jueves 28 marzo 2024

¿Quiénes son los lectores de poesía?

por Germán Martínez Martínez

La comunidad de los lectores de poesía es heterogénea. Quizá en muchos imaginarios sociales este tipo de lectores siga siendo el de personas distraídas que se rodean de flores. Y, efectivamente, no faltan quienes se empeñan en cultivar en sí mismos esos estereotipos. De esto dan cuenta, en la Ciudad de México, ediciones populares de compilaciones de poemas sobre las rosas u otras similares, que pueden encontrarse en puestos ambulantes o, en otra categoría, antologías como las realizadas por un editor y lector minucioso, como Juan Domingo Argüelles para una tienda departamental, probablemente destinadas a obsequio y adorno, independientemente de su calidad.

De que los lectores de poesía son pocos sobran evidencias. Suelo contar, como lamento, que los libros de Octavio Paz, después del premio Nobel, siguieron teniendo tirajes breves, los no inhabituales mil o mil 500 ejemplares. Del primer volumen de sus poemas en la edición mexicana de sus obras completas se imprimieron apenas 4 mil ejemplares. Décadas después, algunos de esos volúmenes todavía pueden encontrarse en librerías y probablemente bodegas.

El poeta Francisco Fenton y la artista visual Nuria Zapata Fiedler frente a la librería Escandalar.

Hay un ejemplo de estos días, que podría hablarnos de desatención a este género literario y del reducido número de lectores de cierta poesía, que finalmente es más diversa que sus lectores. Cuando el 8 de octubre se anunció el premio Nobel 2020 a la estadounidense Louise Glück, en México ni siquiera el catálogo de la librería El Péndulo contaba con títulos de ella. Pasaron semanas para que llegaran libros de Glück a la ciudad. En una nota periodística se recogió la declaración del editor que ha publicado los títulos de Glück en español: “Vendimos más libros de la Nobel en un cuarto de hora que en 14 años”. Se recogía también el dato de que en francés ni siquiera existían traducciones. Una pequeña comunidad, aquí y en otros países y, según algunos, en peligro, amenazada.

Difiero de esa apreciación, porque no atino a percibir a un malvado “sistema” al que le interese atentar contra la poesía. Además, considero que ninguna comunidad tiene por qué ser un frente unido para ser funcional para sus integrantes. Pero, sobre todo, discrepo de que ser minoría sea un problema. Quizá lo diminuto de la sociedad de lectores de poesía sea proporcionalmente inverso a la vitalidad de sus acciones. De esto da cuenta uno de los centros culturales privados que permite la inmensidad de la Ciudad de México: la librería Escandalar, del poeta Francisco Fenton. Probablemente sea la única librería exclusivamente de poesía en la ciudad, pues no parece haber otra que tome el riesgo de depender sólo de lectores de poesía.

Louise Glück en su casa de Cambridge, E.U.A. Fotografía de Katherine Taylor..jpg

Escandalar es un espacio de menos de tres metros cuadrados que ni siquiera se encuentran cubiertos de estantes y que ofrece ventas por Instagram y Facebook. La librería contiene títulos que buscan ser una selección cuidadosa que refleje la actividad poética, principalmente del idioma español, con un catálogo que se forma, las más de las veces, a través de contactos personales con autores, editoriales, librerías y libreros. Además, la librería es sede constante de lecturas y presentaciones de libros que invariablemente desbordan el local y tienen a parte del público en la banqueta, que se vuelve lugar de convivencia. Escandalar es uno de varios espacios excepcionales de la ciudad que parecen depender de sus promotores, quienes probablemente los conducen sin mayor sentido de los negocios, pero con el impulso de auspiciar las artes.

La comunidad de los lectores de poesía es, entonces, pequeña, vital, diversa y, debo agregar, sumamente dividida. Cualquier eje le es útil a estos lectores, que con frecuencia son también poetas —volviendo realidad la conseja de que hay más poetas que lectores de poesía—, para separarse unos de otros. El interés declarado en la poesía pareciera alimentar la construcción de distinciones sociales, particularmente entre lectores de poesía. Las divisiones toman formas diversas: desde las más obvias, como la que sucede entre los poetas que residen en la capital y los estados de la república, y la que se da entre los viejos y los jóvenes poetas, hasta otras más recientes, como la de poetas hombres y poetas mujeres.

Los poetas Ricardo Cázares y Mónica Nepote. Fotografía de Icker Cogordán.jpg

Hay dos divisiones especialmente significativas. Una se da entre el círculo que podríamos llamar de los poetas institucionalizados —porque acceden a subsidios gubernamentales, distinciones públicas, control de publicaciones— y quienes, por decisión o deficiencia, juegan un papel marginal. Cada que se publica una antología seleccionada por alguno de sus miembros, unos a otros acusan endogamia en los criterios. Y las más de las veces, de uno y otro lado, es cierto: los poetas y sus lectores parecen acercarse a sus semejantes. Esto alcanza niveles extremos de segmentación y esa la segunda de estas divisiones significativas: tenemos, entre los cercanos a la poesía, la creación y defunción constante de revistas y editoriales, en que cada grupo pareciera experimentar su coto como la realidad última de la poesía.

Como en tantos asuntos, hay diferencias, desde quienes se sienten incomprendidos y acaso carezcan de sustancia, hasta los radicales del amor por la poesía. Entre estos hay casos particularmente virulentos, como los de quienes se conciben a sí mismos como los más puros en su relación con la poesía y que descalifican terminantemente a los demás. Así tenemos a poetas marginales que apuntan que los institucionales serían un fraude sustentado sólo en relaciones sociales, las de la poesía institucional. Algunas veces tienen razón, en otras ocasiones sólo comparten un desvarío al interior de su pequeña comunidad.

Lectura de poesía en la librería Escandalar.

Así, pues, las sociedades chiquitas están muy bien. Sin embargo, a mi parecer la lectura es tarea individual con goces sociales, salvo que se dé prioridad a la comunidad sobre los poemas. La búsqueda de la poesía es, en realidad, tarea abierta a la diversidad de la poesía.

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