Aunque muchos líderes y militantes pretendan ignorarlo, nuestros partidos colapsaron el pasado mes de julio. Cada uno tiene retos distintos si desean redefinirse.
El PRD en sus mejores tiempos era casi idéntico a Morena: una coalición inestable de líderes, la mayoría rentistas, cuyo único objetivo común era impulsar la eterna ambición presidencial de un líder. Su ideario iba del más rancio nacionalismo revolucionario a la izquierda socialdemócrata. Las únicas diferencias entre el Sol Azteca y la franquicia de López Obrador son que el seguido es aún más personalista y que llegó al poder.
El PRD podría reagruparse sólo si se mueve rápido. Urge la autocrítica: los vicios internos y la falta de un discurso de izquierda permitieron que un caudillocreciera tanto que los desechó. Las corrientes explicaban el equilibro de fuerzas hace treinta años: ahora son un reducto de dirigentes con cada vez menos recursos para el patronazgo. Deben apostar por el recambio generacional, empezando por los pocos jóvenes que les quedan. No sobrevivirán si no reivindican lo que es de verdad la izquierda frente al último líder de masas del nacionalismo revolucionario. Y sobre todo, hacer lo que haga Morena los hará redundantes de cara a 2021.
Este artículo fue publicado en Político.mx el 16 de noviembre de 2018, agradecemos a Fernando Dworak su autorización para publicarlo en nuestra página.
