jueves 28 marzo 2024

100 años de historieta en Argentina (segunda parte)

por Iván de la Torre

Columba, Quinterno y Divito con sus diferentes ofertas editoriales a comienzos de los años 40 en Argentina abren el espectro de la historieta, convocan a gran cantidad de lectores y al definir nuevas formas de producción. Permiten que se consoliden dibujantes y guionistas que, aún con las limitaciones impuestas por el tiempo, el público y sus jefes, pueden experimentar con personajes, tramas y enfoques en diferentes géneros, desde la observación de la vida cotidiana al humor, de la aventura pura al policial negro.

Divito crea Rico Tipo en 1944, una revista que, como Caras y Caretas, estaba dedicada al humor costumbrista y la sátira social con la picardía y desenfado que caracterizaba al porteño. Allí aparecerían, además de las populares “Chicas Divito” (curvilíneas, delgadas, altísimas, siempre en busca del hombre rico que les diera la vida de lujo que merecían), personajes que respondían a un nombre que delataba su personalidad y marcaba el tono de sus aventuras:

“El otro yo del doctor Merengue”, “Fúlmine”, “Pochita Morfoni”, “Falluteli”, “Bómbolo”…

Según su amigo, el escritor y periodista Geno Díaz, Divito “a las mujeres les estrechó la cintura, les amplió las caderas, les embelleció las piernas enseñándolas a lucirlas en todo su esplendor acortando las faldas. Les cambió el peinado, les dibujó otros ojos y otros labios. Y a los hombres los desterró para siempre del luto que vestían por la suerte de Milonguita. Les hizo subir la cintura del pantalón hasta el esternón, el ruedo del saco por debajo de las rodillas, los pantalones como bombachas de campo y las corbatas chillonas. A golpes de su mágico pincel les hizo cambiar el peinado y el gesto. Y los enfermó a todos del saludable ejercicio de la risa”.

El éxito de la revista se reflejaba en la calle, donde las mujeres copiaban el atuendo -o la falta de él-. Decía Divito: “Mi ‘chica’ no responde a un tipo real y determinado de mujer, pues jamás he trabajado con modelos vivientes. En esto tuve la primera gran sorpresa de mi vida: primero creé a la ‘chica’… ¡y después comencé a verla en la calle!”.

“Como toda moda -escribió Alan Pauls en su libro “Rico Tipo y las chicas de Divito”-, las Chicas no impusieron solamente un modelo de ropa sino de físico. Había que tener cintura finita, y así creció la venta de trusas que ceñían el cuerpo (…). Las Chicas! funcionaban del mismo modo que los avisos publicitarios: a través de la creación de un modelo imaginario. Podemos decir que el proceso fue el siguiente: Divito dibujaba inicialmente a las Chicas! apenas con humor, de a poco ve que los rasgos que él crea con fines puramente humorísticos, o para exaltar el sex-appeal de sus personajes, son tomados literalmente. Entonces Divito completa la cadena buscando deliberadamente imponer ciertos modelos, buscando también, como sus lectoras, lo moderno. Este ir y venir entre la realidad y el dibujo, no es algo que sólo se nota ahora a la distancia: en su momento se tenía muy clara conciencia de que el límite entre la influencia de Divito sobre la moda o de la moda sobre Divito era muy borroso”.

La revista incluía, además de las creaciones de su director, las agudas observaciones cotidianas de Calé en “Buenos Aires en camiseta”, la inocencia que prodigaba Mazzone en “Mi sobrino Capicúa” y “Piantadino”, el humor de Oski para su tira “Amarroto”, o ilustrando los “Versos y noticias” de Cesar Bruto, y el desparpajo de un Landrú que años después fundaría “Tía Vicenta”.

El suceso de Divito convenció a Columba de la existencia de un público ansioso de novedades y el 13 de abril del 1945 presentó Intervalo, su segunda revista, basada en la adaptación de grandes obras del teatro, la radio, el cine y la literatura a la historieta. El primer número ofrecía un clásico de Julio Verne: “Miguel Strogoff, el correo del Zar”.

Antonio Presa, director de arte durante más de cuatro décadas de la editorial y uno de los grandes referentes del medio, contó cómo empezó todo: “Al principio, cuando sale la revista, la Argentina tenía una cultura importante, los lecres miraban hacia fuera, hacia lo que pasaba en Europa, lo que pasaba en los círculos literarios. Entonces los directores y editores teníamos que estar enterados de lo que pasaba en el ambiente de la cultura, de lo que se estaba leyendo, estar al tanto de las grandes novelas y los grandes autores. El pueblo no podía acceder a esto porque eran libros demasiado largos. Pero con el truco de la novela ilustrada, si se podía enganchar a los lectores, ofreciéndoles una obra en intervalos”.

En “¿Qué es la Historieta?”, Alfredo Grassi, que participó activamente como guionista, adaptador y traductor de los inicios de la historieta argentina, escribió: “Hemos dicho ya que se han actualizado las obras literarias inmortales en forma condensada y gráfica: muchas críticas recibió esto por parte de gente que teme que se dejen de leer los originales por haber tenido la versión gráfica en las manos. Pero debemos ser realistas. ¿Cuántos conocerían, por ejemplo, ‘La dama del olivar’, de Tirso de Molina, si no hubiese sido publicada por ‘Intervalo’ en forma gráfica, en una adaptación respetuosa del espíritu del autor y con magníficos dibujos para ayudar a la imaginación del lector?”.

En Intervalo trabajaron -y se formaron- gran cantidad de profesionales, incluyendo a Manuel Ugarte, Ángel Borisoff, Mario Vergottini y Jorge Pérez del Castillo, quien trajo a su hermano Arturo de Chile para que trabajara con él.

El menor de los Castillo comenzó como letrista y terminó convertido en uno de los principales dibujantes de la editorial; en las décadas siguientes se diversificaría en diferentes géneros pero su marca personal quedaría en el western: tanto “Randall, the killer” y “Loco Sexton”, con guiones de Héctor Germán Oesterheld, como “Garret”, “El cobra” y “Bannister” de Ray Collins son obras maestras e hitos indiscutibles. Si Intervalo apuntaba a la historieta seria a través de clásicos de la literatura y Rico Tipo al humor en sus diferentes registros, del grotesco al costumbrismo, Patoruzito, como su hermana mayor Patoruzú, lanzada por Quinterno en 1945, mezclaba lo mejor de ambos mundos al proponer tanto series de aventuras como personajes humorísticos cuyas peripecias podían seguirse de un número al otro.

El principal atractivo de la revista fueron, desde el comienzo, las aventuras del pequeño cacique y su amigo Isidorito acompañados por una serie de personajes secundarios creados por Mirco Repetto: el capitán Cañones, la Chacha, el hechicero Chiquizuel y su nieto Chupamiel.

Repetto fue, junto a Leonardo Wadel, uno de los primeros guionistas profesionales en Argentina y comenzó, como este, trabajando en “Mustafá”, donde escribió argumentos para Enrique Rapela antes de crear “La vaca aurora”, su primer personaje importante, para la revista Cara Sucia, de Billy Querosene, el 24 de julio de 1940, “cuya existencia transcurría apaciblemente en una chacra, hasta el infausto día en que fue vendida a un tal Nicodemo, boticario del pueblo de Chismes, sujeto catalogado como nigromante, adivino, brujo y apasionado por todo lo que se relacione con la magia negra”.

En su Historia de la historieta en Argentina, Carlos Trillo y Guillermo Saccomanno definen los guiones de Repetto para Patoruzito de “inteligentes” pues “proponían permanente acción, nuevos personajes y escenarios cambiantes”.

Además de las aventuras del pequeño cacique, la revista publicó “Rinkel el ballenero” de Tulio Lovato, “Langostino, el navegante independiente” de Ferro, “Tucho, de canillita a campeón” de Carlos Freixas, “El Gnomo Pimentón” de Oscar Blotta y “Mangucho y Meneca” de Roberto Battaglia.

Cuatro décadas después, Leonardo Wadel, en “La historieta y yo” (Revista Skorpio, 1987) contó su experiencia como guionista y director de Patoruzito: “Una de las más notables características de aquella original revista es que casi todos sus colaboradores fueron auténticos creadores… ¡Y por partida múltiple…! Surgieron de ellos fabulosos personajes de originalidad tal que a cuarenta años de distancia aun asombran y fascinan. Artistas creadores de personajes, situaciones y guiones a la vez generadores de dibujos con los cuales revistieron seductores sueños y fantasías. El gran Lovato creó los dibujos de ‘Rinkel, el ballenero’; Battaglia guionó y dibujo sus festivos ‘Mangucho y Meneca’; y Ferro ídem de ídem en su ‘Langostino'”.

El propio Wadel escribió algunos de sus mejores trabajos para Patoruzito, incluyendo los nuevos guiones de “Vito Nervio”, el joven detective argentino de prominente jopo creado por Mirco Repetto y Emilio Cortinas del cual se hizo cargo junto a Alberto Breccia.

Wadel, además, creó sus propias series como “Conjuración en Venecia” junto a Arturo Pérez del Castillo y la popular “A la conquista de Jastinapur”, situada en la India, que mezclaba, como contaría su autor dos poemas Imagen: me.gov.ar épicos: “Jastinapur deriva del sánscrito y es el nombre de una ciudad. Me inspiré en las famosas epopeyas hindúes el Mahabharata y el Ramayana. Ésta relata ‘Las hazañas de Rama’, que lucha contra una especie de demonio para liberar a su esposa. (…) Mahabharata -que significa ‘Relato de la gran guerra de los Bharata’- es extensísima: si uno deseara leerla tardaría una vida, pues tiene unos cien mil dísticos. Narra las guerras que libran por el trono de Hastinapura dos familias descendientes de Bharata: los pandeidas y los kauravas. De estas dos obras extraje las fabulosas acciones que ocurren en la historieta”, y de cuyos héroes “Asoka era el más joven y ágil y Kairaba el más fornido. En los relatos de aventuras esta combinación ha repercutido favorablemente entre los lectores”.

Los trabajos de Wadel funcionaron como modelo para todos los guionistas profesionales que vinieron después: en 1984, desde su columna “Así los conozco” de la revista Skorpio, Alfredo Grassi, que comenzó su carrera de guionista en 1952, confesó: “¿Que mas puedo decir de usted, Maestro? ¿Que pasé muy buenos ratos leyéndolo cuando no tenía siquiera la más mínima idea de ser yo mismo algún día parte de este mundo fascinante? ¿Que aprendí a hacer guiones copiándolo, parafraseándolo, siguiéndolo, analizando cada secuencia que usted construía? Eso debería saberlo, pero si nadie se lo dijo antes, aquí va mi homenaje, Leonardo Wadel, precursor siempre joven del guión de historieta en la Argentina, como una especialidad separada de todas las ramas de la literatura posibles. Usted es de los buenos y no será olvidado”.

Paradójicamente, en ninguna de estas revistas trabajaría el guionista que renovaría completamente el género, partiendo de los cimientos levantados por Wadel y Repetto para darle a la historieta argentina una personalidad propia. Porque Héctor Germán Oesterheld, un geólogo nacido en 1919, se inicia en “Abril”, editorial fundada por los hermanos Civita, donde comienza a trabajar como traductor, divulgador científico y escritor de cuentos infantiles antes de convertirse en el guionista más importante de Argentina, autor, en menos de una década, de personajes fundamentales como “El Eternauta”, junto a Francisco Solano López, “Mort Cinder” y “Sherlock Time” con Alberto Breccia, “Randall, the killer” con Del Castillo… y tantos, tantos otros.

“Héctor Germán Oesterheld -escribieron Bróccoli y Trillo en su libro Las historietas- será el encargado de realizar una revolución en la manera de encarar la historieta, de diferenciar definitivamente y para siempre a la historieta argentina de la del resto del mundo, sin apartarse de los temas que le son caros al género”. Oesterheld, por supuesto, tenía como antecedente a Wadel quien había defendido el oficio de guionista desde mediados de los años treinta, cuando nadie tomaba esa clase de trabajo en serio. El propio Héctor reconoció su deuda: “me dijo que estaba aprendiendo a escribir historietas gracias a mí. Pero si fue así, debo decir que aprendió muy bien, porque tenía un verdadero talento”.

A partir de la década de los 50 será Oesterheld, de la mano de “Abril” y un grupo de dibujantes italianos exiliados -que incluían a un jovencísimo Hugo Pratt- quien revoluciona completamente la historieta de aventuras; abandonó los esquemas e influencias extranjeras para crear un nuevo tipo de historietas, dotando de nombre propio y prestigio a la historieta argentina en todo el mundo. Y lo harían gracias a Salgarí, la primera revista de “Abril” lanzada en 1947.

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