jueves 28 marzo 2024

Presa aún

por Luis de la Barreda Solórzano

Alejandra Cuevas debió dormir en su casa, no en la cárcel, desde la noche del pasado lunes 14 de este mes. Más bien, nunca debió dormir en la cárcel, pero hace tres días la Suprema Corte de Justicia de la Nación desechó la oportunidad de terminar, sin más dilaciones, con la monstruosa injusticia de que ha sido víctima la inculpada. Cinco ministros votaron en el sentido de que se le concediera el amparo liso y llano, con lo que quedaría en libertad inmediata. Faltó un solo voto para que así ocurriese.

Pero ningún ministro defendió la acusación y las órdenes de aprehensión contra Alejandra Cuevas y Laura Morán. Así, el debate versó no sobre si la acción penal había sido procedente, sino sobre si se concedía el amparo liso y llano —que implicaba libertad ipso facto— o el amparo para efectos de que el magistrado que conoció de la apelación dictara un nuevo fallo —opción que proponía el ministro ponente—, o bien si se turnaba el caso a otro ministro a fin de que elaborara un nuevo proyecto.

Pero si todos los ministros estaban de acuerdo en que no hay razón que justifique la acción penal contra Alejandra Cuevas y Laura Morán, ¿por qué no aprobar una sentencia que las eximiera de la acusación en su contra de modo que la señora Cuevas fuera liberada inmediatamente y la señora Morán dejara de ser una prófuga? La Suprema Corte tardó cuatro meses, a partir de que lo atrajo, en discutir el caso, más de 100 días que han sido angustiosos para las inculpadas y sus familiares, y ahora el aplazamiento prolongará esa angustia.

Aunque necesaria en muchos casos, la prisión preventiva —la que se impone a los inculpados mientras se desarrolla su proceso— es esencialmente injusta porque la soportan quienes aún no han sido condenados por un juez. Pero al menos en esos casos hay indicios de que el inculpado puede ser culpable del delito de que se le acusa. En el caso de Alejandra Cuevas y Laura Morán, ha quedado absolutamente claro que la acusación en su contra es indefendible. Los ministros que votaron en contra del amparo liso y llano, entre ellos el presidente de la Corte, saben que la señora Cuevas está presa sin que existan tales indicios y que han sido precisamente sus votos los que aún la mantienen encarcelada.

Por las tareas que cumplí en la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y en la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, escuché de voz de muchos presos el sufrimiento desesperante que provoca estar en prisión. Alejandra Cuevas, al ser privada de su libertad, fue también privada, entre otras cosas, de la convivencia cotidiana con sus hijos y su madre —precisamente Laura Morán, una mujer probablemente en el ocaso de sus días, a su vez privada de la convivencia cotidiana con su hija y sus nietos—.

Nada les puede devolver a esas mujeres lo que la cárcel y la orden de aprehensión les han quitado de vida plena, pues el tiempo no es reversible, pero ese atropello pudo enmendarse en cuanto los ministros de la Corte tuvieron en sus manos el caso. Es verdad que ésta ha sido una derrota para el fiscal general de la República en virtud de que ninguno de los ministros se atrevió a justificar la acusación, lo que hace suponer que la resolución que viene eximirá a las inculpadas; pero mientras Alejandra Cuevas siga presa y subsista la orden de aprehensión contra Laura Morán, no habrá triunfado la justicia.

Quiero subrayar un hecho notable. Dos de los ministros que llegaron a la Suprema Corte propuestos por el actual Presidente de la República votaron por el amparo liso y llano, a pesar de que era obvio que su postura incomodaría al fiscal general, a quien el titular del Ejecutivo apoya incondicionalmente y cuyo poder fáctico es temible. Mi reconocimiento a Margarita Ríos Farjat y a Juan Luis González Alcántara por haber estado a la altura de su ministerio.


Este artículo fue publicado en Excélsior el 17 de marzo de 2022. Agradecemos a Luis de la Barreda Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.

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