jueves 28 marzo 2024

‘Valemadrismo’, ‘casandrismo’ y regreso a los 60

por José Carreño Carlón

¿Complot distractor? Es cierto que en México, Estados Unidos y el resto del mundo hay evidencias de oportunismo en los saltos de última hora al vagón antiTrump. Se trata de quienes se instalan en la corrección política imperante y se suman al rechazo a las posibilidades presidenciales de este impresentable prospecto del populismo de la derecha estadounidense.


Pero a mí me resultan más preocupantes las reacciones en el otro extremo, contra ese oportunismo. Por ejemplo, el menosprecio a los movimientos de opinión que advierten sobre el peligro de la llegada de este personaje a la Casa Blanca, y la propagación de la indiferencia ante esa eventualidad. Y son justamente esta indiferencia y aquel menosprecio los que definen el vocablo ‘valemadrismo’ en los diccionarios de mexicanismos de nuestra lengua.


Y hay una reacción más en este México del mal humor social: la descalificación de las críticas al discurso antimexicano de Trump, señalándolas como maniobras distractoras, cortinas de humo o, en fin, como complots para ocultar o eludir los graves problemas nacionales que estarían a punto de hundir al país antes de que Trump lo amuralle y le devuelva millones de migrantes. Y aquí aparecería el ‘casandrismo’, como llamaba el ilustre parlamentario José Luis Lamadrid a la tendencia de políticos, académicos y periodistas mexicanos dedicados a vaticinar catástrofes nacionales, a la manera de la Casandra de la mitología griega, cuyos vaticinios eran, por lo demás, desoídos por la gente. Claro que hay diferencias: en la mitología griega, los pronósticos de Casandra se cumplieron, mientras en las mitologías mexicanas nuestras Casandras suelen empeñar en vano sus vidas en la empresa de autorrealización de sus profecías.


Con perdón. Pero, volviendo al principio, la verdad es que el oportunismo antiTrump no deja de ser un homenaje al éxito de la movilización de la opinión pública estadounidense y mundial contra un futuro regido por los odios y arcaísmos del magnate. El resultado está en el creciente aislamiento del fenómeno proTrump en una franja importante pero no determinante (hasta ahora) del electorado, al grado de que todavía no hay republicano que se anime a acompañarlo en la boleta electoral como candidato a la vicepresidencia.


Por invocar un antecedente de Trump, en la campaña del también ultraderechista Barry Goldwater de 1964 —una década en que la Guerra Fría se calentó hasta llevar al mundo al borde del holocausto nuclear— mi artículo de la semana pasada mereció alguna de las anteriores expresiones ‘valemadristas’ o ‘casandristas’. Pero ese mismo miércoles fue separada de su cargo la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, mediante una operación parlamentaria que despertó a su vez el fantasma del golpe militar de 1964 en aquel país. No sólo lo invocó la ahora ex presidenta izquierdista, sino un par de sus verdugos, los congresistas conservadores Bolsonaro, padre e hijo, que dedicaron su voto contra la presidenta a los golpistas del 64. Y, con perdón del complotismo, que supone que asomarse al exterior distrae de los problemas nacionales, esta otra regresión de 2016 también nos atañe directamente.


Otros muros. En efecto, México no escapa, en esta segunda década del siglo XXI, a llamados de diverso origen a la desintegración del incipiente andamiaje institucional que ha sido el sostén del avance en la construcción inconclusa de esta y las demás democracias latinoamericanas.


Pretender una suerte de aislacionismo mexicano para reconcentrarnos en nuestros problemas se parece a otra aberración de aquellos años 60: la pretensión de una ‘cortina de nopal’ que supuestamente nos aislaba de la inestabilidad del sur y del Caribe.


“El mundo está más interconectado que nunca, y cada día se conecta más”, le trataba de explicar ayer a Trump el presidente Obama. “Construir muros no lo va a cambiar”. Tampoco el ‘valemadrismo’ o el ‘casandrismo’ mexicanos y su pretensión de que el mundo es sólo un distractor de nuestros problemas.



Este artículo fue publicado en El Universal el 18 de mayo de 2016, agradecemos a José Carreño Carlón su autorización para publicarlo en nuestra página.

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