viernes 29 marzo 2024

Roberto Gil

por Rubén Cortés

Con el panista Roberto Gil en la presidencia del Senado, esta posición retomará la estatura política, la prudencia y las cualidades conciliatorias, el tacto y moderación que perdió con el perredista Miguel Barbosa, quien hasta ayer la utilizó para promoverse como candidato a gobernador en Puebla.

Es un triunfo de la política la llegada de Roberto Gil, quien a sus 38 años de edad se comporta, sin embargo, como político de la vieja escuela: ajeno a la estridencia, prioriza el arte de lo posible.

Lo demostró al asumir ayer y visitar enseguida a la bancada del PRI, la mayoritaria en el Senado, y explicarle que su objetivo será negociar y, si no consigue nada negociando pues…, volver a negociar. Y que, en todo caso, su trabajo no será para promocionarse.

Aunque la propia posición permitirá a Roberto Gil una promoción personal natural, que se producirá con su desenvolvimiento diario como pivote de todas las bancadas, lo cual ha sabido hacer también dentro de su partido, lleno de corrientes, pero con las cuales convive sin decantarse por alguna.

Ya lo consiguió en su época como diputado en 2009, hasta que en marzo de 2010 solicitó licencia, tras ser designado por el entonces presidente Felipe Calderón como subsecretario de Gobierno en la Secretaría de Gobernación, desde donde saltó a la jefatura de la Oficina de la Presidencia en Los Pinos.

Pero fue como diputado, con apenas 32 años, que despuntó como político que tiende puentes: el PRI y el PRD pusieron como condición al PAN que fuese él su interlocutor en la Cámara de Diputados para poder sacar las reformas que entonces quería Calderón.

Roberto Gil lo logró ayer como hoy: igual que lo consigue todo, sin aspavientos ni estridencias, con olfato político y finura personal, cualidades que deberían propiciar que el político chiapaneco tuviese dentro del PAN un impacto mayor del que posee.

Sobre todo en momentos que no son los mejores de la historia para el partido fundado por Gómez Morín. Por ejemplo, uno de los doctrinarios más fieles a éste, Luis Felipe Bravo Mena, lo acaba de explicar en su nuevo libro, Acción Nacional, ayer y hoy (Editorial Grijalbo):

“La cultura panista se ha degradado: el PAN perdió esa cultura y una organización sin alma se carcome a sí misma y un PAN sin panismo es una serpiente que se muerde la cola”.

Gil lo había advertido desde que el PAN gobernaba, en agosto de 2010:

“Se ha sembrado la prisa de muchos panistas por regresar a la oposición para encontrar un cómodo asidero al desconcierto”.

Ahora es el presidente del Senado, apostando por la política como algo que se puede hacer con éxito…

Si se hila con talento y sentido común.


Este artículo fue publicado en La Razón el 01 de Septiembre de 2015, agradecemos a Rubén Cortés su autorización para publicarlo en nuestra página

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