jueves 28 marzo 2024

La poesía de Samuel Noyola

por Germán Martínez Martínez

La cambiante Wikipedia dice que Samuel Noyola nació en 1964. Según el libro El cuchillo y la luna (2011), que reúne su poesía publicada, el nacimiento ocurrió en 1965 en Monterrey. Noyola publicó tres títulos. Cuando tenía 21 años se dio a conocer Nadar sabe mi llama (1986) —frase que retoma de un verso de Quevedo. Después publicó el célebre Tequila con calavera (1993) —que editaron en conjunto las ahora extintas Vuelta y Heliópolis. Finalmente se puso en circulación Palomanegra Productions (2003). Noyola se encuentra desaparecido desde años. Acaso haya muerto, pero su leyenda vive. Como pasa con otros poetas en México la resonancia de su nombre no va acompañada de su lectura. De El cuchillo y la luna (Conarte/El Tucán de Virginia), que recopila los tres volúmenes, se imprimieron apenas mil ejemplares —que para poesía es mucho. Hoy, las principales librerías de la Ciudad de México —incluyendo las de viejo—, no cuentan con sus libros: encontrarlos es casualidad.

La legendaria primera edición de Tequila con calavera. Fotografía de Germán Martínez Martínez.

El cuchillo y la luna permite ver la evolución de la poesía de Noyola. Al inicio, aún mencionando la palabra “amor” hay algo impersonal y una falta de sentido, no porque fuese necesaria la inteligibilidad de los versos, sino por ausencia de claridad de la experiencia referida. Pero en Tequila con calavera hay una diferencia fundamental. Para entonces hay ya oscuridad legítima: riqueza en la enunciación. No obstante, el proceso no parece lineal pues, para el tercer libro, no deja de haber una sensación de falta de estructura en algunos poemas. Asimismo, si en su primer libro Noyola tuvo un vano gesto provocativo al vincular a unos rockeros con San Juan de la Cruz, ya para el segundo, sin la inocencia anterior, hacía alusiones a la cultura popular sin la vanidad del adolescente que se sabe cometiendo una travesura.

El ejercicio de la poesía es exploración del lenguaje, de experiencias y también una relación con la tradición escrita y el medio literario del autor. En descripción cruda, se diría que Noyola se convirtió en vagabundo alcohólico. Prefiero verlo como alguien que rechazó la opción de la normalidad. Hay, sin embargo, una paradoja en su breve obra: el uso, y aun abuso, de recursos de vinculación con el mundo de las letras mexicanas. De principio a fin, sin que sus poemas puedan ser descritos como culteranos o siquiera intelectuales, hay una avalancha de menciones de filósofos, artistas plásticos y sobre todo de escritores de diversas épocas y lenguas, además de referencias clásicas, así como de dedicatorias y epígrafes. Las dedicatorias en su primer libro eran a escritores mexicanos contemporáneos, en el segundo a hispanoamericanos —aunque también a un hermano y personas sin fama pública. En el tercero hay dedicatorias a dos poetas mexicanos, incluyendo el de su mayor admiración: “constelación Octavio Paz”. Si esto lindaba con un afán de congraciarse, algo más importante, su lenguaje —como veremos más adelante—, separaba a Noyola de su ambiente.

Samuel Noyola en fotograma del documental Vaquero del mediodía.

Habría una tarea filológica interesante en investigar la eventual intervención de Paz —quien recomendó la publicación del libro—, en algunos poemas de Tequila con calavera. Esto no restaría mérito alguno a Noyola y se trataría de una legítima acción al margen, aunque al mismo tiempo central —como en el caso de Pound corrigiendo a Eliot. Si no se trató de enmiendas directas, me parece, la precisión de algunos juegos conceptuales y la limpieza del lenguaje de varios poemas —los de versos más cortos—, sí denota lectura atenta de Paz y adopción de algunos de sus procedimientos.

Mucha de la poesía mexicana contemporánea está hecha de construcciones verbales inasibles, por ser acumulación de lo etéreo sobre lo etéreo sobre lo etéreo. Noyola buscaba otra ruta. Sus versos denotaban un ímpetu con el lenguaje. Impulso, sin embargo, no necesariamente es movimiento en dirección deseada, ni sentido deseable. Hablo, no de un afán de ruptura, sino de una intención de lenguaje personal. Noyola no se cohibía ante el uso de versos medidos y formas clásicas, ni siquiera cuando forzaba rimas con gerundios. Probablemente le atraía la idea de una poesía fuera de contexto, aunque estuviera anclado a él: “Como las obras parten de la forma,/ polvo serán, mas polvo sin historia”. Tenía conciencia del lenguaje, pero se detenía en divertimentos como: “por el meollo/ ¿O meo yo?”, en aliteraciones acaso ingenuas y en invenciones de palabras por mera aglomeración. Esto convivía con versos luminosos como “Ese primer grito del gallo es la poesía”, que apuntaban a su constante reflexión sobre el oficio poético y mostraban el desarrollo de un mayor poder de observación.

Samuel Noyola en fotograma del documental Vaquero del mediodía.

Con un personaje como Noyola resulta una tentación caer en explicaciones biográficas. Esta perspectiva puede ser desfavorable tanto para el autor como para su obra. En el documental sobre el poeta, “Vaquero del mediodía” (2019), uno de los entrevistados afirmó que Noyola: “intenta ser memorable”. Esto podría dar una clave egocéntrica, o incluso ególatra, de lectura. El epígrafe de Kolakowski al poema final del último libro publicado por Noyola se interpretaría, entonces, como su visión sobre la vida urbana habitual: la inconveniencia del sedentarismo en contraste con “el fuego del nómada”. En el mejor de los casos ésta sería la dimensión heroica de la ruptura de Noyola con su entorno. En el peor, sería la autoconstrucción de un mito. La cita libertaria de Jünger, que está justo después de ese poema, cerraría el libro y la historia de su autor. En ella Jünger despecha tanto las sociedades como los gobiernos, concluyendo: “La salvación está en cada uno”. Esto parece funcionar como despedida y sería congruente con el curso que tomaría la vida del poeta. Sin embargo, éstas son especulaciones. Por mi parte me quedo, no con sus poemas, pero sí con ciertos versos de Noyola “masticando un lenguaje de clavo y canela”.

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