viernes 19 abril 2024

Adjetivos y prejuicios

por Roberto Alarcon Garcia

La sensación que vivo en el día con día es que somos una sociedad cada vez más adjetiva; los argumentos se desvanecen y las invectivas vuelan con una frecuencia que asusta, y es evidente que las redes sociales se han convertido en un diapasón que da resonancia a los ires y venires de gente que cree que el análisis es una autoparte, pero que tienen la espada fuera de la vaina para pegar a lo que se mueva.


Bien, tampoco creo descubrir el hilo negro con el párrafo anterior ya que estimo que esto ya ha sido documentado con la precisión y la profundidad suficientes que, como es sabido, me son ajenas. En realidad este fenómeno se alimenta de otro que por lo menos a mí me parece interesante documentar y procederé a revisar algunos ejemplos.


Si usted, querido lector, no se encuentra en la Facultad de Ciencias o en la de Medicina y le pregunta a diez personas acerca de lo que saben del término: “Transgénico” apostaría mi calva a que prácticamente nadie atinaría a dar una respuesta correcta. Lo primero que habría que decir es que las modificaciones genéticas de organismos, señaladamente plantas, es más vieja que mis malos pensamientos, pero en el imaginario popular se piensa en un señor jorobado con cara de “conquistaré al mundo” en un laboratorio lleno de pócimas humeantes generando organismos genéticamente modificados con fines perversos. Poca gente sabe que los transgénicos aportan plantas de mayor rendimiento o resistencia y que ello tiene un impacto positivo en la crisis alimentaria que vivimos, es por ello que al escuchar la palabra intuitivamente se le cataloga como algo negativo y producto del capitalismo salvaje. No me extrañaría que las causas radicales de izquierda la adoptaran como una bandera en el fértil territorio político de la ignorancia.


Otro de mis ejemplos favoritos es el uso que se le da a la palabra “pueblo” señaladamente desde que AMLO la utiliza como el dique que separa la maldad del bien. Se emplea “pueblo” y de inmediato se tiende a pensar que se trata de gente honrada, trabajadora, esforzada y que ansía mejorar sus condiciones de vida en un enfrentamiento permanente con “los de arriba” que pueden ser identificados como los empresarios, las transnacionales y en general la gente que tiene recursos. Por supuesto lo anterior es una imbecilidad, entre los que genéricamente llamamos “pueblo” hay asesinos, secuestradores y violadores así como también entre “los de arriba” hay gente que se ha forjado su fortuna a base de esfuerzo y trabajo. Sin embargo, las generalizaciones ayudan ya que simplifican y ello sirve cuando la gente se refugia en la fodonguería intelectual de optar por bueno o malo sin mayor esfuerzo analítico.


El último ejemplo que me viene a la mente es la del término “indígena” que de inmediato nos evoca bondad, equilibrio con la naturaleza y abuso. Pues bien, fueron justamente los miembros de una etnia en Chiapas los que no estuvieron de acuerdo con el nombramiento de una regidora, secuestraron diputados y obtuvieron una renuncia forzada de manera flagrante e impune. Siempre he sostenido que generalizar es idiota, los análisis de cada gremio deben hacerse caso por caso, hay empresarios buenos y corruptos, lo mismo que indígenas valiosos y otros que son unos perfectos hijos de la chingada. El mundo es así y en la medida que nos neguemos a verlo de esta manera seguiremos cayendo en los análisis triviales. Donald Trump es el mejor ejemplo de cómo lograr que una sola palabra defina a más de diez millones de personas: “mexicano”. Estoy convencido de que la mayor parte de sus simpatizantes entienden este término como una amenaza y no tengo la menor duda de que entre los inmigrantes debe haber delincuentes, pero también estoy convencido de que la mayoría de los que cruzan la frontera lo hacen por buscar oportunidades de trabajo que aquí no les podemos brindar.


No le doy consejos ni a mi perro así que en este caso simplemente procuraré esquivar a los imbéciles, como un tipo de mi club, que dijo: “Los pobres son pobres por huevones”.


Dios .

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