jueves 28 marzo 2024

A la virgen no le gusta esa música

por Cesar Rafael Chávez

En la duermevela de una noche de insomnio y fiebre, sudor, ansiedad y escalofrío, escucho una música que trae el viento seco de diciembre. ¿De dónde viene? Seguramente de alguna de las cañadas del poniente de esta ciudad. Es una música que considero ajena a los dos mil y pico de metros de altura a los que se encuentra el Valle de México. Los estereotipos me han llevado a pensar que la música tropical es propia de las costas, de palmeras, del calor constante y de personas más alegres que las que pueblan esta gran ciudad. Intento dormir y no puedo, por momentos el volumen de la música sube gracias a las corrientes del viento. No logro distinguir la pieza, ¿qué es lo que tocan?, ¿es una grabación?, ¿es música en vivo? En todo caso es muy ruidosa (ruido es el sonido que quien lo escucha lo considera desagradable), si no, yo mismo estaría pensando: sonido… o, ¿música?

¿Por qué me molesta? Seguramente porque no me deja dormir…

Sigo dando vueltas en la cama, cambio la almohada de lugar; la frente, por cierto, bastante amplia, se me llena de gotas de sudor frío. Me toco la cabeza… ¿realmente tengo fiebre o mi imaginación me lleva a pensar que estoy a punto de ebullición? Vuelve la música, pero ¡que molestia! Ahora reconozco una cumbia, ¿o es una salsa? ¿Por qué la gente tiene que llenar el aire de la noche con las notas estridentes de una canción propia de un carnaval? ¿Acaso me estoy volviendo más intolerante con la edad? No, siempre he sido así… Ahora es la voz de un locutor la que ameniza esa fiesta distante, lejana y ajena: “vamos a dedicar esta canción a Lupita que hoy cumple años…”

¿Qué me pasa? Ya sé, ahora entiendo. Hoy es 12 de diciembre y esta ciudad celebra a “La Morenita del Tepeyac”, a la “Patrona de México y de las Américas”. Seguramente antes de que me despertara la cumbia ya habían tocado “Las Mañanitas”, en la grabación de Pedro Infante o en alguna otra grabación más actual. Me duermo, o caigo de nuevo en la inconciencia de la fiebre.

No sé si sueño o si recuerdo… Tarde fría y lluviosa por la calle Zaragoza, por supuesto, antes de la Macroplaza. El jardín frente al palacio de correos y la gente que corre a tomar buenos lugares porque ya va a pasar la peregrinación rumbo al Santuario de Guadalupe allá en la colonia Independencia, al pie la Loma Larga, y con el espléndido telón de fondo de la Sierra Madre. En Monterrey, la ciudad de las Montañas y Sultana del Norte, como cada año habrá una gran participación de las empresas, irán los carros alegóricos y los grupos de obreros, con sus esposas e hijos, que cantan y rezan: “Desde el cielo una hermosa mañana…”

Recuerdo bien la música y la letra de esos coros. Por cierto, cada vez se escuchan menos… Ahora vienen los trabajadores de la Vidriera, son un grupo grande y fervoroso… En el carro alegórico está una muchacha muy bonita, morena, por supuesto, representando a la Virgen en una de las cuatro apariciones… Le acompaña un hombre joven, vestido con pantalón y camisa de manta, con una tilma llena de flores. La escenografía que completa el cuadro está bien pensada: nopales, unas rocas, unos matorrales y el fondo, como un diorama del Museo del Obispado, con cielo azul y nubes blancas… “…la Guadalupana, la Guadalupana, la Guadalupana bajó al Tepeyac”…

Es el grupo de la Fundidora, se escucha un murmullo entre la multitud. Ellos siempre preparan uno de los mejores carros. Ahora viene un camión más grande, con muchos personajes. No está la Virgen, pero está un obispo, algunos frailes, dos monjas y el Juan Diego, abriendo su tilma frente a ellos y dejando caer las rosas, para dejar ver la imagen de la Guadalupana. Todos los que observan la procesión admiran el cuadro algunas personas mayores se santiguan o rezan un Ave María.

Uno tras otros pasan los carros, cada uno de ellos acompañado de la gente que camina lentamente detrás de ellos. Los camiones fueron pensados, asesorados y preparados por días, con el apoyo y los recursos de las empresas. En muchos casos, algunos de los directivos y jefes acompañan a los grupos de trabajadores en la peregrinación. En algunos grupos, los jefes van adelante, inmediatamente después del camión, en otros se integran y están formando parte del todo empresarial que canta y reza… Eso es, así eran las peregrinaciones en Monterrey en los sesentas, en los años dorados de la Sultana del Norte…

Despierto, ¿o simplemente dejé de pensar? Reflexiono, desde que llegué a esta ciudad nunca he visto lo que veía en Monterrey entonces… ¿cuando sustituyeron “Juan Dieguito a la Virgen le dijo…” por la música de Celia Cruz? Hasta donde yo recuerdo no fue uno de los Acuerdos del Concilio Vaticano Segundo… Continúa la música a todo volumen. Ya no está esa canción del Carnaval, ahora hay algo con acordeón, pero no es polka. Es un sonido más agudo… pero no es un sonido melancólico y triste como el del bandoneón… ¿cómo se llama este ritmo? Creo que también es colombiano, pero no sé su nombre… El sudor no ha cesado, me toco la frente y sigue igual, llena de sudor… La almohada está húmeda, ¿o lo imagino? Sigo pensando, ¿cuándo cambiaron las tradiciones? Me levanto y veo la ciudad por la ventana. Desde mi cuarto hay una vista muy agradable, veo la serranía del Ajusco y las luces de incontables calles y casas del sur y el poniente. Durante el día no siempre es así, entre semana la bruma o el smog de la mañana no dejan ver esa montaña expoliada, desprovista de bosques en sus laderas, invadida por la urbanización y presa de las invasiones de años y años. Durante la noche, el manto de la oscuridad cubre todo lo desagradable que deja ver la luz y aparece un cielo terrestre cubierto de luces que irrumpen en la negrura del horizonte, cintilando, como luceros caídos en un terremoto celestial.

Regreso a dormir, seco mi frente con un pañuelo y tomo un vaso de agua. Me siento mejor y trato de dormir. Poco a poco caigo de nuevo en el letargo del sueño… ¿o pienso que sueño? Vienen otras imágenes. No dejo de pensar ¿o de soñar? En las celebraciones que veía en mi infancia. Es un doce de diciembre también, pero el lugar es más pequeño, es la parroquia del Sagrado Corazón, en la antigua Estación de la Nueva Almadén. La gente del pueblo se agrupa para preparar la procesión, como cada año, desde la parroquia hasta el Santuario. El cielo está gris y seguramente por la tarde, cuando inicie la peregrinación, habrá chipichipi y la temperatura será más fría.

Mi tío José prestó un camión que se adorna para presentar uno de los cuadros. Desde muchos días antes, nos preocupaba la selección de los personajes:

¿Quién será la virgen? Yo quería ser Juan Diego, pero mi mamá me dice

-“Pues que sea tu primo Beto, es más morenito”.

-“Pero mamá, el padre Rafael me dijo que yo, porque soy el mejor de la clase”.

-“Bueno, ya veremos”

Lucía, mayor que yo, e hija de una comadre de mamá, será la virgen y ya le hicieron una túnica azul, con estrellas de papel paspartú. Finalmente fui seleccionado para hacer de Juan Diego. Beto irá en otro camión. Nuestro carro alegórico (deja de ser camión por unas horas) tiene unos sarapes

en el suelo, le quitaron las redilas y los bordes llevan papeles en verde, blanco y rojo. Hay un cajón de madera, que fue clavado a la plataforma, para que no se mueva, y que cubrimos con cartones para que parezcan rocas. Allí se subirá Lucía. El padre, como director de teatro, nos dice como tenemos que ponernos y nos alerta de los momentos en que podemos hacer un cambio de postura, para no cansarnos. Ya está llegando la gente a congregarse afuera de la iglesia. Ensayan algunos cantos: “Oh María, madre mía, oh consuelo del mortal…”

Los sonidos de las voces de soprano de las señoras de la iglesia se mezclan en el ambiente con las pequeñísimas gotas del frío y ligero chipichipi. La procesión está a punto de comenzar. Comienza el chipichipi, creo que llegaremos empapados al Santuario…

De nuevo el sudor me despierta. La duermevela es difícil de soportar. Quiero que amanezca, o si no, quisiera dormir profundamente. Sigue la música en la distancia… ¿qué es eso? Reconozco la melodía, pero el ritmo es extraño… Sí, es “Mandy”, la de Barry Manilow, pero… ¿a ritmo de salsa?

¿Qué es eso? Reconozco, no me gusta la música tropical y me sigue pareciendo extraña en esta altura, con este frío que precede al amanecer y en una celebración a la Guadalupana. ¿Dónde quedaron las Cantigas a Santa María?, ¿dónde, los cantos gregorianos que alababan a Nuestra

Señora?, ¿dónde, las ingenuas canciones provincianas que relataban las apariciones del Tepeyac?, ¿dónde las voces naturales, no entrenadas, de la devoción provinciana? ¿Cuándo se apropiaron de esta fecha Barry Manilow a ritmo de metales y gu%u0308iro?

La procesión inicia. Primero van los matachines, con trajes añejos y luidos que solo se utilizan en estas fechas. Este grupo está compuesto por algunos señores humildes, muchos de ellos inmigrantes recientes del sur, que tratan de encontrar trabajo en las industrias de la ciudad. reconozco entre ellos a Don Chuy, un albañil que hace trabajos en nuestras casas. Los ritmos monótonos de sus danzas no son tan elaborados como los que descubriré después en los danzantes del zócalo o más aún, en alguno de los números del Ballet Folklórico de Amalia Hernández en Bellas Artes. Sus instrumentos tampoco son originales, ni siquiera copias fieles de los originales como los que se usan en Tlaxcala, Puebla o el estado de México… Por cierto, les llamamos matachines, no danzantes, como les dicen por acá… Después van los grupos de la iglesia, las señoras de la Acción Católica o los señores de los Caballeros de Colón… Luego, los pocos carros alegóricos, entre ellos el nuestro y finalmente todos los demás, que inundarán el santuario para escuchar la misa solemne de las seis de la tarde.

A lo largo de las ocho o diez cuadras que dura el lento recorrido hay cantos y rezos. “La virgen María es nuestra protectora, nuestra gran señora…” La lluvia se formaliza y al llegar al Santuario todo el mundo apura los pasos para llegar rápidamente y encontrar un buen lugar en la iglesita. No es una iglesia grande ni particularmente hermosa. No es una joya arquitectónica del norte de México, pero es el Santuario de la virgen en el pueblo. Una de las dos únicas iglesias que hay. Los que tuvimos la fortuna de tener un papel protagónico en la peregrinación nos bajamos rápidamente de los carros y nos colamos, como podemos en las filas finales de las bancas llanas y austeras. El incienso inunda el templo y la misa empieza. Esta misa está llena de alegría y de música. La gente trata de cantar lo mejor posible, recuerdo, ¿o sueño? La música religiosa utilizada el doce de diciembre.

Despierto a las primeras luces de la mañana. Dormí mal, pero la duermevela me permitió una reflexión extraña y llena de añoranzas. Pienso en la música tropical y en Oh Mandy… Estoy seguro que a la virgen no le gusta esa música…

También te puede interesar