viernes 19 abril 2024

El presidente sí tiene quien le escribe

por Regina Freyman

Que éste sea nuestro propósito: que hablemos lo que sintamos, que sintamos lo que hablemos; que nuestra forma de hablar esté en consonancia con nuestra vida. Ha cumplido su promesa el que, cuando lo ves y cuando lo escuchas, es el mismo
Séneca, Epístolas a Lucilio

Cartas para un argumento

Las múltiples cartas que nuestro presidente ha recibido tal vez serían argumento perfecto para una nueva versión del mítico Coronel que espera misiva con angustia. Esta vez la trama sería distinta, un presidente que recibe un alud de cartas al que contesta con una frase lapidaria: “Lealtad ciega”. El argumento sería interesante dado que la petición es correspondida con sordina, con el silencio de los sepulcros, todo esto no en medio de un amor en tiempos del cólera, sino en el centro de la locura en tiempos de pandemia.  El solitario coronel lleva veinticinco años confiando en que el correo traerá de vuelta el aviso de una pensión bien ganada como veterano de la última “guerra civil”, su esperanza casi ciega le hace exclamar que  “Nunca es demasiado tarde para nada”. Y tal vez con esa frase en mente pienso en las tristes palabras que las cartas que habremos de comentar han intentado alertar al mandatario sobre el rumbo del país y la sentencia del colombiano se torna en mi pregunta ¿Nunca es demasiado tarde para nada? Podremos esperar como lo hiciera el coronel ¿que algún día esos vocablos tengan sustancia? Que el triste tiempo de un Macondo encerrado, en la soledad, en la insolidaridad, en el abandono, en la miseria, en la enfermedad.

De la epístola a la carta

La palabra epístola es un vejestorio que proviene del griego epistole y significa simplemente “carta”, de epi- (sobre), y stellein (poner en orden, mandar). Su principal función es entregar la reflexión de una mente a otra a través de un soporte, antes era papel, hoy es una sábana digital; antes era entregada por un cartero hoy viaja mayormente por la red, de forma privada en un correo o pública colgada en algún medio de la red. Dicha reflexión con su antiguo nombre de epístola es considerada incluso un género literario.

La epistolografía es tan antigua que podemos considerar que se inaugura en Egipto en el siglo XXV a. C. por los escribas, eran llamadas Sebayt (instrucciones). Los griegos ejercieron esta práctica desde Platón (o el supuesto Platón), Filóstrato, Epicuro, Juliano, entre otros; común entre santos como: San Basilio, San Juan Crisóstomo, San Gregorio Nacianceno, San Gregorio de Nisa, Santiago, Judas, Pedro y Juan, San Pablo y las muy actuales cartas a San Nicolás o Santa Claus que, aunque carecen hoy de santidad se siguen practicando.

El tratado de Demetrio sobre el estilo, del siglo I a.C. y el I d.C., es quizás, el primer estudio sobre este género. Demetrio especifica: próxima al diálogo, pero más elaborada, claridad y breve, de estructura flexible, de temas propios, uso de máximas y de expresiones de amistad, adecuación al destinatario.

Podemos distinguir entre cartas públicas y privadas, religiosas o profanas, personales o ajenas, grandilocuentes o moderadas. En la Edad Media se suma al estilo la composición poética (ars poetria) y la predicación (ars praedicandi). Erasmo de Róterdam practicará tanto la carta familiar como la oficial y teoriza sobre ella. Cicerón se refiere a ella como la “conversación de amigos ausentes”, nos dice Antoni Gutierrez-Rubí que Cicerón afirma que obliga al escritor de epístolas a llenar un vacío de la amistad: pide respuesta, aunque admite que la carta puede no tener destinatario, pero que “la carta no siente vergüenza”.

El mismo autor afirma que fue en el humanismo en el que se consideró un género literario muy cercano al ensayo. “Un mundo sin cartas sería ciertamente un mundo sin aire que respirar” nos dice el periodista británico Simon F. Garfield.

En concreto podemos decir que una carta es un diálogo a distancia, no siempre son correspondidas y representan en muchas ocasiones una reflexión o ensayo del propio sentir. En el libro Postdata. Curiosa historia de la correspondencia, Simon Garfield, nos dice “Sólo la llegada de una carta nos despierta una fe que nunca se agota… Son prueba de motivación y ahondan el entendimiento”.

Las cartas sin respuesta

Por todo lo antes expresado, me atrevo a pensar que quien escribe a su presidente busca respuesta, abrir el diálogo, desahogo, incluso consuelo, son una forma de benevolencia que consiste en compartir temores y reflexiones, esperanza, pero sobre todo atención y escucha abierta, análisis. Hemos sido muchos los que hemos escrito al presidente en lo individual y en lo colectivo, unos más célebres que otros; unos más afines a su pensamiento y otros francos opositores; unos han escrito con esperanza y otros francamente decepcionados. Tiendo a pensar que una carta es un puente, un saque de balón que espera la respuesta que permita que la bola vaya y vuelva en busca de acomodo. Me es difícil pensar que cuando los intelectuales escriben, o los periodistas, o los disidentes no haya arropada entre palabras una petición de principio, cierta cortesía para llenar esa ausencia que persigue la concordia.

El presidente tiene muchos que le escriben, parten de un reconocimiento, no solo a su investidura sino también a su empeño por llegar a donde está y por el consenso popular que le regaló su crédito. Cuando el presidente calla, rechaza todo ello y se encierra sólo en su laberinto a escuchar la triste voz de su propio eco. Cabe recordad que contraria al diálogo, la ninfa Eco es castigada con un mutismo replicante que se expande hasta la muerte de Narciso, cuenta el mito que aún lo llora por las cuevas y montañas. Pero el argumento de esta trama es distinta, no es Eco o la falta de misiva es la soberbia de Midas que ensordece al presidente: es una triste invidente a la que erróneamente llama lealtad.

De entre el alud de misivas tomé dos, una muestra de las palabras que se lanzan al estanque del palacio, las dos últimas cartas de los ex amigos: Dante Delgado y Javier Sicilia. Hice con ellos una nube de frecuencias y la pego aquí sin esperanza, tan solo como evidencia de la historia que se escribe, un nube triste que amenaza lluvia.


Referencias

García Márquez, Gabriel, El coronel no tiene quien le escriba.

Antoni Gutierrez-Rubí. “Cartas políticas”. El País: 6 septiembre 2015 https://www.gutierrez-rubi.es/2015/09/06/cartas-politicas/

También te puede interesar