proceso de retroceso, pierden publicidad y lectores. Entonces no son los más indicados para hacerse cargo de estas cosas. Los medios tradicionales tienen sobre esto una visión muy despectiva y, fundamentalmente, muy apocalíptica. Y como tienen intereses, siguen vendiendo esta idea de que nunca se va a abandonar el papel. Pero el tema no es ese sino qué va a pasar con los periodistas, qué va a pasar con las noticias de interés general, qué va a pasar cuando no haya diarios, que son mediadores del interés general, o cuando la gente sólo lea lo que le interesa. Son preguntas sobre las cuales no se puede vaticinar nada, lo único que está claro es que éste es un momento histórico de transformaciones sin fin, es una época de alternativas maravillosas, de sentir que el mundo está al alcance de las manos, más para los colonos que para los nativos digitales. Es un mundo muy dinámico que no compagina con los tiempos lentos de la reflexión, de ese investigador que pasaba 5 años sentado en una silla, financiado por el Estado o por una fundación para sacar una obra que la leían tres locos y que al tipo le significaba vivir de esto toda su vida. El mundo académico como torre de cristal, eso del pensamiento crítico y de la necesidad de tener intelectuales financiados, -eso pasa mucho en México por el SNI- para tener una visión crítica de la sociedad, simplemente lo que hace es darle una renta extraordinaria a gente que está pensando las mismas cosas 40 ó 50 años después2. Con todo el respeto que debemos tenerle a la historia y a los pergaminos, necesitamos investigadores, actores de 25, 30 años para que ellos mismos decidan el mundo en que van a vivir. Nosotros los de 50, 60, 80, ya vivimos lo mejor que pudimos, hicimos muchas macanas, hicimos grandes desastres en el diseño político-institucional, que vengan los nativos y creen su propio mundo.

Notas

1 Alejandro Piscitelli diseñó el Proyecto Facebook junto con sus alumnos de la Cátedra de Procesamiento de Datos, de la Universidad de Buenos Aires. Se trata de un proceso de enseñanza-aprendizaje colaborativo en el que la red social es al mismo tiempo objeto y sujeto de análisis.

2 Desde hace varios años, esa misma postura es la que sostiene etcétera.

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