lunes 20 mayo 2024

¿Reforma socialista?

Algunos opinadores y tuiteros han “concluido” que la reforma eléctrica del presidente López Obrador es socialismo puro. Y del supuesto socialismo del siglo XXI… ¿Es una imitación del chavismo, como dicen aquéllos, o inspiración en el priismo, como existía en nuestro siglo XX? Visitemos el priato con el que creció (como político) AMLO y cuya economía (“¡se crecía a 6%!”) ha elogiado.

En 1958 llegó a la presidencia de la república un señor llamado Adolfo López Mateos. Todos los gobiernos federales y estatales pertenecían al PRI, que ya era partido hegemónico; el régimen político no era una democracia sino un autoritarismo presidencialista. Ni partido único ni exactamente dictadura pero autoritarismo de un partido y su jefe. Por la concentración extrema del poder –la hegemonía priista y el hiperpresidencialismo- la Constitución no era la rectora de la vida política y económica del país sino un instrumento presidencial-partidista más. Tal es una de las consecuencias de la insuficiente distribución del poder político-estatal: la desactivación o activación caprichosa de lo constitucional y el marchitamiento o imposibilidad de la división de poderes. La ley se hacía, generalmente, a gusto del presidente en turno y se hacía sin que el PRI se torturara en negociaciones y coaliciones interpartidistas ad hoc. Es decir, se legislaba con una facilidad impensable en el México de este siglo. Y no sólo se legislaba ordinariamente: podían reformar la Constitución con una mano en la cintura –o tantas veces ignorarla de idéntico modo.

En ese contexto, y con el pragmatismo político y la “chiclosidad” ideológica que lo caracterizó, el PRI aprobó en 1959 una ley reglamentaria del artículo 27 constitucional. El contenido de esa ley sorprendería a muchos: se permitía la inversión privada nacional y extranjera en la industria petroquímica. Poco después, PEMEX sería socio de la transnacional Dupont de Nemours para producir tetraetilo. El mismo año de 59, López Mateos reprimió a los ferrocarrileros y encarceló a su líder Demetrio Vallejo. ¿Era comunista el sistema priista? ¿Socialista y liberaldemocrático a la escandinava? ¿Era la izquierda? ¿Era un partido propio de alguna izquierda?

Los amantes del priismo y otros despistados han dicho y dirían que sí, hablarían de la “nacionalización” lopezmateísta de la industria eléctrica. De 1960. Pero, contra los prejuicios ideologizantes, la evidencia histórica y la razón analítica nos dicen que las “nacionalizaciones” pueden hacerse sin ideología, y sin izquierda, o con derecha, o por mero interés político, es decir, de poder. López Mateos, en un régimen y gobierno autoritarios, “nacionaliza” la electricidad después de aprobar inversión privada relativa al petróleo y después de reprimir y encarcelar a dirigentes de un movimiento social no derechista, al que los oficialistas tachan de… comunista. Y lo hace comprando en 400 millones de dólares la salida del mercado de las compañías extranjeras, compañías que cada vez invertían menos. Algo distinto de la expropiación petrolera ejecutada por Lázaro Cárdenas. La decisión de López Mateos no fue de inspiración socialista, tampoco resultado de un referéndum democrático, no la tomó por ser un presidente de izquierda sino por necesitar parecer de izquierda: se trató de una reforma política más que económica, hecha con un grado de poder que hoy no existe y con la intención de combatir el enorme desprestigio ganado por la represión creciente, relegitimarse en la presidencia y, a la vez, fortalecer a su gobierno y al régimen al que pertenecía.

Como recuerda el economista Jaime Ornelas, “hasta 1945 los transportes, la electricidad y la minería eran los campos preferidos por la inversión foránea directa” (El siglo XX mexicano. Economía y sociedad, BUAP, 2005, p. 42). De 1941 a 1955, la inversión extranjera directa (IED) en electricidad se movió, decrecientemente, entre el 22 y el 27% del total y de 1956 a 1960 fue de 16%; de 1961 a 1965, después de la estatización, quedó en .8%; para el periodo 1966-1970 se registra, según las fuentes del libro citado, un residuo de 0.1%. Pero, en general, la IED industrial creció casi 12% de 1961 a 1965, para bajar con el conservador y violento Díaz Ordaz, quien había sido secretario de Gobernación de López Mateos. ¿Qué significan estos datos? Lo que ya se dijo de otra forma: que López Mateos no estaba metido en un proceso nacional de socialización de la economía, ni estaba estatizando todo ni mucho, ni era un presidente de izquierda, pues era un pragmático de retórica revolucionaria reaccionando políticamente. Significan también que el sistema priista no era anticapitalista sino otro tipo de economía mixta, uno de los muchos tipos mixtos posibles, además de uno rebosante de opacidad y corrupción.

La reforma de AMLO ni acaba con el capitalismo ni resolvería los problemas nacionales. Lo mismo que sucedió con la reforma de López Mateos. Tras ella encontramos otros datos como estos: en 1965, “las empresas con ingresos superiores a 20 millones de pesos (que representaban apenas menos de 1 por ciento de los establecimientos industriales censados) ocupaban 38 por ciento del personal empleado en la industria, disponían de 76 por ciento del capital invertido y generaban 69 por ciento del valor total de la producción industrial” (Ornelas, p. 37). Y hacia el inicio de la siguiente década, el 10% de los más ricos seguían teniendo 50% o más del ingreso total nacional. ¿Cuál socialismo? ¿Cuál anticapitalismo? ¿Cuál izquierda? ¿Cuál Escandinavia mexicana? ¿Cuál exitazo económico priista?

López Mateos hizo estatalmente mucho más sobre la industria eléctrica que lo que está intentando AMLO, y no necesitó ser chavista ni de izquierda. Porque, lo repito, López Mateos no era socialista ni de izquierda, ni era posible que fuera chavista… Lo que está buscando López Obrador no es ni necesidad nacional ni dictado izquierdista, es el priismo que conoce personalmente, lo que recuerda, lo que lo formó y lo único que entiende. Eso que lo formó incluía en su historia oficial el mito de La Nacionalización eléctrica. Algunos de los críticos y opositores al obradorismo deberían –les urge- ponerse a estudiar la historia del PRI, la política y economía de sus décadas. Y entender que ni todo lo que lleva Estado es socialismo o izquierda ni todo lo que lleva capitalismo es derecha ni liberal: hay izquierdas que usan y mejoran el capitalismo, capitalismos que no son liberales, izquierdas anarquizantes, socialismos cooperativistas, y estatizaciones sin otro fin que la supervivencia y reproducción del poder. Lo enseña el PRI.

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