miércoles 24 abril 2024

Sobre narconovelas, poder blando y la austeridad republicana

por Fernando Dworak

Hace más de 20 años fui invitado por una fundación alemana a un curso sobre periodismo en ese país. Al momento de hacer mi primera presentación, donde hablaba de la situación de los medios masivos, mis compañeros rusos gritaron “¡Verónica Castro!” mientras lanzaban besos al aire cuando hablé de la industria de las telenovelas. Más adelante, cuando surgió el término “poder blando”, entendí la relevancia de un producto cultural en el mundo al recordar esta anécdota.

El término “poder blando” se usa en relaciones internacionales para describir la capacidad de un actor político, como sería un Estado, para incidir en las acciones o intereses de otros actores valiéndose de medios culturales e ideológicos, con el complemento de medios diplomáticos”.

La definición deja ver un aspecto central que suele no distinguirse a la primera: es del interés del Estado construirse un poder suave, y de hecho llega a emprender políticas para ello. Un ejemplo obvio sería apoyo a deportistas que podrían ganar medallas en competencias internacionales.

Otros casos podrían ser más sofisticados, como las escuelas de artes en el Reino Unido, creadas en los años cincuenta del siglo pasado, cuando se vio el incremento de nacimientos tras la Segunda Guerra Mundial y el interés por no masificar la educación superior. El resultado: casi todas las grandes estrellas del rock británico de los 60 a los 80 estudiaron en esos planteles, entre ellos John Lennon, Pete Townshend, Ron Wood, David Bowie, Freddie Mercury o Bryan Ferry. En ese mismo rubor está el apoyo de Corea del Sur al K-pop.

Lo anterior viene a colación porque la semana pasada, durante la instalación del Consejo para la Diplomacia Turística, el canciller Marcelo Ebrard consideró que en las series de televisión se deben plantear otros guiones que no estén basados en el narcotráfico, ya que promueven una imagen injusta de México, y se debía trabajar para quitar esa imagen y colocar en todas las esferas el prestigio de México a través de la promoción turística. Suena encomiable, pero ¿será factible?

La respuesta breve sería: dudosamente. Las políticas de la llamada austeridad republicana empezaron por desmantelar lo que habían hecho los gobiernos anteriores respecto a la promoción turística. ¿Había excesos? Quizás, pero ciertamente la peor decisión fue cortar de tajo algo que funcionaba. En su lugar, se depositaron estas funciones al a Secretaría de Relaciones Exteriores.

También fueron recortados los presupuestos de la Conade y la Secretaría de Cultura por la austeridad. Es difícil hacerse de poder blando sin financiamiento para deportistas, becas para creadores, museos e incluso proyectos arqueológicos y de restauración. Otra vez, ciertamente había excesos, pero no justifican la medida. Tampoco se ha planeado algo en su lugar, como estímulos fiscales o esquemas de protección del patrimonio a agentes privados.

Lo más lamentable: los medios públicos, que llegaron a producir programas y series premiados a nivel internacional, se han convertido en instrumentos de propaganda política, donde se ha priorizado la glorificación del régimen y el ataque selectivo a opositores en lugar del debate o una apuesta por calidad de contenidos.

Sabiendo esto, la cancillería puede hacer poca cosa para mejorar la imagen de México ante el mudo, fuera de declaraciones grandilocuentes. Al parecer el proyecto de desarrollo se ha convertido en una colección de lugares comunes y la construcción de clientelas electorales.

Todavía peor: nadie en los partidos de oposición o la sociedad civil ha tejido una narración sobre por qué es importante el poder blando, entre otros temas. Y entre más se tarden, más difícil será cuestionar los discursos de legitimidad que está implantando el gobierno.


Este artículo fue publicado en Indicador Político el 18 de julio de 2019, agradecemos a Fernando Dworak su autorización para publicarlo en nuestra página.

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