jueves 25 abril 2024

Tepic de Nervo

por Juan Villoro
Etcétera

Entender a Amado Nervo significa descifrar la forma en que México administra sus emociones.

El habitante decisivo de ciertas ciudades es el fantasma de un poeta. Es el caso de Fernando Pessoa en Lisboa, Ramón López Velarde en Jerez, Amado Nervo en Tepic, donde incluso el aeropuerto lleva su nombre.

Mi generación encontró por primera vez al autor de La amada inmóvil en las clases de civismo, donde memorizamos su exaltada evocación de los Niños Héroes y su encomio de la “raza de bronce”. En su Crónica de la poesía mexicana, José Joaquín Blanco criticó al glorificador del sentimentalismo nacional. Sus argumentos resumían con destreza el diagnóstico de los años setenta: un poeta que posaba para lucir sublime y declamaba en estado de trance con generosa cursilería. El ídolo de nuestras abuelas.

Durante décadas lo rechazamos, ignorando el consejo de Alfonso Reyes de buscar, entre los 29 tomos de su obra, los textos que en verdad valían la pena. De pronto, comenzamos a verlo de otro modo. Hace unos días conversé en un café de los portales de Tepic con el poeta Bernardo Macías Mora. Amigo de los infrarrealistas y conocedor de las vanguardias, Macías Mora se apartó en sus inicios del principal poeta de su tierra. Un amigo compositor le decía de tanto en tanto: “¿Ya perdonaste a Nervo?”. La relectura del genio repudiado le deparó la sorpresa de estar ante un místico singular, precursor de una espiritualidad sin iglesia: “¡Nervo era un jipi!”, comenta Bernardo entre risas.

En “Yo te bendigo, vida”, Carlos Monsiváis se ocupó con fortuna en la relación de Nervo con su época. Los funerales del autor de Los jardines interiores han sido los más concurridos de la historia de México. Ni Cantinflas, ni Pedro Infante, ni Chespirito causaron revuelo semejante. Entenderlo significa descifrar los modos en que un país administra sus emociones.

De José Emilio Pacheco a Gustavo Jiménez Aguirre, señalados ensayistas han recuperado a un autor de insólita versatilidad, que inventó las notas de sociedad en la prensa de Mazatlán, reivindicó a Sor Juana Inés de la Cruz después de doscientos años de olvido y escribió el primer relato de ciencia ficción de nuestra literatura.

El poeta que influyó en Agustín Lara y otros heraldos de la canción romántica también fue el transgresor excomulgado por los versos en los que invita a su amada a pasarse la hostia de boca en boca; el novelista fantástico que creó el “hermafroditismo intelectual” al unir en un cuerpo las almas de un hombre y una mujer, y el poeta que cantó a un efebo andrógino.

La presencia viva de Nervo se ha intensificado con los estudios de Mayra Elena Fonseca Ávalos, responsable del guión museográfico de la casa donde nació el poeta y la Cátedra Amado Nervo, dirigida por la escritora Lourdes Pacheco en la Universidad Autónoma de Nayarit.

En sintonía con la nueva lectura de uno de los principales escritores del país, el 19 de junio se inauguró el primer Festival Letras en Tepic. Pocas veces se está ante un acto que marca un “antes” y un “después”. De manera emblemática, la presidencia municipal se convirtió en casa de los libros. Las mesas redondas se hicieron en el patio, las entrevistas en el despacho del alcalde, las firmas en la sala de juntas. Metáfora de la ciudadanización del espacio público, el Festival transformó la sede del poder en zona de discusión. Mientras Benito Taibo, Xavier Velasco, Guadalupe Loaeza, Alberto Barrera o Francisco Hinojosa firmaban libros, la gente conversaba con el presidente municipal acerca de los problemas de Tepic.

De filiación panista, Leopoldo Domínguez González llegó a la alcaldía apoyado por el PAN y el PRD (“soy el más amarillo de los azules”, afirma: “la coalición no era para llegar al cargo, sino para gobernar con consensos”).

El mejor puesto de observación de una ciudad es la silla de un bolero. El sitio también permite entrar en contacto con el periodismo tremendista, donde lo importante de un bebé es que tenga dos cabezas. En ese mirador leí rabiosas críticas al presidente municipal. Una señora se acercó a decirme: “¡La mesa sobre violencia ya pasó!, ¿por qué lee esas agresiones?”. Formado como gastroenterólogo, Domínguez González debe digerir los ataques de un periodismo que milita a favor de otros intereses.

El dato fundamental del Festival Letras en Tepic es que todas las sesiones contaron con el favor de un público entusiasta y numeroso. “Nací de una raza triste/ de un país sin unidad”, escribe Nervo, y agrega: “mi optimismo/ es tan sólo voluntad”.

Contra viento y marea, el naciente Festival de Tepic pertenece al optimismo de la voluntad.


Este artículo fue publicado en Reforma el 26 de Junio de 2015, agradecemos a Juan Villoro su autorización para publicarlo en nuestra página

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