jueves 25 abril 2024

¿Prohibir el doblaje? ¡Me quiero volver chango!

por María Cristina Rosas

Por María Cristina Rosas y Humberto Vélez

Imagine el lector que un buen día a “alguien” se le ocurre impulsar una ley para proscribir una profesión legítima, digamos, la de médico, o la de albañil, o la de abogado, o la de contador, o la de plomero, o todas ellas. Pensemos ahora que la iniciativa prospera y que esas profesiones son declaradas como “ilegales.” ¿Qué harían los médicos? ¿Cómo subsistirían los albañiles? ¿Qué suerte tendrían los abogados, los contadores o los plomeros? Y ¿qué harían las personas que requieren de esos servicios? Suena absurdo prescindir de profesionistas especializados ¿verdad? Las profesiones tienen una razón de ser. Sin embargo, hay quienes piensan que, al prohibir la existencia de una profesión, en este caso, la del doblaje de voz, se van a resolver los problemas estructurales que aquejan a la industria cinematográfica nacional.

Pero vayamos por partes. El doblaje de voz tiene el propósito de realizar sobre la obra audiovisual de que se trate, un cambio o reposición de idioma a efecto de facilitar la comprensión por parte del público al que va dirigida. La grabación de la voz se efectúa en sincronía con los labios de un actor o carácter de imagen o una referencia determinada, que imita lo más fielmente posible la interpretación de la voz original. Así, el actor/actriz de doblaje o actor/actriz de voz somos las personas que sustituimos los diálogos originales de cualquier producción audiovisual: películas, videojuegos, atracciones, series radiofónicas, series de televisión, animaciones (como dibujos y largometrajes y cortos animados), anuncios de televisión y radio o también aquellos que realizamos para otras plataformas (como en streaming). El doblaje de voz puede tener diversos propósitos, por ejemplo, que un producto televisivo o cinematográfico sea puesto en el idioma del país comprador para su difusión; la falta de fonogenia o razones similares del actor o carácter (es) en la producción original; problemas o defectos de la banda de sonido original de una película, serie, u otro producto audiovisual, etcétera. El doblaje también cumple una función social: en países como Francia, España, Italia y Alemania, se dobla por una evocación del nacionalismo. Incluso hay leyes que así lo disponen: que todo lo que esté en otro idioma debe ser doblado al (a los) idioma (s) nacional (es). En América Latina y el Caribe el fenómeno del doblaje ha estado más ligado a bajos niveles educativos de las audiencias, lo que dificulta acceder a producciones extranjeras, en tanto el subtitulaje impide la apreciación plena del producto audiovisual por parte del espectador, dado que la lectura de los subtítulos distrae a las audiencias. El doblaje es también importante para niños, ancianos y débiles visuales. Si el doblaje le gusta o no a los espectadores, ese es otro tema. No porque hay personas que no son afectas a visitar al médico, deba proscribirse esa profesión.

Humberto Vélez y María Cristina Rosas

Quienes realizamos el doblaje, como se sugería anteriormente, somos profesionales, actores -en el caso de un servidor, Humberto Vélez, tras realizar estudios de arte dramático, construcción escenográfica y dirección escénica tanto en la Academia Andrés Soler como en Dayton, Ohio; en el caso de una servidora, María Cristina Rosas, tras efectuar estudios de actuación, locución y doblaje, con especialización en éste último en Talento Escénico Natural y Artístico (TENA), además de recibir capacitación en doblaje con Mario Castañeda y el propio Humberto Vélez. El doblaje es una especialidad de la actuación y es, no está de más insistir, una profesión legítima. México, por largo tiempo, ha sido la meca del doblaje. El llamado “castellano neutro” de los actores mexicanos ha sido un factor que facilita el consumo de producciones estadunidenses y de otros países en América Latina y el Caribe. El doblaje mexicano, así, ha posibilitado que los productos culturales de otras naciones sean adaptados y/o “acondicionados” para los gustos de las audiencias latinoamericanas. Es, por momentos, una suerte de respuesta al llamado “imperialismo cultural”, en particular, del estadounidense y con la complicidad de éste. Hollywood hace mucho tiempo entendió que, para poder acceder a los mercados latinoamericanos, el doblaje era indispensable. Ciertamente el doblaje mexicano tiene competidores, los cuales proceden de Colombia, Argentina, Venezuela, Chile y Miami y seguramente se extenderán a otras latitudes. La competencia también incluye a los star talents. Con todo, es justo decir que el doblaje es presencia de México en el mundo, en particular, en América Latina y el Caribe y que los actores de doblaje somos prácticamente embajadores mexicanos en los países que visitamos, siendo ampliamente reconocidos por nuestras caracterizaciones icónicas, como ocurre con Mario Castañeda, Gerardo Reyero, René García, Igor Cruz, Arturo Mercado, Cristina Hernández, Carlos Segundo, Rossy Aguirre, un servidor Humberto Vélez y decenas de talentos a quienes las audiencias llegan a venerar tanto o más que a los personajes que hemos caracterizado.

María Cristina Rosas y Bardo Miranda, Director de Doblaje de Candiani

El doblaje también es importante desde el punto de vista económico. Es una actividad lícita que genera ingresos al país, toda vez que los grandes estudios de Hollywood y de otras partes del mundo, invierten en él, lo que propicia empleos directos e indirectos. A pesar de que los actores de doblaje somos una comunidad pequeña comparativamente con otras profesiones -un conocido actor y director comentaba que, según la Asociación Nacional de Intérpretes (ANDI) en México habemos unos mil 300 actores de doblaje, de los que, tras una actualización, se encontró que en realidad éramos 800, si bien los que verdaderamente trabajamos de manera profesional somos, apenas, unos 250- nuestros logros son indiscutibles. Antaño nuestra visibilidad era escasa: el trabajo ha sido de tal calidad, que muchos pensaban que la voz de Alf o la de Homero Simpson eran así, tal cual, es decir, que los monos hablaban. Pero la globalización, la cantidad de información que circula en redes sociales y otros ámbitos sobre el doblaje y quienes lo llevamos a cabo, ha posibilitado un reconocimiento -de los talentos artísticos que lo hacemos realidad- por parte de las audiencias. Los actores de doblaje hoy ya no somos, como hace décadas, los “mineros del arte”, esto es, actores que trabajábamos en la oscuridad y de quienes se sabía poco. Esa visibilidad que hoy poseemos permite también divulgar y comprender la relevancia del doblaje, en especial, del que se hace en México.

De ahí que la propuesta de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC) de México del pasado 9 de julio, en el sentido de que se cumpla la Ley Federal de Cinematografía (publicada en el Diario Oficial de la Federación en 1992) -la que, en su artículo 8 prohíbe el doblaje salvo para productos audiovisuales dirigidos al público infantil y/o materiales educativos- esté fuera de lugar. De hecho, tras la publicación de la Ley Federal de Cinematografía, los estudios de Hollywood se ampararon contra ella, generando una controversia que llegó hasta la Suprema Corte, la que determinó que es inconstitucional eliminar una profesión legítima. Por cierto, entre los jueces que intervinieron en aquel fallo de la Suprema Corte figuraba la hoy Secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero.

¿Cuál es el argumento de la AMACC y de quienes, desde diversas trincheras, buscan que el doblaje desaparezca? La premisa es que, de manera automática, al suprimir el doblaje, las audiencias verán cine nacional. ¿Suena absurdo? Lo es. Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. Para empezar, los datos de la Cámara Nacional de la Industria Cinematográfica (CANACINE), son contundentes. 2018 ha sido el año en que más películas mexicanas se estrenaron comercialmente: 118 producciones o un 30 por ciento más respecto a 2017. Para verlas, los espectadores adquirieron 29. 5 millones de boletos, o bien, 31. 6 por ciento más que respecto al año anterior. El cine mexicano generó ingresos por mil 403 millones de pesos, o 38 por ciento más que en 2017. En este sentido, como proporción de la taquilla local, el cine mexicano representó el 8.3 por ciento. ¿Es poco? Por supuesto. A lo largo de la década, la taquilla mexicana respecto a la taquilla total ha tenido fuertes oscilaciones, siendo del 5.6 por ciento en 2010; del 7 por ciento en 2011; del 4.5 por ciento en 2012; del 10.9 por ciento en 2013 (el mejor año hasta ahora para el cine nacional en la taquilla nacional); del 8.5 por ciento en 2014; del 5.3 por ciento en 2015; del 8.9 por ciento en 2016; y del 6.1 por ciento en 2017.

El mérito de los “buenos números” para el cine mexicano en 2018 estriba en que progresó a pesar de que las 10 películas más taquilleras fueron, todas, estadounidenses y que la más vista, “Avengers Infinity War”, generó ingresos por sí sola, cercanos a lo que las 10 películas mexicanas más concurridas ingresaron en taquilla -la producción de Disney/Marvel recaudó mil 141 millones de pesos y fue vista por 21.5 millones de personas.

Como se puede observar en los gráficos anexos, en 2017 se estrenaron un total de 463 películas en el territorio nacional, de las que el 41 por ciento correspondieron a producciones de diversos países; 39 por ciento fueron exclusivamente estadounidenses; y 19 por ciento mexicanas. Para 2018, las cifras mostraron cambios interesantes: se exhibieron 496 películas, donde tanto las producciones del resto del mundo como las mexicanas, crecieron, no así las estadounidenses. Así, en porcentajes, 40 por ciento correspondió a películas procedentes del exterior; el 36 por ciento exclusivamente a las estadounidenses; y el 23 por ciento a las mexicanas.

Fuente: CANACINE.

Conforme a lo expuesto, se puede corroborar que los mexicanos sí ven cine mexicano y consumen también cine del resto del mundo -que supera, en el número de películas exhibidas, al estadounidense. Claro que es válido preguntar si pueden mejorar los números para el cine mexicano. Ciertamente, pero ello no depende del doblaje. En México es posible ver las películas extranjeras subtituladas o bien dobladas y hay público para ambas versiones. Otro hecho a destacar es que el mayor distribuidor de películas en México es Disney -cuyo principal nicho de mercado sigue siendo infantil y familiar-, que en 2018 ingresó tres 523 millones de pesos, frente a mil 494 millones de Videocine o bien, los 223 millones de Cinépolis Distribución. Para Disney, el doblaje es fundamental en su estrategia de comercialización y acceso al mercado mexicano y a los latinoamericanos y caribeños, sobre todo por el nicho de audiencia a quien dirige una parte significativa de sus productos.

Fuente: CANACINE.

Mucho se ha dicho acerca de que los mexicanos prefieren ver películas extranjeras. La realidad es que, por razones de mercadotecnia y distribución, se toman decisiones más allá de la voluntad de las audiencias, esto como resultado de estudios de mercado, lo que determina en cuántas pantallas se estrena una producción cinematográfica. En otras palabras, son terceros los que deciden qué oferta poner a consideración de las audiencias, y generalmente, cuando se trata de los grandes estudios de Hollywood, se desarrollan costosas campañas publicitarias y de promoción. Frente a eso, una producción nacional, difícilmente puede competir.

Las exhibidoras son jugadores clave para el cine en México -y en muchas partes. En el país, las dos grandes exhibidoras son “la capital del cine”, que cuenta con tres 646 salas, y “la magia del cine” que posee dos 930 salas. Es con ellas con quienes las distribuidoras llegan a un arreglo respecto a la cantidad de pantallas en que se exhibirá una película determinada. Cabe destacar que cada exhibidora recibe un pago de parte de la distribuidora, el cual se conoce como Virtual Print Fee o VPF que es una renta por proyector. En promedio, la distribuidora paga entre 450 a 500 dólares por semana a la exhibidora, aunque la cifra puede ser más alta en el caso de los blockbusters, o más baja, en el caso de producciones del llamado cine de arte. Es evidente que este esquema favorece a las producciones extranjeras y a las nacionales más taquilleras. Como se puede observar en el cuadro anexo, las 10 películas mexicanas más vistas en 2018 fueron todas de corte comercial, alejadas del cine de arte. Vaya, ni “Roma”, ni “Ana y Bruno”, ni “Museo”, ni “Los adioses” -galardonadas y/o reconocidas aquí y en el extranjero por tratarse de producciones de gran calidad-, figuran en la lista de las más vistas. Y nada de esto tiene que ver con el doblaje. En todo caso, para que los mexicanos vean cine nacional deben conjuntarse estrategias de comercialización de distribuidoras y exhibidoras. El cuadro anexo, por ejemplo, revela que Videocine es clave en la exhibición de las películas nacionales más taquilleras. Empero, frente a Disney, Videocine tiene una enorme desventaja en su capacidad de negociación con las exhibidoras, con todo y que es el sexto distribuidor a nivel nacional.


Las 10 películas mexicanas más taquilleras en 2018 

Lugar Película Ingresos Asistentes Distribuidora
1 Ya veremos 197. 7 millones de pesos 4. 1 millones Videocine
2 La boda de Valentina 159. 1 millones de pesos 3. 3 millones Videocine
3 Una mujer sin filtro 103. 5 millones de pesos 2. 1 millones Videocine
4 La leyenda del Charro Negro 100. 8 millones de pesos 2. 4 millones Videocine
5 Hasta que la boda nos separe 81. 0 millones de pesos 1. 6 millones Corazón
6 Perfectos desconocidos 60. 1 millones de pesos 1. 0 millones Cinépolis Distribución
7 Más sabe el diablo por viejo 56. 3 millones de pesos 1. 1 millones Fox
8 Loca por el trabajo 53. 1 millones de pesos 1. 0 millones Videocine
9 A ti te quería encontrar 47. 9 millones de pesos 0. 9 millones Diamond
10 Mi pequeño gran hombre 31. 1 millones de pesos 0. 6 millones Videocine

Fuente: CANACINE.

Por todo lo expuesto, el doblaje, fuerza viva, económica, artística y poder suave de México dentro y fuera del país, merece reconocimiento y apoyos. Su proscripción no modificará las reglas del juego ni de cómo se hace el cine en México, como tampoco de cómo operan las exhibidoras y distribuidoras, para las que la rentabilidad y las ganancias son lo más importante. Es posible que, con la irrupción de Netflix, Amazon y otras corporaciones a la industria cinematográfica y del entretenimiento en general, cambie sobre todo la accesibilidad del público a las grandes producciones -esto ya se pudo constatar justamente en el caso de “Roma”-, si bien el doblaje seguirá siendo un servicio profesional necesario en la ecuación. En todo caso, y siguiendo con la filosofía de Mafalda, habría que prohibir la prohibición del doblaje, en especial porque la pluralidad enriquece a las sociedades. Tanto respeto merecen quienes gustan del doblaje, como quienes prefieren el subtitulaje y quienes optan por seguir las producciones en idioma original. Las audiencias son diversas y tienen diferentes gustos y necesidades. Son ellas las que pagan por acceder a películas y otros productos audiovisuales, por lo que tienen el derecho a verlas como mejor les parezca. En el nombre de la libertad de elegir -para las audiencias- al igual que del ejercicio profesional de una actividad lícita -por parte de actores y actrices de doblaje- es que el artículo 8 de la Ley Federal de Cinematografía debe ser modificado.

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