jueves 28 marzo 2024

¿Qué es la violencia de género? Anotaciones para principiantes

por Orquídea Fong

 

“No le crea nada.
La pequeña ramera tuvo lo que se merecía:
estuvo coqueteando con él”.
La aventura del acróbata colgante.
Ellery Queen

Hoy, 25 de noviembre, es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer, violencia específica que se ha denominado “violencia de género” o violencia contra la mujer “por el hecho de ser mujer”.

Una lectura a cualquier foro, página de Facebook o hilo de Twitter donde se hable de feminismo es suficiente para darse cuenta de que un concepto tan relevante para nuestra causa (y para todas las mujeres, hasta las que no se asumen feministas) es sumamente incomprendido.

He notado que colectivos feministas, institutos oficiales de defensa de la mujer y escritoras (expertas todas en la problemática de la violencia contra la mujer) no logran comunicar de manera suficiente el concepto “violencia de género”. Espero, por medio de este artículo, aportar a su comprensión.

Opino, respetuosamente, que esto ocurre por un exceso de cercanía con el tema. Es tan evidente para ellas (y para mí, que no me dedico al activismo) cuándo una violencia es de género y cuándo no, que a veces se olvida profundizar en la definición.

Pero es fundamental para evitar, de parte de muchas personas, afirmaciones tales como “a los hombres también nos matan, y nos matan más”, para invalidar la existencia de una violencia específica contra las mujeres, por el hecho de ser mujeres.

“La violencia es violencia”

Así suelen decir aquellos hombres y aquellas mujeres que consideran que no existe algo como la violencia de género. La violencia es violencia, dicen, emulando a Perogrullo, y hay que eliminarla, venga de donde venga.

O sea, sí, mis queridos obvios. Lo es. Pero para ayudar a la comprensión les diré que hablar así es igual que si ustedes negaran la existencia de la diabetes, debido a que hay gente enferma de otra cosa. “La enfermedad es enfermedad. Punto. Lo importante es curarla”, dirían los mismos que niegan la existencia de la violencia de género. Y seguramente tales personas esperarán que se dé el mismo tratamiento a un cáncer de pulmón que a una uña enterrada.

Con esta analogía a ras de piso quiero decir que la violencia de género es una manifestación específica de la violencia, ya que ésta puede tener muchas caras. Sí, la violencia en lo general es mala, pero, ¿se combate o se resuelve igual el bullying escolar que los crímenes de guerra? Claro que no.

Son fenómenos distintos, con orígenes distintos que requieren abordamientos distintos.

La violencia de género es una clase específica de violencia que se dirige hacia la mujer por el hecho de ser mujer. ¿Cómo es esto? Lo explicaré más adelante.

“A los hombres también nos matan”

Claro que a los hombres también los matan. Claro que los hombres también sufren violencia. Pero en la práctica totalidad de los casos no sufren violencia de género, es decir, no se los agrede porque se piense que se lo merecen por ser hombres.

Aquí, hago un alto para señalar que es posible, sí, que existan casos en donde a un varón se le violente por venganza hacia el género masculino. Es prácticamente nula la estadística al respecto, pero por supuesto que es posible, aunque no probable.

Con “posible, pero no probable” quiero decir que un varón violentado por el hecho de haber nacido hombre se encuentra dentro de lo realizable, pero no dentro de lo que mayoritariamente ocurre. Ello, debido a que, culturalmente, ser hombre no se considera algo negativo.

En todo caso, se violenta a los varones que se atreven a transgredir el rol de hombre, como a los trasvestis, los homosexuales y los transexuales. Es decir, a los varones que se “rebajan” a convertirse en una mujer. ¿Por qué?

Piénsenlo bien, a fondo: con todo y la carga social que se les impone a los varones, el ser hombre no se considera una inferioridad. En todo caso, es una “chinga” dirían muchos, pero nada en la sociedad le dice a un hombre que vale menos por el hecho de tener pene y testículos. Al contrario. Tener huevos, mientras más grandes mejor, es un orgullo, tanto física como simbólicamente hablando. Y qué diré del pene: la competencia por ver quién lo tiene más grande es real.

Ser hombre no se considera algo malo, algo inferior. Pero ser poco hombre sí. ¿Y a qué o quién se compara un poco hombre? ¡Exacto! A una mujer. El peor insulto de un varón hacia otro es compararlo con una mujer. Ustedes lo saben: entre hombres hay un juego de decirles “nenas” o “señoritas” a sus amigos, con el afán de ofenderlos.

A los hombres también los matan, ciertamente. Pero, como han insistido múltiples analistas, no los matan porque se considere que sus genitales los hacen valer menos. Muchas muertes de varones tienen lugar en un contexto de competencia con otros: de ver quién es más fuerte, es decir, quién domina a quien o quien es el alfa.

Por supuesto, también cuentan, y mucho, las muertes por delincuencia, guerras y accidentes. Aquí habría mucho que decir respecto al afán de dominio masculino, pero sería tema de otro artículo.

“Vieja el último”

Estamos en 2020 y en muchos, muchos lugares del planeta las familias esperan tener un hijo y no una hija. Le pagan estudios al hijo varón, pero no a las hijas mujeres. Aún muchas familias creen en eso de que “más vale un mal marido que una buena carrera”, eco del más antiguo “mujer que sabe latín, ni tiene marido ni tiene buen fin”.

En muchas culturas –muchas etnias mexicanas incluidas—el hombre pide una mujer a los padres, paga por ella y se la lleva, en un matrimonio forzado sobre el que la mujer no puede opinar.

Muchas personas consideran que los hombres son más inteligentes y las mujeres tontas. O que por “naturaleza” están limitadas para las matemáticas, la física o la ingeniería. Es pleno 2020 y sigue siendo una gran noticia cuando una científica gana un Nobel y se destaca fundamentalmente el hecho de que es mujer.

Hombres y mujeres piensan que las mujeres de vida sexual activa son unas putas que “no valen la pena” y que los hombres que hacen lo mismo son “unos cabrones bien hechos”, no la mejor clase de personas, pero ciertamente no alguien que ha perdido su valor personal.

Tras cada feminicidio surgen cientos que opinan que una mujer tiene que estar en su casa. Hay quien afirma que el lugar de una mujer es cerca de su familia y que los hombres “son más despegados”. Vaya, esto último lo sostiene el propio presidente López Obrador. Y si hay un varón que, cumpliendo sus obligaciones, cuida a sus hijos, les lava la ropa, les cocina y les cuida las enfermedades, miles de mujeres lo felicitan, pero no hacen lo mismo con una mujer. ¿Por qué?  Porque en el hombre es gracia. En la mujer es obligación.

En México, sigue vivo el dicho “vieja el último”, ya que ser mujer es denigrante. “Ten huevos”, le dicen a alguien para que sea valiente, y se suele ofenderlo al espetarle que “llora como nena”.

En la cultura está tan arraigada la idea de que ser mujer es denigrante, inferior, vergonzoso o malo, que por ese motivo se exige a las mujeres que constantemente demuestren su valor siendo “buenas mujeres”.

De las mujeres se espera que se porten mejor, que tengan “más decencia”, más valores, más control, que sean más limpias, más ordenadas, más estudiosas, más trabajadoras. Socialmente hablando, a los hombres se les da mucho y se les exige poco. Las familias, incluidas las madres, esperan mucho más de sus hijas que de sus hijos, incluso, que se queden a cuidar a sus padres en la ancianidad, tal como retrata la novela de Laura Esquivel, Como agua para chocolate. Y no, no es un concepto en desuso. Gente del siglo XXI sigue pensando así.

Las mujeres, en general, tienen una carga más grande, por la cual, además, son menospreciadas. La gran cantidad de hogares encabezados por una mujer madre soltera así lo confirma. Por supuesto, son mujeres que “abrieron las patas” y que si procrearon con un varón irresponsable, también es su culpa, por “no fijarse”.

Sintetizo lo anterior diciendo que, culturalmente, ser mujer tiene menos valor que ser hombre. Y que la mujer se sigue concibiendo como un ser que está para servir al hombre, para ser utilizado. A pesar de 100 años de feminismo moderno y múltiples conquistas sociales. En la mente, en la conciencia de una inmensa mayoría de la población, las mujeres tenemos menos valor, menos libertad, más obligaciones y más culpa. Una de esas obligaciones: ser objeto de placer del hombre.

Esa desvalorización es violencia de género: vales menos por ser mujer y por eso, debes portarte siempre mejor, para compensar el terrible hecho de que naciste así.

Pero, ello lleva, indefectiblemente, a otras clases de violencia. ¿Por qué? Abajo lo explico más.

La violencia por el hecho de ser mujer

Todo lo que describí arriba se denomina violencia simbólica de género. Quiere decir que se han creado un amplio conjunto de ideas, nociones, definiciones, expresiones, refranes, historias y más estableciendo la inferioridad que la cultura asigna a la mujer. Todo eso es lo simbólico. Pero por supuesto que no se queda ahí: de lo simbólico se pasa siempre a lo práctico, y viceversa.

Ahora, otro concepto: el heteropatriarcado.

Muchas corrientes feministas usan este término. Alude, en una sola palabra, a todo lo que he dicho arriba. Es decir, a la cultura y la sociedad construidas en torno a la noción de que ser mujer es ser inferior, y al maltrato y violencia que ello implica. No suelo usar dicho término. Lo considero en extremo desgastado, de cara a la labor periodística. Desgastado, que no incorrecto. Prefiero el uso de términos más neutros, con la finalidad de comunicarme sin provocar la resistencia que para muchas personas representa esta y otras palabras.

También debemos hablar del género:

El género se refiere a la identidad social y cultural de una persona, derivada fundamentalmente de su sexo biológico. O sea, naces con vulva y vagina: eres mujer. Naces con pene y testículos: eres hombre. Mujer y hombre son géneros. Se considera que sólo hay dos géneros (no es verdad) y que uno es inferior al otro. Por ello, cuando se habla de violencia de género, únicamente se alude a la violencia que sufren las mujeres debido a que la cultura y la sociedad las considera inferiores.

Como dije arriba, quizá haya quien ejerza violencia hacia un varón por el hecho de ser varón. Si ello existe, también podría hablarse de violencia de género. Pero las estadísticas sobre asesinatos y otras agresiones indican que la violencia de género siempre es hacia las mujeres y hacia los hombres que se identifican como mujeres.

Si el lector ha sido tan amable de leerme hasta aquí, entonces, con todo lo arriba expuesto, podremos llegar a una definición (no académica) de la violencia de género:

La violencia de género es:

1.- Una agresión física, emocional, psicológica, simbólica, económica, laboral, médica, o del tipo que sea, dirigida a una mujer, siempre que dicha agresión sea motivada por:

2.- El enojo porque la mujer no cumple su “rol de mujer”: ser buena, obediente, bonita, servicial, delgada, femenina, bien depilada o lo que sea.

3.- El deseo de castigarla por ejercer una libertad que no le toca, por ser mujer.

4.- El deseo de controlarla, debido a que ella es hija, madre, esposa y tiene que cumplir su “deber”.

5.- El afán de usarla sexualmente, debido a que su obligación como mujer es dar placer al hombre.

6.- La noción de que a ella le toca callar, obedecer, atender, servir y se necesita “meterla al orden”.

7.- La intención de negarle placer, disfrute, libertad, ya que esas son cosas que sólo los hombres disfrutan.

En síntesis, la violencia de género es la que se dirige a la mujer para mantenerla “en su lugar”, entendido ese lugar la concepción tradicional del rol de mujer que, de manera somera, he abordado arriba.

Por ese motivo, pongamos por caso, un asesinato de una mujer en el contexto de un robo a un banco, en el que el asaltante disparó al azar, matando a varias personas, entre ellas a una mujer, no es violencia de género. ¿Por qué? Porque no era relevante el sexo o género de la persona, ni su rol social.

Pero una violación efectuada por un tipo que considera que las mujeres para eso están y sin importarle si la persona quiere o no tener sexo con él, sí es violencia de género.

Un asesinato de una mujer debido a que “era una puta” y por eso “se lo merecía”, por supuesto que es violencia de género. ¿Por qué? Porque en la concepción del deber ser de la mujer, una puta es una mala mujer. Una mujer que merece castigo, ya que no cumple con su rol, al que está obligada para compensar su innata inferioridad: la de haber nacido mujer. Es una transgresora.

De ahí la cita con la que abro el artículo. Es de una novela del famoso escritor Ellery Queen, que trata de una acróbata asesinada por su marido. El policía que investiga el caso resuelve que ella se lo merecía, pues era una “ramera”. Nadie lo contradice y todos le tienen lástima al marido engañado, que se vio orillado a matarla, por los celos. Un feminicidio.

La noción de un asesinato cometido por motivos de género ha llevado, con muchos trabajos y activismo, a la conformación de la figura jurídica denominada feminicidio, que es, insisto, el asesinato de una mujer por motivos de género.

Creo que es sencillo de entender y que el que no lo hace, es sencillamente porque no quiere.

Y tú: ¿ejerces violencia de género?

 

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