miércoles 24 abril 2024

TLC: Los desafíos de la memoria

por Julián Andrade

El primero de enero de 1991, el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari recibió una llamada de George Bush. El mandatario estadounidense, inmerso en los preparativos de lo que se conocería como la “Guerra del Golfo”, le advirtió de las dificultades que podían suscitarse en las negociaciones para forjar el Tratado de Libre Comercio (TLC).

Además del ambiente bélico, la economía estaba entrando en un periodo de recesión, lo que dispararía los reflejos proteccionistas. Por si esto fuera poco, las conversaciones se tendrían que hacer en campaña presidencial.

Muchas de las objeciones de los opositores de entonces son las que ahora utiliza el presidente Donald Trump, como las de los niveles salariales, maquiladoras, materias primas o inclusive, las diferencias entre las propias economías nacionales. Una de las virtudes del TLC fue que se reconociera esta asimetría.

Los equipos mexicanos encargados del proyecto tuvieron que mostrar y desarrollar un gran talento para ir avanzando palmo a palmo.

En agosto de 1992 concluyeron las negociaciones, pero inició una etapa no menos ardua, porque se tenía que convencer a los legisladores, sobre todo del partido Demócrata.

El 3 de noviembre, Bill Clinton ganó la contienda presidencial. Aquellos fueron días cruciales para el futuro del TLC porque todo podía ocurrir.

En nuestro país también se desplegó un esfuerzo para informar y convencer a los senadores, quienes por ley aprueban los tratados internacionales. Más allá de leyendas acerca de la sujeción del Poder Legislativo, lo cierto es que la relación entre poderes suele ser más tirante y compleja de lo que se aparenta, inclusive desde aquel entonces.

El 17 de noviembre se desarrolló la votación en la Cámara de Representantes. Washington era un hervidero. Estaba en juego el porvenir de tres naciones. Se requería del apoyo de 218 legisladores para aprobar la vía rápida. Al final, el TLC fue avalado por 234, contra 218 votos.

Faltaba que los senados de Estados Unidos y México hicieran lo propio; pero existían en ellos mayorías que simpatizaban con el acuerdo.

El logro se podía medir, en su extensión, si se tomaba en cuenta que tan sólo en el sexenio anterior, la relación entre nuestro país y EU estuvo a punto de descarrilarse y sufrió múltiples tensiones, como las derivadas de la “Operación Intercepción”, que significaron casi el cierre de la frontera en 1985, en represalia por el homicidio del agente de la DEA Enrique Camarena.

Ahora se experimenta un enorme desafío y que proviene de uno de los presidentes de EU más hostiles hacia México. Donald Trump está empeñado en destruir lo realizado por generaciones. De nuevo, el talento, la prudencia y las convicciones es lo que nos puede sacar del atolladero.


Este artículo fue publicado en La Razón el 15 de enero de 2018, agradecemos a Julián Andrade su autorización para publicarlo en nuestra página.

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