sábado 20 abril 2024

PGR y GIEI. El derecho a no situarse en los extremos

por Arouet

Intento reivindicar la solidez intelectual de quienes no participamos de la crispación situada entre dos polos en relación con lo sucedido en Iguala, Guerrero el 26 y 27 de septiembre de 2014. Dije solidez intelectual, de ninguna manera ética y menos moral, porque no se trata de situarse por encima de nadie, como sí pretende uno de los polos que acusa, como proclama pero sin sustento que la tragedia es culpa del Estado –posición que gradualmente ha ido atenuando–. Tampoco se trata de ser árbitro y menos de ser (falsamente) neutral, como queriendo regular a los actores de la polarización o como situándose más allá de las encendidas pasiones.


Quienes no estamos dentro de esa confrontación comprendemos e incluso detestamos esa forma que tiene el activismo militante en México para lucrar con aquellos hechos, lo que sin duda también ha sucedido con los representantes del GIEI. Pero junto con ello decimos que la PGR actuó con dilación y displicencia, que no es una minucia haber dicho que la autoridad había llegado a la verdad histórica porque ese no es un dislate retórico (como sí lo fue el “Ya me cansé) sino la formulación de un concepto jurídico que, según muchos expertos en la materia, significa hacer justicia a las partes afectadas. No hay justicia. Esa verdad histórica aseguró que fueron incinerados los 43 estudiantes de Ayotzinapa en el basurero de Cocula; ahora la PGR acepta que fueron quemados al menos 17 personas pero sin que sepamos su identidad, incluso el señor Jesus Murillo Karam ya aceptó esa investigación reciente, que desmiente a la que él mismo encabezó. No hay verdad histórica ni sabemos dónde fueron masacrados los 43 estudiantes, como no sabemos, debe decirse, lo que ha sucedido con decenas de miles de desaparecidos en el país como estela del crimen organizado. Vale la pena criticar a quienes lucran políticamente con el tema, pero también y eso es clave, a las autoridades federales y locales que han permitido la gran impunidad que nos lacera, y que muchas veces no sólo no lo han permitido sino que, y esto es espeluznante, han participado de los crímenes.


 

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