miércoles 24 abril 2024

PRD, crisis sin fin

por Javier Solórzano

En el PRD no querían ver o no vieron la grave crisis que se les venía. Lo paradójico es que todo lo que le está pasando al partido era de alguna u otra forma previsible.

Pueden buscar en López Obrador sus grandes males, pero en sentido estricto ha sido la dinámica interna del partido la que ha provocado la crisis sin fin, de la cual no se ve cómo puedan salir. Da la impresión que los verdaderos días aciagos apenas están por llegarle al sol azteca.

Con López Obrador el PRD fue construyendo una relación de conveniencias. Con tal de tener al tabasqueño como su candidato a la Presidencia en el 2012, aceptaron todo tipo de cosas, algunas de ellas anómalas.

Recordará que el hoy Presidente solicitó en aquellos años una licencia como militante del partido. Esta figura no está contemplada en los estatutos, pero con tal de que no dejara de ser su candidato aceptaron la propuesta.

No fue casual que estuvieran de acuerdo, sabían muy bien lo que se le vendría al partido en caso de que López Obrador se hiciera a un lado. La candidatura del tabasqueño lo único que hizo fue postergar y evidenciar la crisis sin fin del partido.

Es evidente que no todo ha tenido que ver con este lance. Las pugnas internas y el sectarismo, lo que llaman tribus, fue causando problemas de división interna que fue desgastando al partido. Desapareció la cohesión y se fueron perdiendo elecciones, 2015 fue el momento de los focos rojos y la gran manifestación de todo esto.

Al sumarse al Pacto por México, el PRD no contempló las consecuencias de lo que se podía venir con el gobierno de Peña Nieto. Confiaron y seguramente negociaron pensando en el corto plazo, al final se llevaron, de alguna manera, el gran descrédito que acompaña al expresidente.

En el PRD dejaron de asumirse como partido de izquierda. Sus grandes referentes dejaron de pesar en el partido, lo que los llevó a prácticas clientelistas, optaron por lo menos y perdieron lo más.

Personajes como el ingeniero Cárdenas se fueron agotando y hartando en medio de las luchas intestinas, y de la nueva relación que iba adquiriendo el partido con el poder político. El PRD  empezó a ser visto como uno más de la estructura burocrática del país. No se le distinguía ya de los otros partidos, en la pasadas elecciones los ciudadanos lo vieron como parte de la maraña del poder.

El factor López Obrador es parte medular en todo esto, a querer o no fue quien dinamitó al PRD. La creación de Morena, a imagen y semejanza de su líder, fue y sigue siendo componente central en la paulatina caída del PRD. Más allá de que muchos perredistas hayan dejado su partido para integrarse a Morena, no sorprendería a nadie que más perredistas se sumaran a Morena muy pronto.

A 30 años de su creación, el sol azteca sólo tiene en su pasado la forma de celebrarse y reconocerse. La idea y sueños de una izquierda moderna se quedaron en negociaciones y arreglos a los que en pasajes de su muy atractiva historia se oponían, sabían muy bien cómo podían terminar las cosas y acabaron terminando como no querían ser.

No se ve por ningún lado el futuro del PRD. A todo lo que padece se le suma la crisis de los partidos políticos, lo cual le vino a pegar en su esencia.

No parece que ni una refundación le pudiera abrir de nuevos espacios reales y representativos en la sociedad; su futuro es donde se le vea incierto.

No puede permitir que su existencia sea como la de  los chiquipartidos, los cuales se han convertido en negocios familiares, a vivir del presupuesto y a acomodarse cada sexenio sin importar principios y nada que se le parezca, pero pareciera que está encaminándose por estos rumbos.

Al PRD lo alcanzó el futuro que no quería.

RESQUICIOS.

Por fin terminó la huelga en la UAM. Más de 90 días de paro para que las cosas quedaran más menos como empezaron. Nadie ganó… nadie.


Este artículo fue publicado en La Razón el 7 de mayo de 2019, agradecemos a Javier Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.

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