jueves 18 abril 2024

30 años no es nada

por Roberto Alarcon Garcia

La llegada de miles de refugiados está causando una gran crisis en Europa, donde ningún país tiene un plan coherente para tratar con personas que intentan, desesperadamente, sobrevivir.


Más allá de los discursos políticamente correctos, una manera de entender la situación es la ficción, y uno de los mejores trabajos sobre la inmigración forzada es “Mojado”, una historieta con guiones de Robin Wood y dibujos de Carlos Vogt, que muestra la tragedia en todos sus matices a través de un niño mexicano que pierde a toda su familia en un terremoto e inicia un largo, interminable recorrido hacía Estados Unidos: pocas historias fueron, desde el comienzo, tan implacables con el lector.


El primer capítulo marca el tono general de la serie, mostrando la cruda desesperación de un hombre que ve cómo se pierde toda su cosecha mientras su hijo, el futuro Mojado, lo contempla impotente, sabiendo que no puede hacer nada para ayudarlo: “El polvo es la única realidad.


El polvo y la tierra resquebrajada, y los maizales quemados, crujientes, muertos y vueltos a morir en muertes concéntricas encerradas una dentro de la otra.


-Todo perdido… Todo perdido…


No hay furia en la voz del hombre ni desesperación ni nada. Es una voz átona, tan muerta y seca como ese maizal de desgracia.


¿Y ahora? ¿Qué haremos ahora?


El niño no respondió. El niño no sabía que responder.


El polvo quemaba sus pies y sentía el seco repiqueteo de su corazón contra sus costillas escuálidas…


Si lloviera… Un poco al menos… Llueve en todo el mundo… ¿Por qué no puede llover un poquitito aquí?


El cielo metálico llamea y el aire hierve en una carcajada de horno…


Tengo a mis hijos con hambre… Siempre han tenido hambre. ¿Es justo?… Yo puedo aguantar mucho… pero ellos lloran de hambre a la noche… ¿Cómo puede un hombre dormir escuchándolos? ¿Cómo puede un hombre vivir así?


El niño tiene miedo. Sabe que cosas desesperantes están ocurriendo pero no sabe qué hacer. Querría pedir a su padre que lo proteja… pero su padre llora sobre ese maizal muerto…”.


Ni siquiera Manuelita, la mejor amiga de Mojado, soporta ya esa miseria contínua, inacabable, a la que parece condenada desde su nacimiento:


“¡Nunca he visto llover! ‘Nunca he pasado un día sin hambre y sin rezar por la lluvia! ¡Pero no llueve!… Me voy a Tijuana, a la frontera… Tal vez pueda trabajar con los gringos… Me las arreglaré… Ya verás…”


“Mojado” es una historieta brutal que, sin golpes bajosni mensajes políticamente correctos, muestra a personas que lo han perdido todo y siguen luchando en un mundo donde la inseguridad es la única constante ante una interminable sucesión de catástrofes:


“El Mojado muerde su impotencia y su furia. Pequeños mundos parecen desplomarse continuamente a su alrededor sin que él pueda hacer otra cosa que contemplar”.


El peregrinaje del protagonista, primero en México y luego en Estados Unidos, le sirve a Robin para mostrar, en plena era Reagan, la vida de las personas que sobreviven en los márgenes del sistema, un lugar donde se mezclan hombres como Mojado, decidido a no dejarse corromper, y picaros como el astuto, realista y brutal Hipólito:


“Hipólito era valiente y ambicioso, con un fuego de furia y resentimiento que nunca se apagaba dentro suyo. Soñaba con relojes de oro, coches americanos y mujeres hermosas y caras. Mojado no soñaba. Vivía de un día al otro, desgarrado entre un racional cinismo y esperanza casi infantiles. Arrastraba su adolescencia mutilada como si fuera una enfermedad


Hipólito: ¿Así que planeas convertirte en un ‘mojado’? ¿Así que planeas ser un inmigrante ilegal?


Mojado: No… quiero ser legal y…


Hipólito: No puedes ser legal, chato. No tienes dinero y la legalidad se compra con dinero. Tú no lo tienes, así que tendrás que ser un ‘mojado’ y cruzar la frontera de noche y por el río. Y del otro lado te darán trabajo… Te pagarán cinco veces menos que a los legales, claro… y si alguien sabe que eres un mojado tendrás que pagarle para que se calle. Vivirás en un cuarto con cucarachas, ratas y siete mojados más. Y ni siquiera serás honesto, porque serás un ilegal”.


El mundo de “Mojado” es un mundo desolado, poblado por hombres y mujeres agotados por el exceso de trabajo, la falta de descanso y la mala alimentación; un mundo desesperado y desesperante donde todo es mezquino y cruel:


“El motel es decrépito y nada puede rescatarlo ya de la corrupción… Tras puertas descascaradas burbujea la miseria y la vergüenza… Mojado es el testigo. Mojado ve. Mojado no puede evitar el ver.


Huésped: Vaya… creí que nunca llegaría ese maldito tequila… Déjalo sobre la mesa. ¿Qué? ¿Miras a la chica? Ella nunca entiende que no debe hacerme enojar… pero aprenderá… Ya verás…


A veces el Mojado querría aullar como un perro. A veces querría ser un superhombre para poder hacer algo… pero el Mojado sólo puede abrir y cerrar las puertas descascaradas de la desesperación…”.


En ese mundo asfixiante, donde cada día se corre el peligro de morirse de hambre, es necesario soportar toda clase de humillaciones para sobrevivir:


“Gerente: Lo lamento, muchacho pero en invierno tenemos poco trabajo. Espero que lo comprendas. No es un despido. Es un reajuste de personal… toma esto y buena suerte.


Por un instante sintió el loco deseo de golpear esa cara de luna llena, grasa y satisfecha… Romper esa sonrisa hipócrita pero el Mojado sabe algo más de la vida para gastarse en gestos inútiles. Nadie lo despide. Nadie le habla. Todos lo miran con temor, como si cargara con una enfermedad contagiosa. Es el desempleado y de pronto todos tiemblan al ver en él una imagen posible de ellos mismos”.


Robin, que conoció esos mundos de adolescente, cuando compartió un pequeño cuarto con media docena de hombres mientras trabajaba como obrero en una fábrica de Buenos Aires, recupera personajes y situaciones gracias a su inoxidable poesía, afilada como una navaja, que hiere la retina con sus descripciones:


“La pensión es un mundo lóbrego y mezquino, con su olor a verduras, a agua hervida, a jabón amarillo y a polvo. Hay ventanales descascarados y un continuo corretear de cucarachas en los rincones… El Mojado está harto de hambre y suciedad. Puede oler su cuerpo sin lavar y sus uñas sucias y su escuálida desesperación”.


En los ochenta, la década que consolidó la idea del yuppie como héroe popular, Robin mostró la otra cara de la realidad, los miles de inmigrantes ilegales que hacen posible el sueño americano, esa otra América, “la de los barrios hispanos con sus tinieblas y sus miedos y sus furias… Barrios donde se cobija el rencor, amasado en sudor y en sueños de revancha”.


Leer “Mojado”, treinta años despuésde su publicación original, permite entender la desesperación y el miedo pero también la determinación de esos miles de inmigrantes que intentan comenzar una nueva vida en Europa sufriendo un maltrato continuo, tanto de las autoridades como de los picaros que hacen su fortuna explotando a los que están por debajo de ellos.

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