viernes 29 marzo 2024

Tamara de Anda, una grosera caricatura

por Arouet

Supongamos que ustedes (como yo) optan por Malala y no por la Mars como referente de los objetivos por los que vale la pena que un joven se entregue. Pero junto con ello supongamos también que hay quienes crean que “si amas a Malala pero te caga la Mars lo más probable es que seas alguien que vale verga”. Ante una afirmación como esa, Tamara de Anda afirma hoy en El Universal: “Amo muchísimo a la Mars”, así de iconoclasta lo que implicaría que tanto ustedes como yo valemos verga.

La articulista del diario se autodefine #LadyPlaqueta, chaira, feminista y tragona, entre otras características con las que busca llamar la atención frente a la rigidez del análisis y por ello le da por esas poses porque, en realidad, nada tiene de chaira ni de feminista sino que exhibe una profunda ignorancia y un conjunto de impresiones que, en efecto, están más cerca de un condón metido por la nariz y sacado por la boca que la búsqueda de horizontes juveniles. De acuerdo con la frescura que muestra el lenguaje de Tamara podríamos decir que los ideales en favor de la educación debieran irse a la verga “porque la Universidad apesta” y porque la Mars representa ese hartazgo juvenil que bien puede pendejear –los términos son los que ella emplea– a quienes se hallan enclaustrados en esos valores porque la Mars es auténtica y tiene un chingo más de gracia que quienes la critican y que, según #LadyPlaqueta, sólo expanden el odio. Nadie vaya a creer que Tamara de Anda busca montarse en la triste fama de quien cree que el conocimiento mismo, al carecer de utilidad, no tiene sentido ni vaya a creer que ella promueve el desmadre como vía alternativa para caerle bien al respetable.

Yo por mi parte creo que hay personas que, como Tamara o la Mars, valen verga frente a los valores y los esfuerzos que siempre valdrá la pena emprender, seamos jóvenes o no, frente a los desafíos de la desigualdad o la pobreza, entre ellos, al imperativo de la educación y por ello, al menos para mí, no hay siquiera una mínima comparación entre Malala y las personas que sienten superioridad sobre el otro porque saben decir groserías así bien fuertes para que los demás nos espantemos o porque sienten que remar contra la corriente de la disciplina y el esfuerzo intelectual, en favor de la pereza, implica virtudes en el ser humano.

Tamara de Anda me parece una grosera caricatura del analista que busca provocar o romper moldes con una (supuesta) frescura que, en realidad, denota una gran ignorancia. Aunque junto con ello vale la pena registrar que legiones actúan como ella.

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