viernes 29 marzo 2024

Qué horror, todavía no acaba el mes…

por Tonatiúh Medina Meza

Un día sí y otro también ya sea el presidente o su grupo legislativo o la dirigencia de su ex partido -recordemos que ya no milita en Morena porque ahora se debe a todos nosotros- nos recuerdan que 30 millones de votos los llevaron al triunfo. Si la Suprema Corte de Justicia reclama algo, si el Instituto Nacional Electoral, si los partidos opositores, si la sociedad civil, si los empresarios, si la iglesia, si los inversionistas, si alguien se queja de cualquier cosa, nos recetan el San Benito “tenemos una obligación con nuestros 30 millones de electores” y de ahí es imposible sacarlos.

El actual grupo gobernante acostumbró a una buena parte de la ciudadanía, por más de 12 años, a sospechar y reprobar cualquier posibilidad de acuerdo o negociación política, la descalificación viene en automático, extrañamente ahora que tienen la mayoría en ambas cámaras se detienen porque saben que los números, afortunadamente, no les dan para hacer cambios constitucionales o nombramientos a capricho, como es el caso de los nuevos ministros de la Corte, sin embargo, si algo les sale mal viene el consagrado argumento “tenemos una obligación con nuestros 30 millones de electores”.

Ahora que hemos conocido el proyecto de Presupuesto de Egresos 2019 y las diferencias parecen agravarse, se abren muchos frentes de batalla, y por ello no solo es pertinente, sino obligatorio decirles “se equivocan”.

La votación de López, que no del PRD, en 2006 fue de 14.7 millones de votos, mientras que, en 2012, 15.8 millones de ciudadanos confiaron en él, ósea en promedio la fuerza constante del jefe del ejecutivo a la hora de una elección es de 15.3 millones de votantes duros, ni más ni menos.

En julio de 2018, López obtuvo los multicitados 30.1 millones de votos, en eso no hay duda, pero la diferencia entre el promedio de su voto duro y la última votación es de 14.7 millones de sufragios, estos ciudadanos que ya no se sintieron representados por las coaliciones encabezadas por Acción Nacional o el PRI fueron quienes hicieron la diferencia.

Con una operación aritmética sencilla, solo la suma de la votación de Anaya, Meade y El Bronco, nos arroja que 24.8 millones de ciudadanos decidieron quedarse en esta opción y no moverse a favor de un proyecto que aunque venía cuestionado, ya fuese por enojo, hartazgo o desconfianza decidieron que México transitara por una nueva vía.

Lo anterior significa que ante el grito desesperado de millones de ciudadanos que exigían una elección binaria, López vs. El Mundo, es probable que esos 14.7 millones de ciudadanos hubieran podido repensar su participación si el apoyo y la alianza de facto hubiese recaído en Anaya, difícilmente en Meade.

Faltó altura de miras, templanza y prudencia, nadie quiso dar un paso atrás, ningún candidato o equipo de campaña detuvo la virulencia y violencia tanto en sus posicionamientos políticos como en sus acciones.

Ahora bien, López decidió acaparar la arena pública desde el 1° de julio y mostrarnos su verdadera cara a partir del 1° de diciembre que tomó posesión, los resultados han sido de horror.

Se peleó con los ministros de la Corte, con los consejeros del INE, con la Policía Federal, con los inversionistas, con toda la burocracia, sus actos provocaron una depreciación del peso y un aumento en las tasas de interés, cancelo la posibilidad de tener un aeropuerto del primer mundo, siguen con la idea de militarizar el país, estuvieron a nada de encumbrar magistrados electorales locales familiares del líder de la burbuja morenista en el Senado, perdieron la elección de Puebla por la vía del acatamiento y ahora la emprendieron en contra de la Gobernadora en funciones, en la misma vía dinamitó su relación con el gobernador de Guadalajara.

Invitaron a Evo Morales, a Miguel Diaz-Canel, a Daniel Ortega que afortunadamente no vino y al tirano y asesino de nombre Nicolás Maduro, no solo eso, les aplaudieron, se tomaron cuanta selfie pudieron, bailaron, cantaron y aderezaron la vergüenza de tener a estos finos caballeros en suelo mexicano con un falso argumento “invitamos a todos, no estamos peleados con nadie”. También ha habido transmutaciones, comparaciones con Dios y árboles de navidad decorados con peluches, dignos de cualquier sistema estalinista.

En el mundo legislativo han corrido la misma suerte, no pudieron aprobar el cambio de fuero a inmunidad constitucional, modificaron la ley para que tres ciudadanos que no hubieran dado el ancho en circunstancias normales ahora puedan dirigir el SAT, CONADE y el FCE, en el Estado de México destruyeron la estructura financiera del sistema pensionario y de salud local. Han azuzado a sus huestes para linchar en las calles a quienes no queremos aceptar el consabido “tenemos una obligación con nuestros 30 millones de electores”. También se han peleado con un buen número de periodistas, medios de comunicación, intelectuales y raza en general.

Se equivocan al pensar que ese diferencial de 14.7 millones de ciudadanos son voto duro morenista, basta surfear un poco en las redes y ver que el apoyo inicial empieza a mermar. La reconstrucción de la república y el mantenimiento de un sistema de partidos viable dio inicio con el primer sinsentido que nos ofreció el presidente electo: “voy a poner a consulta el desarrollo del país”.

Y todavía no acaba el mes…

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