jueves 28 marzo 2024

Nota sobre el cine de Laila Pakalniņa

por Germán Martínez Martínez

El cine de Laila Pakalniņa es la oportunidad de experimentar una aparente sencillez de la forma cinematográfica que, en realidad, es una exploración radical del cine. Las películas de Pakalniņa —nacida en 1962 en Letonia— han circulado poco en México y sólo en foros especializados como el Festival Internacional de Cine de la Universidad Nacional (FICUNAM). Se entiende que haya sido así porque no es el tipo de obra que atrae a cualquier público, pero, sin duda, tiene una audiencia y esta podría multiplicarse en un ambiente cinemático de mayor inteligencia y sensibilidad. Ahora el festival Black Canvas ofrece una muestra más amplia de sus filmes. Así, la obra de Pakalniņa emerge como potente remanso de puro cine.

El pitón, película de Laila Pakalniņa. Cinefotografía de Gints Berzins.

La obra cinematográfica de Pakalniņa comprende, hasta ahora, 36 películas, buena parte de ellas cortos documentales. En este festival se presentan 20 cintas, apenas poco más de la mitad del total; aunque un mayor número que en Documenta Madrid en 2018. El agradecible ciclo se presenta como “retrospectiva”, pero no lo es ni en abarcar la totalidad de la obra ni, lamentablemente, en proyectar los filmes en orden cronológico. Programar cine es tarea complicadísima que no atañe sólo a lo estético sino a múltiples cuestiones, como la logística —en ocasiones, por ejemplo, a pesar de la plena disposición de directores y programadores resulta imposible proyectar algunas películas por de derechos de exhibición. Las funciones de la muestra de Pakalniņa en Black Canvas están dispersas en varios espacios de la Ciudad de México —lo que podría beneficiar parcialmente a públicos de diversas zonas, pero que lleva a los interesados a perseguir el ciclo de un lugar a otro. Más allá de este festival, con prácticas como ésta se pierde el beneficio de una retrospectiva de verdad: la insustituible experiencia de atestiguar concentradamente el desarrollo cinematográfico de un director.

Cascada, película de Laila Pakalniņa. Cinefotografía de Uldis Jancis.

Apuntes sobre algunas de las películas de Pakalniņa —a partir de una selección no necesariamente representativa—, pueden dar una imagen del tipo de cine que ofrece. En El correo (1995) el carácter observacional de la cinta permite el registro tanto de la arquitectura báltica como de la relación entre personas y animales. Hay una sutil experimentación con el sonido y un trabajo minucioso en los encuadres —que resultan originales sin distraer de las acciones que estructuran el filme: llanamente una cartera haciendo su trabajo. En la filmografía de Pakalniņa el compromiso con ver el entorno prevalece sobre cualquier tipo de estilización.

Otro breve documental, El roble (1997), también toca el vínculo entre humanos y animales, específicamente los “latigazos”, que hoy han sido construidos, o revelados —según se entienda el mundo—, como abuso. El protagonista es un árbol de alrededor de 700 años de edad —reliquia viva que, no obstante, quizá tiene clavos enterrados y, con seguridad, muestra una intervención rectangular rellena de cemento o yeso. La cotidianidad transcurre a su alrededor. Pakalniņa realiza entrevistas y en ellas se ocupa de los silencios de sus interlocutores; recoge de alguien que: “Nunca pasa nada”. Las tomas del roble se convierten, más que en la presentación de una textura, en una orografía, una historia y una biología, a través de otros momentos de silencio. A la cineasta Pakalniņa le basta la imagen y el sonido para sondear su entorno.

¡Hola, caballo!, película de Laila Pakalniņa. Cinefotografía de Ivars Burtnieks.

Bordar sobre las devastaciones producidas por el “antropoceno” es hoy un cliché, derivar de ello la atribución de esos perjuicios al capitalismo, una simpleza. Pero los daños a la naturaleza están innegablemente frente a nuestros ojos y dan materia a artistas de diferentes disciplinas. Ante un basurero, un documentalista típico se demoraría en la contaminación del agua, la tierra y el aire. En cambio, sin jugar a la burda oposición —el cómodo ver la otra cara de la moneda—, en Tierra de ensueño (2004) Pakalniņa no puede evitar percibir la abrumadora continuidad de la vida, incluso entre la basura. Donde otros verían los estragos del consumismo y la suciedad de nuestros desechos, Pakalniņa ve cadenas alimenticias de reptiles, animales e insectos —en algún punto pareciera que cualquiera puede comerse a cualquiera—; la búsqueda de parejas, el defecar de los pájaros, las ratas cuidando a sus crías. Ajena a cualquier ternura bobalicona, la directora no retrata mascotas embrutecidas, sino gatos revolcados que saben cargar repugnantes presas en sus fauces. Asimismo, captura la presencia humana: ridículos cazadores de basurero, bolsas que se vuelven adornos en las ramas y que llegan a entorpecer el vuelo de las aves al atorarse en sus patas y convertirse en paracaídas. Hay acercamientos extremos que muestran la repugnante textura de los girasoles, al hacerlo, Pakalniņa ensaya despliegues técnicos que no están empeñados en mostrarse como tales, sino en contribuir al conjunto de la película y observar el implacable fluir vital.

Tierra de ensueño, película de Laila Pakalniņa. Cinefotografía de Māris Maskalāns.

En una hermosa carta, E.M. Cioran describió a Borges como “el último delicado” y ante el hecho de que ya “todo el mundo le cita” aseguraba que Borges merecía “haber continuado siendo tan inasequible e impopular como lo es el matiz”. En el cine contemporáneo no son escasos los artilugios audiovisuales —analógicos o digitales—, contrarios a la delicadeza, que suelen mostrar su dependencia de formas convencionales, incluso cuando tratan de negarlas. También abundan planteamientos que pretenden suplir la sustancia vital conformando relatos a partir de muletillas ideológicas biempensantes, que se describen a sí mismas como de la mayor actualidad. En cambio, plenamente en el matiz, el cine de Laila Pakalniņa se interesa por ver, observar y convocar las intensas maneras de la vida ordinaria.

La quinta edición de Black Canvas Festival de Cine Contemporáneo se desarrolla en varias sedes de la Ciudad de México, y gratuitamente en línea en FilminLatino, entre el 1 y el 10 de octubre de 2021.

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