viernes 29 marzo 2024

Rata gigante

por Juan Villoro

Las tormentas que acompañan las fiestas patrias hicieron que una rata gigante apareciera en el drenaje de la Ciudad de México. Una dramática representación de nuestro estado de ánimo. Nada más lógico que el animal que representa la peste, la inmundicia y el latrocinio encuentre un hábitat en nuestro subsuelo.

Numerosos espacios informativos exageraron la noticia. En las redes, el periodismo especializado en bebés de dos cabezas se refirió a la rata de metro y medio de estatura como si fuera un auténtico animal. Sólo al seguir leyendo el sorprendido cibernauta descubría que en realidad se trataba de una botarga arrojada por irresponsabilidad al desagüe y que fue recuperada en la alcaldía Magdalena Contreras con otras veinte toneladas de basura. El bulto obstruyó tuberías y provocó inundaciones. Quienes ese día tuvimos que recorrer las calles con agua hasta los tobillos no podíamos imaginar que la culpa era de una rata de peluche.

Tal vez por cantinflismo o por creer demasiado en el advenimiento de la inteligencia artificial, un medio hizo esta aclaración: “Se trata de una botarga o un peluche gigante que asemeja a una rata, sin embargo, no es un ser vivo”, algo tan absurdo como decir: “era de noche y sin embargo llovía”.

Hace unas décadas el mercado de Coyoacán se horrorizó con la aparición de otra “rata” gigante. En ese caso se trataba de un tlacuache, el marsupial de América que según leyendas prehispánicas robó el fuego a los dioses para dárselo a los humanos (por eso tiene la cola chamuscada). Injustamente, el Prometeo vernáculo fue confundido con una rata de alcantarilla. De poco sirvió que expertos en evolución dijeran que los humanos estamos más cerca de los tlacuaches que los tlacuaches de las ratas. Durante meses se habló del animal como de una criatura fantástica, emergida del subsuelo para alertar sobre la maldad humana.

Llegamos al papel simbólico del asunto. La mayoría de la gente repudia las ratas, pero repudia más lo que representan. En Estados Unidos se inflan gigantescas ratas de plástico frente a las empresas que violan acuerdos sindicales. En México, Paquita la del Barrio canta: “Rata inmunda/ animal rastrero/ Escoria de la vida/ adefesio mal hecho… Rata de dos patas/ Te estoy hablando a ti/ Porque un bicho rastrero/ aun siendo el más maldito/ Comparado contigo/ se queda muy chiquito”. Se refiere, naturalmente, a ese indigno ser de la zoología, el macho mexicano, que nunca se da por enterado de su bajeza (por eso Paquita lo apostrofa de este modo: “¿Me estás oyendo, inútil?”). Las peores ratas son personas.

En su espléndida novela breve Mickey y sus amigos, Luis Arturo Ramos se ocupa de Paula, una chica que otorga vida a la botarga del ratón Mickey en un parque temático. Paula sufre un ataque y debe quitarse el disfraz, pero por normas de la empresa, y para preservar la mágica identidad del símbolo de Disney, su nombre no puede ser revelado ante los curiosos y la prensa. El ratón es más significativo que la persona que lo anima.

¿Qué metáfora arroja la rata del desagüe capitalino? Salió a la superficie justo cuando destacan los logros de la Unidad de Inteligencia Financiera dirigida por Santiago Nieto Castillo y premiada en Washington por la Red de Ejecución de Delitos Financieros. La UIF ha destapado cochupos silenciados durante años, desde los desfalcos a la Cooperativa Cruz Azul por parte de la directiva del equipo de futbol hasta los sobornos de Odebrecht. En este sentido, la rata puede ser vista como un símbolo de quienes acaban por ahogarse en su propia suciedad. Sin embargo, conviene recordar lo que Bertolt Brecht señala en el último parlamento de La resistible ascensión de Arturo Ui: “Aún es fértil el vientre que engendró lo inmundo”. La rata surgida de las aguas negras también puede ser vista como una advertencia de que la plaga no ha terminado. Así lo confirma una preocupante involución de la justicia ocurrida en estos días: jueces federales ordenaron a la UIF descongelar las cuentas de Kamel Nacif, delincuente involucrado en la trata de personas, y de su cómplice, Mario Marín, el “Góber precioso”.

“Hay que llamar poderosamente la atención en este hecho”, declaró el doctor Nieto Castillo.

Tláloc fue el primero en responder a su llamado: llovió lo suficiente para que una rata gigante saliera a la luz.


Este artículo fue publicado en Reforma el 25 de septiembre de 2020. Agradecemos a Juan Villoro su autorización para publicarlo en nuestra página.

 

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