jueves 25 abril 2024

Yo, Anastasia Lechtchenko, habiendo descuartizado a mi madre y a mi hermana…

por Alejandra Gómez Macchia
Etcétera

Hay crímenes que parecen no tener explicación, o más que explicación, una justificación coherente.

En estos casos, como en cualquier otro donde se prive de la vida a un tercero, lo que imperan son los juicios morales y las interpretaciones tergiversadas movidas por el morbo… cuando una sociedad enferma dictamina de “atroz” un hecho que surge como consecuencia de su propia putrefacción.

¿Qué pasa en la mente de un asesino a la hora de ejecutar su proyecto criminal?

Es una pregunta que se ha intentado descifrar a lo largo de la historia sin obtener resultados 100% satisfactorios. Todo se reduce a meras hipótesis y aproximaciones; desde estudios de la personalidad del asesino mediante métodos avalados por la ciencia, hasta valoraciones freudianas para encontrar en la no tan dulce primera infancia, la raíz infecta de la patología.

¿Por qué una muchacha que aparentemente tiene todas las aptitudes para llevar una vida decorosa se inmola en los infiernos de la “culpa” cuando decide matar a su madre y a su hermana?

(Y al hablar de culpa no estoy afirmando que a la criminal la alcancen remordimientos genuinos, más bien el peso del Estado (nótese que el Estado no es sólo “el aparato” gubernamental sino toda la sociedad) y sobre todo el desprecio de los justos; aquellos que no sólo claman una pena judicial sino todo el rigor del arbitraje celestial…).

Y la pregunta vuelve a resurgir entre la vorágine del horror y la indignación: ¿En qué momento se cruza esa delgada línea que divide la cordura de la locura para llevarnos a cometer asesinato?

¿Qué ve el victimario a la hora de cortar una cabeza?

¿Qué escucha, qué olor lo invade?

¿Qué tambores retumban en su cerebro?

Finalmente lo que nos diferencia de los animales y el resto de los seres vivos que habitan este mundo es la conciencia, pero no la conciencia de la vida, sino de la muerte.

El que mata por primera vez llega a tener un poder que el ser humano ordinario y “cuerdo” nunca llega a ostentar y que es más embriagante que el poder económico o intelectual: el poder de anular una vida (que es lo más preciado que tenemos).

En este tenor es necesario acotar que a lo largo de la historia, los estudiosos coinciden que no hay asesinato sin móvil, aún en casos de locura hereditaria y declarada, el demente cree tener razones para consumar sus planes, y que en el momento de la ejecución de dichos planes hay un elemento común que aparece como un trueno que excita al criminal: el placer, es decir, no hay asesino que no pase de la confusión a la seguridad, y en el transito de estas sensaciones necesariamente hay un instante de júbilo al apretar el botón…

Ya los remordimientos o la paranoia o la incertidumbre vienen después: cuando la adrenalina se esfuma y el asesino desciende del pináculo del éxtasis que le obsequió el poder de eliminar a su víctima.


La “Pierre Rivière” rusa

A principio de la década de los 70, Michel Foucault, presentó un extraordinario caso de parricidio que aconteció en un pueblo francés en 1835. Esta investigación se convirtió en libro en 1976 y fue titulada como “Yo, Pierre Rivière, habiendo degollado a mi madre a mi hermana y a mi hermano”.

La mano del polémico filósofo francés sólo se percibe en la introducción y la forma de presentar el caso de parricidio, ya que, fiel a su estilo, en ningún momento crea un juicio moral o condenatorio sobre los hechos que presenta. Es un reporte fiel de los acontecimientos en el que se incluyen todos los partes policiacos y médicos que arrojaron las investigaciones.

Es una lectura delirante, sobre todo cuando se llega a la parte de la “Memoria”: que es la crónica puntual de los hechos escrita por el propio Pierre Rivière mientras esperaba el juicio del que resultara culpable.

No quiero ahondar demasiado en el contenido del libro pues nadie puede explicarlo mejor que el propio asesino.

Con todo este preámbulo intento hacer un paralelismo del caso de Rivière con el de Anastasia Lechtchenko Masney, la chica de origen ruso avecindada en Tijuana que confesó haber matado a su madre y a su hermanita el pasado 7 de junio porque, según ella, “le hacían brujería”.

Este caso (que apenas se empieza a desvelar) ha provocado la indignación colectiva por dos situaciones fundamentales:

1) La sangre fría y la liviandad con la que Anastasia confesó su crimen.

2) El increíble proceder de la juez que dejó en libertad a una asesina confesa.

Hoy en día el escándalo y el horror circunda a la opinión pública, pero lo que más preocupa es que hasta estos momentos se desconoce el paradero de la chica.

Yo, Anastasia Lechtchenko, habiendo descuartizado a mi madre y a mi hermana…

Pierre Rivière tenía 20 años cuando planeó y ejecutó el crimen contra su madre y sus hermanos. Era considerado como “el idiota del pueblo”. Era taciturno y cabizbajo. Desde niño fue cruel con los animales: crucificaba ranas y pajaritos. Tenía una aversión a las mujeres. Leía textos religiosos y se horrorizaba ante el incesto, es por esto que no se acercaba a las mujeres de su familia. Hablaba solo y decía que conversaba y pactaba con el demonio.

Preparó su plan con semanas de anticipación. Se hizo afilar la hoz con la que dio muerte a su madre y a sus hermanos tres días antes del crimen.

Después de degollar a su madre, dio muerte a la hermana; decía que era para liberar a su padre de las vejaciones de las que era víctima por parte de estas dos arpías. A su hermano menor lo mató para que su padre terminara odiándolo y no sintiera deseos de suicidarse.

Una vecina (familiar) fue testigo desde su jardín de cómo mataba a la hermana. Intentó persuadirlo, pero Pierre dijo que era un designio divino y que tenía que hacerlo. A otros testigos que se encontró por el camino hacia al bosque les recomendó cuidar a su padre.

Vivió tres semanas escondido en diferente pueblos, casi siempre pernoctaba en el bosque y se alimentaba de raíces y yerbas.

Una vez capturado, Pierre pergeñó un discurso inverosímil para su defensa: dijo que no estaba arrepentido de sus actos porque fueron instrucciones divinas. Dijo que Dios y un ramillete angélico se le aparecieron y le dieron la orden de asesinar a su madre y a sus hermanos.

Poco después, mientras aguardaba el juicio, redactó un texto al que denominaron “Memoria”, donde Pierre, con una impresionante habilidad narrativa, explica el móvil de su crimen. En el texto queda revelado que él se hizo pasar por imbécil para aminorar su condena, ya que una vez que se internó en el bosque sufrió los estragos del arrepentimiento.

La Memoria narra el infierno que vivió su padre desde que conoció y se caso con su madre. Al parecer (y los testigos ratificaron los dichos), su madre era una mujer violenta y trastornada que sólo quería a su hija mayor. Continuamente humillaba y golpeaba al padre de Pierre y lo llenó de deudas. A la hora de morir, la mujer estaba embarazada de otro hombre. La hermana sabía y alcahueteaba los romances externos de la señora.

Pierre mató a su madre para darle paz a su padre, quien era un ser generoso y noble.

Tras la publicación de su Memoria, el jurado se vio envuelto en un debate: ¿Era o no Pierre Rivière un loco de nacimiento?

La primera sentencia se dictó tomando en cuenta la lucidez de su “Memoria” y fue condenado a la pena capital, pero después de la apelación (en donde se ponderó la tesis de su locura nata) se le conmutó la pena a cadena perpetua.

Preso de sus demonios, Pierre fue confinado a una prisión y cinco años después de suicidó.

Anastasia Lechtchenko, de origen ruso, 19 años, mató a su madre y a su hermana menor en la ciudad de Tijuana.

A su mamá la ahorcó, y cuando sintió que aún su cuerpo estaba caliente, la apuñaló en varias ocasiones con uno de los cuchillos de la cocina. Después se fue contra su hermana menor que padecía autismo.

Los familiares de Anatasia aseguran que la chica padecía los estragos que le dejaran su adicción a las drogas.Anastasia confesó a las autoridades que en ese mismo día las decapitó. El cadáver de su hermana lo puso en el lavatrastes. En su declaración dijo: “El cuello, así la piel atrás del cuello, estaba calientita y eso que ya no tenía la cabeza”.

Hay que mencionar que durante su declaración, Anastasia no mostró ningún tipo de arrepentimiento. Su narración de los hechos fue “frívola” según los testigos.

Luego de matar a la hermana, Anastasia salió a correr mientras el cuerpo quedaba inerte. Al regresar, escuchó una voz “del más allá” que le decía le sacara los ojos. Al terminar dicha operación, los echó a la taza del baño.

Los vecinos definen a Anastasia como una muchacha “alocada” y problemática. Dicen que se lo pasaba gritándole a la madre y a la hermana. De las víctimas dicen: “La señora era muy tranquila, y la menor estaba enferma de autismo”

La Policía Ministerial del Estado recibió una llamada telefónica a las 22:30 horas del miércoles. Los cuerpos estaban desmembrados y guardados en bolsas de plástico para basura, escondidos en una especie de garage de la casa número 2311 de la avenida Paseo Ensenada en la sección Jardines del Sol en el fraccionamiento Playas de Tijuana.

El padre de Anatstasia, cuya actividad es entrenador de gimnasia, fue informado de los hechos por la policía y dijo no saber nada sobre el asunto.

El movil del asesinato, según las propias palabras de Anastasia, fue porque tenía miedo de las dos víctimas ya que “la tenían embrujada”.

Después del interrogatoio en donde Anastasia narra su crimen, la juez la puso en libertad. Hoy está desaparecida.

Hay algunas coincidencias en cuanto a los dos crímenes expuestos. Sobre todo en las edades de los implicados (tanto de las víctimas como de los victimarios).

Si nos quedamos con la primera versión de Pierre (lo del mandato divino y las voces que le ordenaban matar a sus familiares) tenemos otra similitud, ya que en el crimen de Tijuana intervienen esos “factores místicos” que la llevaron al asesinato.

Para concluir: Pierre Rivière mató a su madre y a sus hermanos creyendo que estaba realizando un acto heróico, lleno de nobleza y amor hacia su padre.

¿Actuó bajo un brote de locura (o lucidez) momentanea, o era un alienado de toda la vida?

¿Y Anastasia? ¿Estaba drogada o borracha?, ¿padecía paranoia?

Las respuestas son de lo más subjetivo pues al final de día, la mente de un criminal es indescifrable al 100%

Uno nunca sabe cuándo puede rebasar los límites de la razón y verse arrastrado a cometer una atrocidad llevados de la mano de la deseperación. Sea por fanatismo o por las voces de nuestros propios demonios internos.

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