jueves 25 abril 2024

Reforma y la gramática del terror

por Julián Andrade

Las amenazas al diario Reforma son graves y deben ser investigadas con todo el rigor del caso.

Los grupos criminales sí suelen hacer ese tipo de cosas, son sus reflejos propagandísticos, su gramática del terror. Así lo han hecho en otros momentos.

¿Será el cártel de Sinaloa?, como se desprende del audio en el que se exige que el diario “le baje a la crítica o será incendiado”? Quizá, pero bien pudieran ser sus enemigos, otras organizaciones, como las del Cártel de Jalisco, intentado revolver el ambiente para sacar ganancia, u otros más, son muchos, diversos y empoderados en estos meses de omisiones y ausencias de la autoridad en su combate.

¿Algún loco enfurecido? También, los hay, que sienten que se tiene que hacer algo contra “los periodistas fifís y cómplices del viejo régimen de corrupción. Son las hordas que se esconden en el anonimato que permiten las redes sociales, pero que articulan verdaderas cadenas de agravios y acoso.

Las hipótesis son múltiples y por ello hay que dar un paso atrás, para tratar de entender qué es lo que pudo generar una coyuntura en que, como la actual, alguien se sienta capaz de proferir amenazas de ese calibre contra una empresa periodística como Reforma.

El problema es el caldo de cultivo, los componentes que hacen posible que la prensa esté bajo un asedio no conocido en su historia reciente.

Desde al menos el 1 de diciembre inició una ofensiva, desde el poder, contra los llamados medios tradicionales de comunicación.

Es raro el día en que no se ataque, desde las conferencias presidenciales, a algún periodista, o sus medios, ya sean impresos, de radio o televisión. Nadie se salva de ese patíbulo.

El ejercicio independiente del periodismo es un estorbo para quienes comulgan con la fundación de una nueva época, un tiempo, creen ellos, llamado a establecerse en los libros de historia como una gesta. No se requieren indagadores de la realidad y sus contrastes, sino biógrafos incondicionales de la transformación.

En ese ambiente envenenado, Reforma, sus reporteros y articulistas, han sido un blanco recurrente de ataques y descalificaciones, que no desarticulan ni desmienten lo que el diario publica, porque no pueden, pero que desvían la atención para colocarlos como escuderos de un pasado de réprobos, de una sociedad que no comprendió que se cometió un error fatal en el 2006.

Ese cóctel ponzoñoso es el que se tiene que corregir para evitar que fuerzas oscuras, criminales o locos, aprovechen el momento para generar zozobra y confusión.

Desde hace meses se señalaba que en cualquier momento los ataques virtuales se convertirían en reales y ya ocurrió. Es evidente que por el bien de la democracia se tienen que atajar y de una vez.

Las autoridades en ello tienen dos tareas irrenunciables: dar con los autores de las amenazas para que paguen por el delito que cometieron y restaurar las condiciones de un debate público que proteja el ejercicio de la crítica y sus libertades.

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