jueves 28 marzo 2024

Van dos

por Javier Solórzano

El INE ha logrado darle un giro interesante a los debates, a pesar de lo que a menudo quieren los partidos políticos. Se ha llegado a nuevos formatos, lo que ha hecho de los debates piezas de mayor participación e interrelación entre los candidatos.

El del domingo fue atractivo, pero quedó la impresión de que fue más atractivo en el papel que en su aplicación. Particularmente en el renglón de la participación de los ciudadanos, quedó de manifiesto que no logró amarrar. No alcanzó a hacerse valer su presencia como un factor que atrapara y representara, hasta donde puede ser posible, a los ciudadanos.

Quizá uno de los factores que pudo influir es que los candidatos no contestaron a detalle las preguntas que les hicieron, se les veía más inquietos y atentos con lo que les planteaban los moderadores. Al final, lo que debía hacer diferente el debate era la presencia y el papel de los ciudadanos, no el de los moderadores.

El primer debate mostró que los coordinadores ya están bajo otra dinámica, juegan un papel activo. En el caso del domingo la clave estaba en el nuevo componente, los ciudadanos, lo cual no llegó a despuntar.

Lo importante es que se ha avanzado como nunca antes en el formato de los debates. Otro ejemplo de ello han sido los debates a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México. En los dos que van los moderadores han desempeñado un papel mucho más activo. En el primero se les hicieron dos preguntas a cada uno y una de los siete aspirantes, para un total de 14. En el segundo todo fue aún más participativo, los moderadores pudieron intervenir directamente, preguntar y alentaron y permitieron que fluyera el debate entre los suspirantes.

El avance ha mostrado que los candidatos no son necesariamente buenos debatientes. Las condiciones para tener encuentros abiertos ya están dadas. En donde las cosas no han podido redondear es en el papel que debieran jugar los candidatos, al final son los debatientes.

En los dos encuentros que llevamos hemos visto cómo se hacen a un lado en ciertos temas y cómo al final no responden a las preguntas directas que les hacen, esto se aplica por igual para unos y para otros.

Lo que sigue siendo una deuda significativa en los debates, en todos los que se están haciendo en el país en estos días, es en el cómo van a hacer los candidatos lo que se proponen y de dónde van a sacar el dinero para ello; es una constante.

En el tercer debate se debe poner énfasis en que los aspirantes deben dejar en claro el “cómo”. Hay que alertarnos de antemano en la obligación que tienen en responder a ello, lo que incluye que los moderadores hagan su parte al respecto.

Todo esto ha quedado al garete, pareciera que les tenemos que creer a los candidatos sólo por ser quienes son, es su palabra siendo que la palabra de los políticos más devaluada, a estas alturas, ya no puede estar.

Falta un debate. Habrá que ver si aprendimos de los anteriores. Hay que precisar cuál es el papel de los moderadores —lo que ni por asomo significa limitarlos—, hay que buscar que los candidatos respondan a temas estratégicos porque es una de las formas en que los ciudadanos pueden decidir su voto, y para la próxima hagamos de los ciudadanos un actor activo y no una especie de invitado de piedra.

RESQUICIOS.

Dos asuntos finales sobre el debate del domingo:

1.-Por primera vez  el tema migratorio se llevó buena parte de tiempo y opiniones de los candidatos, fue saludable que así fuera. Es un asunto de la agenda y de seguridad nacional, gane quien gane.

2.-Después de lo visto y escuchado en el debate del domingo, si con alguna impresión nos quedamos es que para los candidatos América Latina pareciera que no existe o no está en su radar.


Este artículo fue publicado en La Razón el 22 de mayo de 2018, agradecemos a Javier Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.

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