martes 16 abril 2024

Sin cabeza

por Regina Freyman

A mis hijas y alumnas, tengan calma, las viejas vamos aprendiendo.

Estoy en casa haciendo de muerta. No me escondo ni disimulo, honro a nuestras muertas. Eso hacemos todas, nos hacemos pasar por desaparecidas, antes que nos mutilen a otra más.

Somos un país de 64 millones de mujeres, no comenzamos a marchar ayer, las abuelas lo hicieron hace mucho, pero el 8 de marzo de 2020  decidimos que la voz tuviera pies y fuimos más que miles.

Nos convertimos en jacaranda en flor, hinchadas y rebosantes de pregón; otras hicieron de tronco y fueron duras, con sus patinetas y mazos dieron cristalazos, eso a muchas no nos gusta, nos trae malos recuerdos de los golpes que nos dieron, de los gritos que aún retumban en nuestros aposentos.

@Santiago_Arau

Otras más son las artistas y se apropian de todo monumento; los resignifican, dicen y yo, voy aprendiendo. Las líderes son ellas mis hijas, las de todas, que hoy nos enseñan a exigir. Calma calma, les imploro, que no ven que nos inquietan y el tumulto se alborota, entre miles corre el miedo cuando esas tristes granaderas esparcen gases y grito ¡la violencia no! y así lo hacemos muchas porque aunque no lo crean, si ellas golpean o gritan es porque han vivido bajo la sombrilla de nuestras tragedias. Fue conmovedor ver que una de joven a la granadera abrazó. Somos una y lo sabemos aunque el sistema las imponga así, por puro sistema.

Somos el tumulto, tremenda inflamación llena de cantos:

 “Hay que abortar, hay que abortar este sistema patriarcal”

Plumas Atómicas

 “Señor señora no sea indiferente, se mata a las mujeres en la cara de la gente”

 “Que te dije que no, pendejo no, mi cuerpo es mío yo decido, tengo autonomía yo soy mía”

 “No somos una, no somos cien, pinche gobierno cuéntanos bien”

 “Alerta, alerta que camina, la lucha que camina por América latina, que tiemble, que tiemblen, que tiemblen los machistas que America Latina va a ser toda feminista”

 “Abajo el patriarcado, se va caer, se va a caer, el patriarcado se va a caer”.

 “Y ahora que estamos juntas y ahora que si nos ven, arriba el feminismo que va a vencer”

“Van a volver, las balas que disparaste van a volver”

“La sangre que derramaste la pagarás. Las mujeres que asesinaste no morirán”

“Verga violadora a la licuadora”

Somos lluvia morada, somos canto y todo huele a perfumes diferentes: los de marca y los solventes, marihuana entre nubes que saben dulces color purpura o rosado.

Mientras camino recuerdo, tal vez igual que todas, esas noches de pavor en que el padre inquisidor o el marido torturador llegaba a casa y temerosas, temblábamos entre las sábanas heladas; por fortuna hoy el tumulto nos resguarda, pura gentileza y nadie se ostenta como la cabeza ¡Ah cómo les cuesta entender eso a machos obsoletos!

Somos la ola en el estadio, los hilos en el rebozo, las flores de la jacaranda, las neuronas de un nuevo cerebro. Somos las gotas de la fuente de La Diana que se pintan de rosa, somos un llanto común, una voz hecha con mil notas.

Ya excedemos el círculo y la flecha, ese símbolo de Venus ya no nos queda porque nuestra es toda una constelación; pienso todo eso mientras marcho junto a la tía Martha, a quien no le pesan sus casi ochenta; echó a un maleante que la quiso ultrajar ¡Lo herí con el tacón! Afirma rozagante. Mi hija Mariana se trepa como Victoria en un callejero pedestal, ostenta el cartel ajeno que otra hermana le brindo: “Libres y Vivas”. Dos palabras extensivas que debieran ser, por siempre y por derecho, nuestro hogar.

En la casa o en un estacionamiento, en un restaurante, marchando silenciosos van los hombres que queremos y que saben que la ola rosa no se puede parar.

Hoy en casa con una falsa ilusión enciendo el televisor, tal vez al presidente ya le llegó la razón. Con tristeza el mundo entero escucha que no. Señala como siempre a sus enemigos, argumenta el viejo complot; con los dientes apretados felicita a la mujer, no sin entrelazar los mil y un momentos en que él ha sido el activista, el único salvador, y me recuerda con disgusto a aquel anacrónico señor que vestido de charro y con crucifijo en mano nos santiguaba a las marchistas, absorto y perdido macho de otra dimensión.

¡A esto ya nadie lo para, no necesitamos cabeza somos las neuronas que laten en un solo corazón!

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