jueves 25 abril 2024

El nuevo (des)orden post viral

por Nicolás Alvarado

El beso en la mejilla, la economía de mercado, la corbata, Estados Unidos como bastión de la democracia, la sala de juntas, la sala de cine, la ciudad como sede del consumo cultural, el papel, el comedor empresarial, el populismo, la tienda departamental, la democracia liberal: lista no exhaustiva y no humana –al menos no viviente– de víctimas de la pandemia. Algunos han muerto en definitiva. Otros están en terapia intensiva, conectados a un respirador cultural. Muchos tienen pronóstico reservado: todavía es un misterio si vivirán o, si han de morir, qué habrá de tomar su lugar.

Unos se empeñan en el aquí-no-pasa-nada, viajan en aviones en que sólo se les da agua y ya no hay revistas, visitan restaurantes donde son atendidos por meseros con careta, sueñan con ese momento –en un mes o tres, un año o tres, o más– en que “todo vuelva a la normalidad”, aun si el inconsciente les grita sotto voce que ya no hay vuelta atrás y ya no hay normalidad a la cual volver.

Otros, más cautos –o más miedosos, menos vitales, más antisociales–, salimos lo mínimo indispensable, declinamos toda invitación social, nos decimos felices en cuarentena, mientras vemos nuestros ingresos mermar, nuestro estatuto de clase media hacerse líquido a falta de liquidez.

FOTO: GALO CAÑAS/CUARTOSCURO.COM

Están también los más –aunque los veamos menos–: los que no tienen el lujo de esgrimir una postura política –o estética o psicológica– ante el confinamiento, los que salen todos los días a ganarse la vida pero tienen cada vez menos avenidas para hacerlo, ya sólo porque el bolero que se aposta frente al corporativo ya no tiene oficinistas cuyo calzado lustrar –el calzado de piel, de hecho, se hace también cosa del pasado– y la vendedora teme por el futuro de su empleo cada que llega un cliente a probarse una prenda pero se va sin comprar, musitando que quizás lo haga más tarde en línea.

Coordino hace cuatro años para la FIL Guadalajara un coloquio anual, internacional e interdisciplinario, que, bajo el título de De Muro a Muro, se ocupa de nuevos paradigmas que cada vez comprendemos menos bien. Este año el tema era obligado: el nuevo (des)orden post viral. A lo largo de cuatro sesiones, disponibles en www.demuroamuro.mx, algunas de las mejores mentes del mundo trataron de encontrar algún sentido a lo que vivimos hoy. En la nómina figuran pensadores como Sergio Benvenuto, Ian Buruma, Enrique Krauze, Nora Lustig y Rocco Ronchi. No pretendieron encontrar respuestas –difícil a estas alturas– pero sí aventurar preguntas y, sobre todo, caminos.

El intercambio, enriquecedor y sorprendente en su facilidad para articular consensos –cuánto más fluye el diálogo entre intelectuales, aun si desde cosmoviones encontradas, que entre gobernantes–, merece ser visto para ser digerido. Pero acaso valga rescatar, si no a título de conclusión sí de esencia, tres intervenciones: la del francés Jacques Attali, quien propugnó por articular un consenso global que permita una reconversión del modelo económico para privilegiar sectores como la salud, la educación, la cultura, lo digital, la logística, la higiene, la alimentación y la agricultura, y hacerse cargo del futuro y no sólo de lo inmediato; la del egipcio Mohamed ElBaradei, Premio Nobel de la Paz, quien, partiendo de un correcto diagnóstico de que la mayoría de los líderes “están distraídos, son miopes, y no tienen la fuerza para sacarnos de donde estamos hoy”, apeló a la movilización de una sociedad civil que, sin embargo, como advirtió el filósofo alemán Hartmut Rosa, debe no sólo elevar la voz sino también abrir los oídos, desterrar “la idea es que la otredad del otro no está bien”.

“Necesitamos aceptar una diferencia que siga siendo diferencia”, dijo Rosa, en tiempos en que la polarización, en el mundo como en México, lastra cualquier posibilidad de consenso. Idea provocadora para tiempos complejos, queda como exhorto a los gobiernos de un mundo que parece nacer, y que acaso estemos a tiempo de evitar que nazca mal.

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