viernes 29 marzo 2024

¿Y el fraude, Andrés Manuel?

por Luis Antonio García Chávez

El año de 2006 fue uno de esos momentos que cimbran la historia de una nación. Vivimos las elecciones presidenciales más cerradas en la historia de México, con un resultado que ponía casi en empate a los dos más importantes competidores, uno de ellos, quien oficialmente fue declarado como el derrotado en la contienda, se inconformó con los resultados y se generó una crisis política que hasta hoy tiene efectos importantes en la vida nacional.

El antecedente más parecido había sido el proceso electoral de 1988 pero, en aquella ocasión, con el naciente Frente Democrático Nacional y las elecciones en manos del gobierno federal, a través de la Secretaría de Gobernación, mismas que finalmente eran calificadas por la Cámara de Diputados, de mayoría abrumadoramente priísta, fue imposible conocer con certeza el resultado real de los comisión y ha quedado como parte del imaginario colectivo la comisión de un fraude electoral de descomunales proporciones.

Allí surge, al poco tiempo, el PRD, como la fusión de la mayoría de las fuerzas políticas que confluyeron en 1988 bajo las siglas del FDN y se comienzan a crear las condiciones para impulsar la democratización del sistema político. Con el empuje del PRD y del PAN se obliga al gobierno de Carlos Salinas de Gortari a aprobar algunas reformas significativas como la ciudadanización del IFE, la credencial para votar con fotografía y otras más que llevaron a competencias electorales, si bien no perfectas, al menos más justas y competitivas.

Antes de 2006, ese momento paradigmático al que se hace referencia al inicio de este texto y posterior a 1988 surge el importante liderazgo de un joven tabasqueño, de Macuspana, quien había decidido separarse del PRI, no con el surgimiento de la corriente democrática que es uno de los polos importantes para la conformación del FDN, sino cuando su partido decide no postularlo a la gubernatura de Tabasco.

Participa entonces en dos procesos electorales por la gubernatura de su estado y en ambos sale derrotado, aunque en ambos también acusa de fraude electoral al gobierno. Crea el éxodo por la democracia y llega incluso a presidir el PRD a nivel nacional. Con esa nueva exposición y pese a no cumplir con todos los requisitos de elegibilidad, es postulado por una coalición encabezada por el PRD para competir por el Gobierno del Distrito Federal en donde, pese al efecto Fox, se impone por una mínima diferencia y de manera controvertida al candidato del PAN, Santiago Creel Miranda, en medio también de una gran controversia.

Una vez encabezando el gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel, que era ese joven salido de Tabasco quien ya se decía víctima de dos fraudes electorales, comienza a construir sus aspiraciones presidenciales. El desgaste del PRI, que se mantenía, la decepción por los cambios no concretados en la administración de Fox y su creciente popularidad daban la pauta a una contienda electoral que muchos creían de trámite y donde se calculaba que podría alzarse con la presidencia de la República.

Sin embargo, el gobierno federal empeñó todos sus esfuerzos en impedir la llegada de AMLO. Para ello aprovecharon la influencia en medios de comunicación para exhibir de manera importante a colaboradores de los más cercanos a Andrés Manuel dentro de tramas de corrupción. Posteriormente aprovecharon un resquicio jurídico para armar un caso contra él y buscar su desafuero, con lo que pretendían su posterior inhabilitación.

En aquel proceso de desafuero, una de las figuras claves fue una joven legisladora local del Partido Acción Nacional, Gabriela Cuevas, quien era una de las principales opositoras de Andrés Manuel y pagó incluso su fianza después de que fuera desaforado para, en sus palabras, impedir que el tabasqueño fuera a la cárcel y se victimizara. Lo anterior provocó que un grupo de seguidores de AMLO llevaran la cantidad pagada por la legisladora en monedas conseguidas mediante “boteo” y se las arrojaran en el recinto legislativo de la capital.

El desafuero se vino abajo por la presión popular y el pésimo manejo de Vicente Fox que, como hoy Peña con Anaya, demostró con claridad el uso faccioso de las instituciones de procuración de justicia para sacar de la contienda política a un adversario.

Vino después la elección. AMLO enfrentó a Felipe Calderón. El coordinador de campaña del segundo era otro joven talentoso que, a la postre y con el apoyo del ya entonces presidente, llegaría a la dirigencia nacional del PAN, me refiero a Germán Martínez.

Como narro al inicio del texto, una serie de actuaciones irregulares de quienes tenían que mostrar imparcialidad, lo cerrado de la contienda y los vicios de la incipiente democracia mexicana, hicieron que AMLO denunciara un fraude electoral, se tomara avenida Reforma, no se permitiera a Vicente Fox dar su último informe de gobierno (momento que marcó el final de ese ritual como lo conocíamos) e incluso se pusiera en riesgo la toma de posesión de Felipe Calderón.

Según lo que se ha narrado, una partícipe fundamental en el fraude electoral que denunció en su momento AMLO fue Elba Esther Gordillo con quien, se dice, él se negó a pactar y que acudió entonces a acordar con Felipe Calderón.

La importancia de Elba Esther radicaba en tres factores esenciales.

1. Su cercanía con muchos de los gobernadores priístas que, ante la imposibilidad de triunfo de su candidato, Roberto Madrazo, pudieran acordar el apoyo para Felipe Calderón.

2. La operación político-electoral directa del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación en la concreción del fraude directo, físico, con su presencia nacional alterando el sentido de la votación.

3. Su influencia en Luis Carlos Ugalde, Consejero Presidente del IFE y quien habría de operar desde adentro que los elementos anteriores no fueran cuestionados por la autoridad.

Con todo esto se llevó a cabo la elección de 2006 y se conmocionó al país. Nuestra incipiente democracia sufrió un profundo retroceso. Del IFE fuerte y respetado que había dejado José Woldemberg después de mostrar su autonomía con la transición democrática, se retrocedió años en la credibilidad del órgano electoral.

No es exagerar pensar que la crisis de legitimidad del entonces Presidente Calderón fue lo que lo llevó a emprender la famosa “guerra contra el narcotráfico” misma que hasta la fecha vivimos, que no ha dado ningún resultado benéfico para el país y que en cambio nos ha bañado en sangre.

Sin duda, el uso faccioso de las instituciones dio paso al triunfo de esta narrativa, la del fraude, la cual fue impulsada por un candidato que, además sólo ha aceptado a lo largo de su historia como válidos los resultados electorales que le han sido favorables.

Todo lo anterior viene a la memoria porque hace unos días AMLO anunció su acuerdo con los “maestros del SNTE” (con Elba Esther) para el cuidado de las casillas y la estructura electoral de MORENA. Además el día sábado 3 de marzo AMLO anunció la creación de lo que llamó el “Consejo Asesor Electoral” donde entre otros incorpora a Gabriela Cuevas y Germán Martínez. La intención de este grupo es vigilar las elecciones y evitar que se cometa “otro fraude” (sí, ya sabemos que sólo puede perder por medio de algún fraude) en su contra en 2018. Con ello, dijo, quedaba blindada la elección.

¿La Iglesia en manos de Lutero?

Ya AMLO había mostrado su desprecio profundo por la democracia con su cercanía con Manuel Bartlett, operador de la elección de Estado y el fraude electoral de 1988. Sin embargo, lo que muchos creíamos, es que AMLO consideraba la afrenta de 2006 como algo “personal” y no una afrenta a la democracia. Por eso podía convivir con quienes hicieran el fraude en 1988, pero atacar a quienes siquiera dialogáramos con actores de 2006. Sin embargo esa tesis se diluye con sus últimas alianzas.

La narrativa del fraude comenzó con el desafuero, donde Gaby Cuevas fue altamente relevante. Posteriormente en la elección quien debió haber conducido, en caso de existir, el fraude electoral, fue sin duda el jefe de campaña del candidato beneficiario del mismo, es decir, Germán Martínez. Y la instrumentación del fraude, según se ha denunciado por años, fue mediante un acuerdo con Gordillo.

Hoy todos estos actores son los responsables del proceso electoral por parte de MORENA.

Ante ello, Andrés Manuel está obligado y nos debe una explicación a todos, quiera o no darla, los mexicanos que hemos vivido al menos los últimos doce años en una sociedad polarizada a partir de la narrativa del fraude electoral de 2006. A muchos que acompañamos las movilizaciones previas a la elección y posteriores a la misma pidiendo que se limpiara y aún a quienes no participaron pero fueron afectados por las mismas.

La pregunta es concreta y no tiene como evadirse, la lanzo directa, sin cortapisas y espero respuesta:

¿Hubo fraude en 2006, Andrés Manuel? No se admiten términos medios, la respuesta es un sí o un no.

En caso de que la respuesta sea no, entonces sus nuevos aliados probablemente sean impolutos y merecerían una disculpa pública de quien los acusó por años de haber atentado contra la democracia nacional. Pero mereceríamos también una disculpa todos aquellos que vimos rota la normalidad democrática y vulneradas las instituciones, por un lado por la mala actuación de quienes detentaban el poder, pero por otro lado por un mal perdedor que habría acusado un fraude que hoy reconocería inexistente.

Lo más seguro, sin embargo, es que AMLO suscriba que sí, efectivamente, hubo fraude. Él no concibe una derrota en donde no se le haya hecho trampa, va contra su ADN. Pero entonces viene algo más preocupante aún.

Al reclutar para su equipo electoral, como cabezas de primer nivel, a todos aquellos que acusó y acusa de haber violentado la voluntad democrática de los mexicanos hace doce años, de haber transgredido la ley y de haber instrumentado un fraude electoral, no queda otra opción más que intuir, con toda claridad, que AMLO pretende que el fraude se repita, ahora con él como beneficiario y, para ello, recluta a quienes considera los operadores más probados en cuanto a su eficacia en este tema. Aquellos que lo hicieron contra él.

Esperamos una respuesta como sociedad Andrés, la merecemos.

¿Inventaste un fraude para no aceptar tu derrota o crees que el fraude existió y hoy reclutas a quienes lo cometieron para que lo operen, ahora en tu favor?

Así de simple, así de complejo.

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