miércoles 24 abril 2024

Un día en el parque

por José Antonio Polo Oteyza

“Creer sospechas y negar verdades,
es lo que llaman en el mundo ausencia,
fuego en el alma, y en la vida infierno.”
Lope de Vega

Faramallas, demoliciones, encuestas que presumen el suicidio, todo lo que se quiera, pero ruinas y brumas aparte, el gobierno es tan débil que sólo aspira a un derecho de apartado en esa madeja de extorsiones llamada México. Ojo, no sólo es que no pueda con más, sino que no lo imagina. Este vacío intelectual, esta suerte de soberbia reptante, tiene ínfulas de proyecto cuando no puede siquiera transitar por complejidades políticas esenciales como la pluralidad, la técnica, el silencio. No pocos muerden el anzuelo, quizá porque se confunde la capacidad de daño con la capacidad de gobierno, pero conviene recordar que son cosas distintas, sobre todo para no caer en absurdos que circulan cual verdad revelada, como aquel de que vamos para país de un sólo hombre. De hecho, fue él quien advirtió, desde la cumbre del poder formal, que la justicia estaría por encima de la ley, intuyendo que tendría el monopolio de la arbitrariedad. Ajá. Más bien este gobierno pone la estocada mortal a un Estado que se construyó en tanto dimensión superior para el arbitraje y la determinación, dejando a la intemperie una cadena alimenticia sin atenuantes, donde las víctimas son también predadores, dispuestos lo mismo a resignaciones lacerantes que a linchamientos catárticos.

La pátina se descarapela, asoma el cobre, y el país se deforma en un circo siniestro atiborrado de enervados que, al igual que el gobierno, asumen la santa trinidad de moda. Todos al mismo tiempo fiscales, jueces y verdugos, lo único que cambia son las preferencias para el cadalso, y cada quien baila al son que disponga la filtración que embone bien con su prejuicio y su ignorancia. A los flamígeros inmaculados tampoco los mueve mucho que uno de los efectos del mantra “justicia mata ley” sea su concreción literal en el asesinato cotidiano de policías, por ahí de 350 en lo que va del año. Total, con 35 mil asesinatos anuales, qué más dan unos cientos más, si por definición son corruptos e ineptos; porque así dicen los santos trinitarios, igualito que el señor que tantos desprecian pero al que tanto se parecen.

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Echarle la culpa a la policía del avance criminal y además empujarla al matadero, sin siquiera simular interés por mitigar su indefensión, y además instaurar un militarismo que no tiene empacho en convivir con cualquier nivel y tipo de criminalidad, es una de las gracias siniestras que comparten los nuevos gobiernos transformadores, el federal y los locales, electos por comunidades buenas, y aupados por mareas de ciudadanía ejemplar.

Hace unos días se vieron en televisión imágenes de un policía municipal y una joven, asesinados en una plaza pública, seguidas de imágenes del mismo lugar un día después, sin que nadie lo hubiera limpiado ni acordonado, con unos niños curioseando, jugando, pisando la sangre. Y todavía hay quienes preguntan cuándo va a estallar todo, pero estallar de verdad, en serio, no como ahora, se entiende… que cuándo se va a caer el tinglado, como si hubiera un mismo país para todos, o como si todos hubieran tenido alguna vez algún cobijo, o como si no se hubiera ya caído para millones, o como si no se cayera todos los días lo que sea que puede caerse. Y es que también se puede vegetar en Babia, con la mirada perdida, mientras los niños juegan en el parque. Gobiernos, comunidades y ciudadanos. Cómo fregaos no.

 

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