viernes 29 marzo 2024

Para eso les pagamos

por Óscar Constantino Gutierrez

Un error básico de los gobiernos autoritarios es asumir que el dinero fiscal es suyo. Lo que distingue a un contribución de un tributo es que el primero es una aportación del ciudadano a su representante, el segundo es una ofrenda del súbdito a su amo. Y no, las repúblicas no tienen súbditos y los gobernantes no son dueños de lo público, sino sus meros gerentes.

En otras palabras, aunque suene chocante, los impuestos son el signo de la democracia: mandamos porque contribuimos. Y antes de que salga algún demagogo a decir que los derechos políticos no dependen de pagar al fisco, hay que recordar que las reglas se hacen para la mayoría de los casos, no para las excepciones. Y participar en política, sin dar para los gastos públicos, es algo excepcional e indeseable.

Ahora que la 4T se rehusa a tomar medidas contracíclicas por la crisis económica, hay que recordarle que no pagamos impuestos por el gusto de tener a los burócratas en funciones públicas, contribuimos para que resuelvan los problemas en los tiempos difíciles o, dicho en la mejor tradición bíblica, pagamos en tiempos de vacas gordas para que esos recursos se usen en tiempos de vacas flacas. El gobierno no es el hijo adolescente de la sociedad, que recibe una mesada para gastarla en tonterías, es el administrador de las cosas que el mercado no puede (ni debe) hacer y eso lo entienden libertarios, liberales, desarrollistas, estatistas y hasta socialistas. De hecho, las diferencias de política económica entre ellos dependen del lugar donde ponen la frontera entre lo que corresponde al gobierno y lo que le toca al mercado.

Y en las crisis, donde las decisiones de mercado dejarían a muchos sin condiciones mínimas de subsistencia, se requiere la intervención del gobierno para garantizar que la gente no pierda sus bienes fundamentales. Así fue durante el New Deal y la Segunda Guerra, esa fue la visión del Plan Marshall: gastar lo que se tenía (e incluso lo que no) para asegurar que las personas no se murieran de hambre, la victoria contra potencias enemigas o la reconstrucción de lo devastado por los conflictos bélicos. Ya superadas las circunstancias extraordinarias, corresponde adelgazar el gasto público, ahorrar y preparar las reservas de vacas gordas.

Hoy, el gobierno de López se volvió a equivocar: si las empresas (grandes o chicas) quiebran, los primeros perjudicados serán los pobres, esos mismos que, por el bien de todos, supuestamente van primero en el evangelio obradorista. El segundo afectado es el gobierno, porque, si quiebran las empresas, dejará de recaudar ISR, IVA y IEPS, ya que los empleados dejarán de tener ingresos y, por ende, de consumir.

Así que asumir que rescatar empresas (o profesionales independientes o consumidores) es un nuevo perverso Fobaproa, como sostiene López, es una reverenda tontería: el odio de la 4T contra los negocios o clases medias es tan absurdo como que un sujeto se corte una mano o un pie porque no le agrada a la vista. Los asalariados no flotan en el aire: su sustento depende de que haya empleos y estos de que hayan empresas y consumidores.

Por tanto, se requiere usar el recurso y deuda pública en rescatar empresas y deudores, para que sigan existiendo empleos y consumos. La crisis económica, causada por el coronavirus, hace que invertir en ciencia, investigación y desarrollo sea más importante que nunca, si en verdad se quiere romper el ciclo cortoplacista, maquilador y manufacturero que propicia bajos ingresos para los mexicanos. Y si algo se necesita, en este momento, es que la gente siga comprando: quitar aguinaldos o sueldos es como retirarle la comida a un encamado por desnutrición, un verdadero disparate.

Más allá del sistema constitucional con el que  se diseña el presupuesto, nunca debe olvidarse que contribuimos a los gastos públicos porque esos gastos son pertinentes, no pagamos impuestos para cumplir caprichos u ocurrencias de la clase política. Cuando hay crisis, el gobierno tiene la obligación de rescatar a los negocios y personas: para eso les pagamos a los burócratas, no para que dejen morir a quienes los mantienen.

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