viernes 29 marzo 2024

Gracias, licenciado

por Orquídea Fong

Arturo Pérez Alfonso / CUARTOSCURO.COM

Año 2017. En México el “Licenciado”, sigue siendo toda una institución. “Tengo un licenciado”, suelen decir algunos, satisfechos, orondos.

Viajaba yo el otro día rumbo a lo que los chilangos aún llamamos “provincia”. Quiso mi suerte perra que me tocara como compañero de asiento un amable señor, muy moreno él, y de suave acento oaxaqueño, que no dejó de hablar por celular la mitad del camino (nueve horas de viaje). No sólo resultó que él si tenía cobertura en su teléfono y yo no (muérete, Movistar), sino que además no me dejó dormir.

− Sí, licenciado, gracias por llamar. Claro que sí, licenciado, le estoy muy agradecido, estoy a sus órdenes para lo que sea. ¿Ya no falta ningún papel? ¡Perfecto! ¡No sabe cómo me tranquiliza, licenciado!

Nueva llamada.

− Sí, acabo de hablar con el licenciado, dice que no me preocupe, que todo está bien. Que NADIE puede tocarme, que ya habló con varias personas. Sí, estoy tranquilo ya. Porque dijo el licenciado que era asunto delicado… como hubo menores de edad… No, no te apures… Llego como a las once, o doce. Vengo de México. Sí, ajá, sí, ajá, bueno, adiós.

Colgó. Cerró los ojos. Tuve esperanza de descansar. Nueva llamada.

− ¡Licenciado! Sí, justo estaba viendo eso.
Y ya lo resolví, usted no se preocupe, yo le aviso donde va a ser la fiesta… ¡Claro! Usted y los invitados que sean, licenciado. Si yo a usted le debo TODO. Es más, dígame que le gusta beber, yo se lo consigo.

Así, un rato. Termina la llamada. Me acomodo en mi asiento.
Se dirige a mí.

− Hay que aprovechar, ¿verdad? Digo, para dormir un ratito.

− Sí, claro.
Le respondo cortésmente, porque lo que sea de cada quien, yo no soy grosera. Pelada, sí, pero grosera, jamás.

Nueva llamada.

− Ernesto… Soy yo. ¿Qué pasó con los trajes? ¿Cómo qué cuáles trajes, pinche pendejo?

¡Los de los quince años que tenemos mañana! Llevan fajillas verde pistache. Y nomás me sales con que otra vez confundiste los tintes de las telas y te parto tu madre, pendejo. Es un evento MUY IMPORTANTE. Es que no entiendo… ¡cállate! No entiendo cómo no pueden hacer nada bien, chingada madre. ¡Espérate, te digo! Tiene que hervir el agua y le echas todo el tinte y que se disuelva, ni un grumo… ¡grumo, GRU-MO! No me digas que ya sabes, imbécil. Nada de grumos. Sí, ajá, sí, ajá. Ok, bye.

Suspiro. Saco mi celular. No tengo señal. Me lleva la chingada. ¿Por qué ese wei sí…? Trato de calmarme.

El hombre cierra los ojos, cruza los brazos. Pasan 20 minutos de paz (si descontamos al tipo del asiento de atrás, de unos 180 kilos de peso, que viene roncando como si trajera un frutsi en la llanta de la bici).

Suena el celular.

− ¡Hola! ¡Sí, ya hablé con el licenciado! Fíjate que no me va a salir tan caro. Ajá, sí… Es que conoce al juez, fíjate. Y a gente del ministerio público. Con cinco mil pesos nos arreglamos, me dijo. Sí… ah, dile a Laura que le llame a Carlos. ¿Cómo que para qué? Pues para lo de la prueba de vestuario de los chambelanes… Sí, sí…Ya urge. Con esto de que vine a México todo se atrasó y ya ves que aquellos son bien pendejos… ¡Pues sí! Ahorita te marco. Bye.

Otra llamada.

− Ernesto, ¡oye! ¿Ya encontraste el tinte verde? No se te olvide la sal, como la otra vez. Una pendejada más y te corro, ¿entendiste? Ok, bueno. ¡Pues sí! Ándale.

Intento dormir. El vecino cierra los ojos. No pasa mucho tiempo.

− ¡Licenciado! En usted estaba pensando. Mire, al rato le mando la dirección de la fiesta. Sí, yo a usted le debo todo. Ya saber que no tengo de qué preocuparme me da mucho descanso… ¡Claro! Puede llevar a quien usted quiera. Para mí es un honor, licenciado.

Y así.

− Oye, Laura, ¿por qué no contestas? ¿Ya hablaste con Carlos? ¡Ah, bueno! Sí, le decía a Juan que ya todo se arregló. Un licenciado buenísimo. Conoce al juez y varias personas más… Sí, pues me decía que yo corría un GRAN peligro de cárcel, porque como en esa casa hubo menores de edad y alcohol, la ley se pone dura, ¿me entiendes? Pero nada que preocuparse. Me puso las cosas muy sencillas. Me dijo: “mire, usted me da cinco mil pesos nada más, porque pues yo tengo que tratar con varias personas y, además, me invita a un evento, el que usted quiera, pero que haya comida y bebida”.

Saúl López / CUARTOSCURO

Se queda escuchando un rato.

− Sí, ¡te digo! Que a un evento. Entonces ya le avisé que puede llegar mañana a los quince de la niña esta, ni me acuerdo como se llama, la de los trajes que estamos arreglando. ¿Itzel? ¡Pues esa! Ya hablé con los del salón, bajita la mano, me van a guardar 15 lugares para esta gente. Va a ir el juez, su esposa, el licenciado y su esposa y no sé quién más. Sí, ajá, sí. Bueno, luego te llamo.

Ya no pensaba yo en dormir.

− ¡Licenciado! Pues ora sí ya está todo arreglado. Tengo 15 lugares para usted y sus invitados. No, no diga nada, ni me mencione. Nomás entren y ya, no les van a pedir boletos. Ajá. Nombre, licenciado, si gracias a usted conservé mi libertad. Ya ve como se pusieron los papás de esos muchachos… Ya ve que dijo usted… Sí, exacto, como son menores de edad… Estuve muy angustiado, pero ya, totalmente tranquilo. Y lo que se le ofrezca, de ahora en adelante, en mí tiene un amigo para toda la vida, licenciado. Sí, licenciado. Gracias, licenciado.

Caramba.

− ¡Oye! Llego como a las 12 a Oaxaca. Cuando llegue, pinche Ernesto pendejo, ya quiero todos los trajes listos, ¿me oíste? ¡QUE QUIERO TODOS LOS TRAJES LISTOS, ANIMAL! ¡Ah, más te vale! Sí, llego como a las 12. Adiós.

Ufff.

− Oye, Laura, llego como a las 12 a Oaxaca. Ahí toco la puerta y me avientas las llaves, ¿sale? Aja, sí, ajá. Ok, ándale pues.

Voltea a mirarme.

− ¿Qué tal, ha podido dormir?
− Este… Sí, muchas gracias.
− Ándele, siga descansando.
− Sí, ¿verdad?
− Claro, ¡hay que aprovechar!

Y cayó dormido, como un angelito.

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