miércoles 24 abril 2024

¡Sí a la pluralidad, No a la uniformidad!

por Jesús Ortega Martínez

Las sociedades, en todo el mundo, están formadas e integradas por intereses y pensamientos que son diferentes entre sí, y en muchas ocasiones, que lo son, francamente, contrarios. La perpetua contradicción, es la ineludible condición para que pueda darse el desarrollo de la vida. Cada par de opuestos es una pluralidad y a la vez una unidad cuya existencia y desarrollo depende de la relación equilibrada entre ambos opuestos.

Lo aquí señalado en términos generales se ha postulado desde hace muchos siglos, desde Heráclito, y esto es lo que marca y permite el desarrollo de la humanidad, el de todas las sociedades, y desde luego, el de la propia marcha de la sociedad mexicana…y esto, seguirá siendo así, por siempre

De esta manera, la actualidad de nuestro país se encuentra determinada por las diferencias –las profundas y las superficiales– que se observan entre las diversas regiones del país, las diversas culturas existentes, los diversos pensamientos, los intereses encontrados, y naturalmente, entre las diferentes posiciones y convicciones políticas de sus habitantes.

Esto debiera ser, elementalmente reconocido, porque es una premisa para el logro del entendimiento civilizado y racional, Y, sin embargo, hay aún muchas personas que no lo comparten y, lo más grave, es que esto sucede entre personas que detentan poder económico y político. El no entendimiento de esta premisa, conduce, generalmente, a confrontaciones que llegan al extremo de pretender eliminar a los diferentes y los contrarios.

En México, el presidente López Obrador y buena parte de sus seguidores, se empeñan en tratar de construir una sociedad en donde lo que prevalezca sea la uniformidad, sea esta cultural, religiosa, de intereses y deseos, pero sobre todo ello, la uniformidad en el pensamiento político. Pretende López Obrador, imponerle al conjunto de la sociedad mexicana, un pensamiento –el suyo– que deba ser incuestionable para los demás; un cuerpo de ideas y de dichos que no pueda ser confrontado por la crítica; y que sea entendido y asumido de manera absoluta por el conjunto de la sociedad. Solo de esta manera, lo repite una y otra vez, se resolverán los problemas del país, e incluso se despejarán las dudas más complejas de la vida misma. Pretende imponernos una visión moral y política que sea la única.

A esta concepción absolutista sobre la sociedad y la política, debemos decir enérgicamente ¡NO!, y en sentido contrario, debemos decir ¡Sí! a la diferencia, para con ello avanzar hacia la pluralidad como el elemento sustantivo de nuestro país.

Debemos decir ¡Sí! al diálogo; Sí al procesamiento institucional de los conflictos; Sí al tratamiento democrático de los disensos; Sí a la reflexión colectiva; Sí a las libertades, a la democracia, al fortalecimiento del entramado legal que es el indispensable para la solución pacífica y justiciera de los conflictos derivados por la existencia inevitable de la diversidad de intereses.

No al autoritarismo y la uniformidad; Sí a la democracia, la pluralidad, las libertades. Este es, ahora, nuestro dilema principal como nación.

 

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