viernes 29 marzo 2024

Vladimir Ilich Ulianov, Lenin – Primera parte

por Marco Levario Turcott

Las redes sociales permiten que cada quien diga lo que sea, aunque incluso no se tenga idea de lo que se dice. La ignorancia -y la irresponsabilidad de evadirla y opinar- se ha exhibido con la figura de Vladimir Ilich Ulianov, Lenin: citas apócrifas expuestas con lentes de iniciado, ideas fuera de contexto y todas las limitaciones inherentes a tomar como referencia Wikipedia, si es que al menos hubo el decoro, pero sobre todo, abundan adjetivos para descalificar o apreciar al hombre.

Lenin fue el jefe de la revolución más importante de principios del Siglo XX y el continuador de la teoría marxista que la hizo posible. Guste o no. También el referente más destacado de la inspiración socialista europea y con ciertos matices latinoamericana, por ello además es un modelo cultural de lo que significa ser de izquierda, y en México tiene una gran tradición, por lo que no puede vilipendiarse así nada más -con la descalificación de la ignorancia- y omitir, por ejemplo, al movimiento estudiantil de 1968 y a las luchas sindicales de los electricistas y los trabajadores de la UNAM (aunque la influencia del Cardenismo también fuera decisiva). Vale la pena anotar que los partidos de izquierda también fueron influidos por el leninismo y, dicho a grosso modo, por el vértice bolchevique de la revolución, por ejemplo el Partido Comunista e incluso el PSUM y el PMS, que es el más importante esfuerzo de unidad de la izquierda en nuestro país (claro que el Partido Revolucionario de los Trabajadores, el PRT, sobre todo en los inicios de los ochenta, tuvo un destacado papel al enarbolar temas como la diversidad sexual o la defensa de los derechos de las trabajadoras sexuales, y fue la expresión ideológica que más reivindicó a León Trotsky y la IV Internacional, en demérito de la construcción que, como ha señalado Alberto Monroy, hizo Joseph Stalin de la imagen de Ilich Ulianov).

Que Lenin sea una inspiración se debe, claro, a la forma en la que el mismo ideólogo ruso entendió la militancia: el efecto de su hermano ejecutado y la novela de Cherrnyshevsy antes que el padre del marxismo Ruso, Plejanov (con quien su coincidencia sólo fue momentánea), ello implica la definición de la voluntad como el epicentro de la acción y el convencimiento de que la doctrina de Marx era todopoderosa porque era exacta, y eso no es menor: Rusia era una amalgama de creencias religiosas que alcanzan en el marxismo la idea secular de que el paraíso entre los zares y los señores feudales era posible; la convicción según Lenin debía acelerar las fases ineluctables (como entonces se decía) del desarrollo histórico. Y nada ni nadie podría oponerse a él, por eso en efecto, como señalan buena parte de los biógrafos del jefe de la revolución rusa, Lenin era un fanático, y su triunfo político implicó otra manera de comprender el diagnóstico social y la estrategia socialista planteada por Antonio Gramsci en Italia (aunque sin desafiar con franqueza al líder de la llamada socialdemocracia rusa).

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Lenin supo capitalizar la expectativa religiosa, providencial de amplias franjas de campesinos y obreros rusos, y por ello no sólo elaboró el primer plan para el desarrollo de la que sería la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas sino que convocó a los habitantes para hacer ese desarrollo económico realidad (Así se templó el acero, de Nikólai Ostrovsky, es uno de los libros emblemáticos de la literatura revolucionaria y, en términos políticos para el esfuerzo del que escribo Las tesis de Abril, de Vladimir Lenin quien, por cierto, admiró y leyó tanto a Tolstoi como Marx a Dante. Muchos críticos de Lenin no tienen la décima parte de la cultura que él tuvo, pero al calor de los acontecimientos cualquiera vilipendia).

Entonces, Lenin era un fanático, y sus seguidores en consecuencia, por ello es que no quiso establecer más alianzas que los pragmáticos pasos de la revolución burguesa antes de la de octubre; la política rusa frente a la Primera Guerra Mundial a la que entendió como reparto de territorios y, en consecuencia, a la que no enfrentó con la exigencia de la paz o el despiadado trato a los disidentes, en general a los mencheviques y en particular a León Trotsky registran a un hombre pragmático pero no a alguien que pudiera ceder ni un ápice en sus definiciones y entre ello, sobre todo, al arquitecto de una forma distinta de emprender el desarrollo social y económico al del llamado imperialismo (la fase superior del capitalismo, según Lenin).

Estamos hablando no sólo de un fanático. Esas reducciones simplonas evitan comprender al hombre. También aludimos al arquitecto de una revolución y al definidor del papel del Estado en la organización de la economía y el poder de una de los paises más importantes del siglo pasado; su desmembramiento ulterior, naturalmente, de debe a que la unidad de las regiones fue forzada y a que el nacionalismo tiene una raigambre formidable, entre otros aspectos más complejos pero que, en mi opinión, tienen como responsable principal a Stalin, uno de los participantes, vaya ironía, de la repartición del mundo al menos el europeo que implicó el término de la Segunda Guerra Mundial.

Estoy convencido de que demonizar o enaltecer a los hombres al grado de divinizarlos, es propio del pensamiento primitivo sino es que ignorante y fanático. La revolución de octubre, como todas las revueltas, fue en sentido contrario de la democracia y por ello en el mundo, el legado fundamental de Lenin es la ruptura para la revolución, no obstante buena parte de las conquistas sociales en todo el mundo, que le fueron arrancadas al capitalismo, se deben a la figura de Lenin y a las estrategias de lucha de obreros y campesinos que al final o al menos en este trayecto histórico han devenido en reformas.

(Primera parte)

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