jueves 18 abril 2024

A propósito de una noticia de actualidad

por Alejandro Colina
Etcétera

“La literatura, escribe Cristina Rivera Garza, es uno de los pocos espacios donde podemos explorar los límites de nuestra experiencia con el lenguaje, los cuales son los mismos de nuestra experiencia con el mundo”. La simulada e implícita cita de Wittgenstein me encantó. La encontré en 20 escritores mexicanos actuales imprescindibles, artículo aparecido en la revista Life and Style, que subió Alberto Chimal en su muro del Feis. Aquí la liga:

http://www.lifeandstyle.la/cultura/2015/07/03/20-escritores-mexicanos-actuales-imprescindibles?fb_action_ids=893042844075212&fb_action_types=og.likes&fb_ref=s%3DshowShareBarUI%3Ap%3Dfacebook-like

Suelto, sin mayor preámbulo, lo primero que me asaltó la cabeza al leer la bella frase de Rivera Garza: que el verdadero misticismo tiene lugar cuando nuestra experiencia en el mundo rebasa las fronteras del lenguaje. O al menos las estira hasta lo indecible. ¿Pero por qué hablo, a bote pronto, de misticismo? Muy simple: porque la nota de la revista citada agrega sobre la obra de Rivera Garza: “en sus libros esta idea de exploración, interacción con el mundo exterior y el lector, el lenguaje y sus límites, se plasman de manera impecable. Manicomios, la ausencia de tiempo, lamentos o bosques inexistentes forman parte de un mundo místico que ha creado en una literatura única.” Recapitulo: en su frase más célebre, Wittgenstein establece que los límites de nuestro lenguaje definen los límites de nuestro mundo. Sí, pero insisto: a condición de integrar el silencio como una experiencia imprescindible. El propio Wittgensteincalló muchas veces de manera significativa. Cuentan que en sus clases, pero también en su obra: largos periodos sin escribir. Hay quienes, sin embargo, preferimos vivir en el ruido, en los arroyos imprevisibles de lo mundano. Por eso prefiero la fenomenología sobre Wittgenstein. Digo, hablando de filosofía. Pero ésa constituye una opción que Rivera Garza no tiene por qué compartir conmigo. Ella puede atenerse a Wittgenstein, si es que se atiene. Yo, por mi parte, me decantó por la fenomenología. La certeza de esta escuela de pensamiento, compartida por los existencialistas, de que la esencia reside en la existencia, no solo me parece atinada: también me seduce como la mujer bendita en la cama. Merleau-Ponty, por ejemplo, agrega al “ser del mundo”, de Heidegger ,”el ser del mundo”: la certidumbre de que la percepción se realiza primero en el cuerpo y por el cuerpo. De ahí Ponty deduce que la percepción primigenia es preconsciente y preobjetiva, anterior al lenguaje. Es decir, el sujeto percibe el mundo antes de que cualquier materialización verbal, así se trate solo de la materialización verbal que realizamos en silencio cuando pensamos solo para nosotros mismos. Dicho de otro modo: para Ponty la percepción precede al pensamiento. Nos ubicamos en el tiempo y el espacio antes que lo pensemos. Es más: existe la posibilidad de que esa percepción preconsciente no se verbalice jamás, que se pierda para siempre en el silencio y la ambiguedad. Esto quizá no resuelve si los límites de nuestro lenguaje son los límites de nuestro mundo, pero lo cierto es que la mayoría vivimos, al menos de vez en cuando, de manera inconsciente. Matizo: la mayoría de los que vivimos mundanamente -no místicamente- el mundo, valga la reiteración y la espantosa cacofonía adverbial.

Desde la literatura se ha negado, una y otra vez, la existencia del inconsciente. Italo Svevo lleva la ironía al límite en La conciencia de Zeno, gran libro para cínicos adoradores de la literatura por la literatura, como al parecer lo era Svevo, eminente discípulo de Joyce. Pero en El canon Occidental, el famoso profesor de la Universidad de Nueva York, Harold Bloom, descarta el inconsciente por ora vía. Afirma, tajante y soberbio, que Freud y el psicoanálisis no son más que una rama del chamanismo. Durante toda su vida Freud se afanó en conferirle al psicoanálisis un estatuto científico. Y el psicoanálisis es una herramienta de la ciencia psicológica como lo es, por ejemplo, Max Weber para la sociología. Brinda conceptos que no se pueden aplicar a granel ni a tontas ni a locas. Bueno, pues eso ocurrió con la práctica psicoanalítica, y por eso cayó en descrédito. Sin embargo, este descrédito no alcanza a Freud, al menos no del todo. Las aportaciones de Freud para la psicología son de primer orden aunque la práctica psicoanalítica haya caído en fórmulas falsas y estereotipadas. Dejo, para sabios más profundos que yo, dilucidar si es, o no, una forma de chamanismo. Claro, metiendo el chamanismo en los incansables anales de la literatura fantástica.

En fin: arranque esta nota con una cita de Cristina Rivera Garza que a su vez extraje de una nota aparecida en la revista Life and Style, que recomienda a los 20 escritores mexicanos actuales imprescindibles.Confieso que ahora mismo me dan muchas ganas de leer a Rivera Garza, pero no sé si realmente lo haga. Ignoro si mi línea de investigación va por donde va ella. Esta sola duda me convence: me propongo seriamente leer su libro sobre La Castañeda. Hay que leer también el artículo completo de Life and Style, dicho sea de paso. Digo, si usted, respetable lector, es de los que se encuentran interesados en las noticias de actualidad.

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