martes 19 marzo 2024

Periodismo y crítica cultural

por Germán Martínez Martínez

¿Hablar de crítica cultural es una forma presuntuosa de referirse al periodismo cultural? La expresión puede tener un significado sencillo: la opinión sobre las artes. Pero decir hoy crítica cultural tiene resonancia académica, por procesos como el desplazamiento de varias formas de estudios literarios por los estudios culturales. Por sentido común podría esgrimirse que el periodismo cultural sería noticioso y se ocuparía de la actualidad (incluyendo efemérides), mientras que la crítica cultural significaría un ejercicio de valoración —corriendo el riesgo de anacronismo pues por décadas se ha disputado la conveniencia de los cánones— y, sea como sea, una práctica más sofisticada que un reportaje. Hay una variedad de maneras de problematizar la distinción.

El escritor José Emilio Pacheco, autor de la columna Inventario. Fotografía México Desconocido

Podría contrastarse —por mero azar de lecturas simultáneas— una práctica del comentario cultural y una reflexión sobre la crítica. Theodor W. Adorno, vinculado al centro de investigaciones conocido como Escuela de Fráncfort, escribió el ensayo “La crítica de la cultura y la sociedad” en 1949 (publicado en 1951 en un libro colectivo). Se trata del texto en que Adorno célebremente redactó un enunciado en que cuestionó que los escritores pudieran seguir escribiendo poesía después de la barbarie del exterminio de judíos en Auschwitz. Al hablar de crítica cultural, Adorno se refiere a la ejercida hacia mitad del siglo XX, en ámbitos de su conocimiento (antes del auge de corrientes que pensadores como él mismo propiciaron). Por otra parte, tenemos, Inventario, la columna semanal que el escritor José Emilio Pacheco publicó desde el 5 de agosto de 1973, por poco más de cuatro décadas. La riqueza de Inventario ha producido y generará menciones y estudios. Para abordar el tema de la crítica y el periodismo cultural, resultan útiles varias descripciones hechas por el escritor Juan Villoro al inaugurar la Cátedra José Emilio Pacheco en la Universidad de Maryland el 2 de diciembre de 2016, con la conferencia: “La vida que se escribe. El periodismo cultural de José Emilio Pacheco”.

La revista The Economist lanzó la columna de crítica cultural _Back Story_ en agosto de 2021

En el ensayo de Adorno hay multitud de asuntos y un lenguaje que puede llevar a debate. Entre aquellos, es de interés que para Adorno “las aportaciones socialistas a la crítica de la cultura” tendrían “cierta afinidad con la barbarie” y se expresarían “en el lenguaje falso del buen salvaje”. En cuanto a la escritura de Adorno, aunque se suele atribuir los discursos esotéricos al pensamiento francés de la segunda mitad del siglo XX, Adorno y otros evidencian que los lenguajes autorreferenciales tienen también una veta alemana. En contraste, Villoro —quien no califica a Pacheco como crítico— elogia la calidad de su periodismo, “a medio camino entre la crónica y el ensayo”. Una de las virtudes que encuentra, sin desdoro de la “erudición”, es su “claridad”.

El crítico cultural, filósofo y sociólogo Theodor W. Adorno. Fotografía Exilmuseum de Berlín

Las ideas de Adorno arrancan con el diagnóstico de que un crítico cultural pertenece a la cultura que examina, pero “juega la carta de la superioridad”. Añade que la crítica es parte del mercado y el crítico “un producto del mercado”. Aunque pone en duda el concepto de ideología y su pertinencia histórica, Adorno también dice que los críticos ayudan a “tejer el velo”, no sólo por ideología individual sino por la materia con que trabajan, “incluso cuando el crítico lucha celosamente contra la mercantilización de la cultura”. El punto de la pertenencia al “sistema económico” acaso requiere adaptación en sociedades como la mexicana. La observación de Adorno aplicaba a una sociedad capitalista con amplio mercado de lectores de periódicos. En la sociedad mexicana, por falta de lectores, tanto a la mitad del siglo XX como en el XXI, aun los críticos más reputados han tenido un público exiguo y, sin ser ajenos a él, difícilmente han influido significativamente en el mercado de consumos culturales. Habría que tomar en cuenta, para México, que los críticos actúan en una extrema jerarquización social y entre juegos de prestigio de grupos muy reducidos. Como en otros países, quizá un crítico puede influir en la compra de un cuadro, pero difícilmente inhibe o propicia que se agoten los boletos para una función. Estamos ante un mercado cultural disfuncional.

Adorno encontraba que plantearse hablar desde la cultura —“inmanencia”— o desde fuera de ella —“situarse en transcendencia”— era “una recaída en la lógica tradicional”. Efectivamente, hay algo de ingenuidad en suponer que un crítico pueda, con facilidad, hablar desde fuera de su cultura, aún si, por ejemplo, fuera genuinamente cosmopolita y capaz de contrastar diversas experiencias culturales. La alternativa teórica de Adorno es una crítica de carácter dialéctico que disputaría “el concepto de cultura” e iría más allá de la crítica de la ideología: no trataría a la cultura como ideología susceptible de observación exterior, ni se mantendría subordinada a “las normas que ella misma ha hecho cristalizar”. Según Adorno, el crítico tendría que participar y no participar de la cultura que analiza, “comprendiendo su posición en el todo”.

La antología del periodismo cultural del poeta José Emilio Pacheco. Imagen Ediciones Era

En Inventario, según Villoro, la primera persona casi no se usa, “sin exhibirse a sí mismo, [Pacheco] exhibía sus convicciones […] dosificaba sus opiniones para realzar las de los otros”. Asimismo, dice Villoro, Pacheco “rara vez criticó a un colega y no tuvo talante de polemista”. Una función que Villoro destaca en los ensayos de Inventario es su relación con la “tradición”, de la que Pacheco “se reconoce deudor”. En Inventario importaba hacer “el compendio de lo que merece ser conservado y de los impedimentos para que eso suceda”, es decir Pacheco trabajaba a favor de consolidar la tradición. Para Villoro, el periodismo cultural de Pacheco está redactado “con la sutileza de quien incorpora su voz al coro sin pretender cambiar la melodía”. Por supuesto, Villoro dice esto como elogio, pero desde la perspectiva de Adorno el mismo argumento significa que Inventario, al menos en esa dimensión, habría sido inmanente, cultural funcional.

Partiendo aleatoriamente de Adorno y Pacheco, la diferencia entre periodismo y crítica cultural no pareciese radicar en su complejidad. Quizá ni siquiera en su atención al presente. Si bien Villoro afirmó que “el periodismo cultural vive de la circunstancia”, en realidad, cualquier relectura es una actualización. La distinción, en cambio —si la hay—, apunta al significado de la crítica. ¿Puede haberla sin debate? ¿El disenso implica conflicto? ¿Puede la crítica cultural ser ejercicio emancipatorio desde el interior y en contra de la cultura establecida? ¿Cuáles serían y cómo se construirían las exterioridades de la cultura?

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