viernes 19 abril 2024

Recep Tayyip Erdogan, el populista turco

por Rubén Aguilar Valenzuela

Recep Tayyip Erdogan (1954) fue primer ministro de Turquía de 2003 a 2016. En 2017, después de un referéndum, el país adopta el sistema presidencial. En 2018 gana las primeras elecciones ya bajo esta nueva modalidad.

Fue escolarizado en centros religiosos islamistas. A los 15 años, se afilia a una asociación islamista. En 1972 crea el Partido de Salvación Nacional (MSP). En 1973 termina sus estudios en una escuela para la formación de imanes. Después estudia economía en la universidad en Estambul.

Es el líder indiscutible del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), que funda en 2001. Se le compara con las figuras de los populistas Viktor Orbán, de Hungría, y el Jaroslaw Kaczynski, de Polonia. Es uno de esos líderes que llegan al poder por la vía democrática y después se sostienen y perpetúan en el movimiento de masas que crearon.

En su juventud, en la década de los setenta y ochenta, fue un islamista radical. En la década de los noventa mutó en islamista moderado. En ese entonces defiende la libertad de expresión y la democracia. A partir de 2003, ya en el poder, se sitúa en la corriente de un populismo de derecha de cuño islamista.

Como otros populistas tiene la gran capacidad de hacer que su base lo apoye en el proceso de sus continuos saltos ideológicos. Estudiosos del personaje plantean que el poder ejerce una enorme atracción en Erdogan. Lo disfruta por sí mismo, pero también lo ve como un instrumento, para llevar adelante su proyecto de una Turquía grande y poderosa en el marco del islam.

Se cuenta que en 1996 dijo a un grupo “la democracia es un tranvía: cuando llegas a tu parada, te bajas”. La causa (dava) de Erdogan es volver al Imperio Otomano entendido como una Turquía reconocida, admirada e imitada por todas las naciones musulmanas y también como potencia geopolítica en ese espacio entre Asia y Europa donde se ubica.

La mayor fuerza de Erdogan, su gran capital político, es su capacidad de conectar con las masas populares. Se presenta como uno de ellos. Les dice que como ellos ha sido víctima de las injusticias de “los de arriba”. Y que también ha sido perseguido por los poderosos debido a su compromiso con el pueblo.

El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan. REUTERS

Temas de sus discursos son el rechazo al establishment de los políticos del pasado y la lucha contra la corrupción. Él es quien va a resolver los agravios que sufrió el pueblo en el pasado reciente. Estudiosos del personaje plantean que en Erdogan hay un deseo de revancha personal ante las élites económicas y culturales que no aceptaron su victoria cuando llegó al poder avalado por millones de votos.

Tiene un manejo extraordinario de las emociones de las masas populares. Y convierte sus sentimientos en apoyo incondicional a él y lo que hace. Sus seguidores sienten como propios sus logros. Ya en el poder ha logrado que los más importantes grupos económicos de Turquía, que antes lo rechazaban, se plieguen a sus deseos.

Ha construido la imagen de un hombre humillado por los poderosos que fue capaz de salir adelante y de imponerse a quienes lo pisotearon. Ahora, como se lo pide del pueblo, enfrenta a los enemigos de su causa. Así se convierte en el hombre fuerte que quieren sus seguidores. En sus discursos explota la figura que viene “de abajo” y es perseguido por los “de arriba”.

Erdogan utiliza el islam como medio de educación y control de las masas populares. Es una religión entendida no de acuerdo a una concepción tradicional sino como elemento de identidad nacional y militancia política. Es el cimiento de su estructura de poder y de control. Esto le ha permitido obtener victorias con el 50% de los votos en todas las elecciones a las que se ha presentado.

Su éxito no se explica sin la inmensa maquinaria mediática ligada a su persona y su proyecto. En los medios no existe nadie más que Erdogan. Esto lo logra a través de prebendas y contratos con fondos públicos. Los medios a su disposición convierten cada campaña electoral en el show de un solo hombre. A esto se añade la persecución a los candidatos de la oposición, a los periodistas críticos y a cualquiera que pueda socavar su imagen.

Erdogan, como otros populistas, acusa a la oposición de “traidora” y de servir “a oscuros intereses extranjeros”. En las elecciones ha jugado a su favor que la oposición se presenta dividida. Cuando esta se une, como ha sucedido en las alcaldías de Ankara y Estambul, las elecciones se le complican.

El apostar al conmigo o contra mí puede convertirse en un obstáculo a los intereses del presidente turco. Y también la polarización política que impulsa con su “democracia del 50%”. A esto se añade los pobres resultados económicos que tiene como origen su pretensión de controlar todo, al detalle, aunque no lo entienda. Las relaciones clientelares que ha establecido se basan en la posibilidad de entregar recursos.

Turquía es un país complejo, con un pie en Europa y otro en Asia. Erogan es un populista de derecha que ha sabido explotar su capacidad de conectar con las masas y de dar cause a sus sentimientos, de plantearse como una víctima de los poderosos y como el líder que puede vengar al pueblo de las humillaciones que ha sufrido. Todo eso en el marco de una gran maquinaria mediática que juega a su favor.


(Para la elaboración del texto se ha utilizado información de un artículo que apareció en El País, 22.06.2019).

 

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