jueves 28 marzo 2024

Sano, amoroso y feliz 2016

por Teresa Gurza
Llega un año nuevo lleno de posibilidades; y aunque hay millones de cosas sobre las que no tenemos ninguna influencia; en otras, nuestros pensamientos y actitudes pueden hacer la diferencia.


 


Sabemos la importancia que para la salud física y mental, tiene trasformar en optimistas los pensamientos negativos; y lo que puede ayudar analizarlos desde otra óptica y recordar que la palabra china para decir crisis, también significa oportunidad.


 


Que lo mejor para no generar arrepentimientos ni cultivar resentimientos ni malos humores, es decir lo que sentimos cuando lo que no nos gusta ocurre; y no sólo hablar en los momentos malos, sino expresar con frecuencia afecto y amor con abrazos y palabras, a los que queremos.


 


Que ayudar a otros en lo que podamos, hará que nos sintamos útiles; y que meditar o mantener alguna práctica espiritual, hacer ejercicio físico y mental y ser agradecido con lo que tenemos, sin torturarnos con lo que nos falta, nos dará paz y armonía.


 


Y que para sentirnos bien y generar endorfinas, podemos comer sin culpa un poco de chocolate.


 


En todas partes oímos y leemos en estos días, estas y otras advertencias que podrían ayudarnos a definir nuestros propósitos de Año Nuevo y consejos varios para realizar cábalas y rituales más o menos estrambóticos, para despedir al viejo; así que no los abrumaré con más recomendaciones.


 


Además, cada quien conoce mejor que nadie lo que ansía; y todos sabemos lo que no deseamos que nos pase en el 2016.


 


Estoy segura que entre esas cosas que no queremos, está el tener otro año en el que las noticias principales sean sobre personas que dejan sus patrias y que buscando un mejor sitio para sus familias, deambulan por países que no los aceptan; como pasa a quienes en África, Europa y América, huyen de la violencia, las guerras y la pobreza.


 


Están entre ellos, los indígenas mexicanos de pueblos sureños que emigran a los campos del norte para emplearse como peones y poder ganar unos centavos más, con los que alimentar un poco menos precariamente a su gente; y las decenas de miles de compatriotas, que se desplazan por nuestro territorio obligados por el narco, los militares y el miedo.


 


Tampoco queremos un año de matanzas ni terroristas, que causan daño irreparable a inocentes y a sus familiares.


 


Ni un año en el que cobardes que se sienten machos, maltraten, peguen y asesinen a novias, parejas o esposas.


 


Y definitivamente no queremos que en México sigan esos abismos de desigualdad, siendo tan fácil tomar la decisión de acabar con la pobreza.


 


Ni que persistan la corrupción y los corruptos que ya nos sobran; y a los que poco les importa que se descubran y publiquen sus agandalles y escándalos; porque quedan impunes y nada les sucede.



Decía yo aquí en mi artículo de la semana pasada, que el origen de la Navidad católica está en los festejos que se celebraban días antes del solsticio invernal en honor de Saturno, dios de la agricultura.


 


Pues fíjense que la principal característica de esas fiestas, era la de dar vuelta al orden establecido; porque en esos días, los esclavos podían ejercer de amos y viceversa.


 


¿No sería precioso y el mejor regalo de Reyes, que nuestros políticos cambiaran aunque fuera unas semanitas sus lugares, con los mexicanos más marginados y pobres? ¿Que vivieran como ellos viven, se curarán donde ellos se curan, comieran lo que ellos comen y sufrieran lo que ellos sufren?


 


Me encantaría ver a Peña Nieto, Calderón, Fox, Salinas, Anaya, Barbosa, Escobar, a cualquiera de los Chuchos y a muchísimos parásitos caros más, tener que caminar entre las milpas con los pies cuarteados por el sol, el frío y las privaciones, para llevar a hospitales donde no serán atendidos, al niño picado de alacrán y con diarrea o anginas o a la mujer enferma y encinta, mientras tres o cuatro hijos más, se quedan en el jacal solos y con hambre.


 


Verlos agobiados por el sol y las pocas ventas como comerciantes ambulantes; o que fueran obreros con trabajos agotadores y frustrantes; o madres que recorren sin descanso, procuradurías, caminos y fosas, buscando a su desaparecido.


 


Verlos cenar tortillas con café aguado, chile y frijolitos, como lo hicieron millones de paisanos esta Nochevieja.


 


Así sabrán, lo que es andar sin escoltas y ni un peso en el bolsillo porque otros dilapidaron, lo que era de todos.


 


Tal vez entonces sí, podrían entender lo que han hecho sus políticas, con este país y darse cuenta de lo que han causado sus robos y derroches.


 

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