sábado 20 abril 2024

Nos lleva el tren (del mame)

por Nicolás Alvarado

El 31 de agosto el PRI amanecía como cuarta fuerza política en la Cámara de Diputados –merced a las maniobras de coptación de legisladores desplegadas por el PT–, atardecía como tercera –por causa de maniobras no muy distintas del PRI– y, aun así, no lograba ocupar la presidencia de la Mesa Directiva –pese al acuerdo político que así se lo garantizaba–, dejando a esta institución en torpe y preocupante impasse. Se anticipaba la salida del gabinete del Secretario de Medio Ambiente. Los contagios por Covid 19 se quedaban a menos de 500 de los 600 mil, y los muertos por esa causa en el país superaban los 64 mil, al menos en el dudoso recuento oficial. El presidente de la República estaba por rendir al día siguiente su segundo informe de gobierno, en medio de la peor crisis económica y sanitaria de que tenga memoria el país.

¿Cuáles cree el lector que eran, al anochecer, los cinco temas más comentados entre los usuarios de Twitter, la más politizada de las redes sociales? 1. #Madero40 (sobre el cumpleaños de un cantautor de ese apellido). 2. #FinalLaVoz (sobre el cierre de temporada del programa televisivo de ese nombre). 3. #VivaMéxico (¡Viva!). 4. #SuperM_TigerInside (sobre el nuevo video de una banda de k-pop). Y –¡al fin!–, en el quinto sitio. el primer asunto relacionado con el acontecer político nacional: #INSS.

Bunkerpop

¿Qué es #INSS? Un dislate cometido por Antonio Attolini –ex líder estudiantil y comentador político en la tele y las redes–, quien, en el quinto párrafo de su carta de renuncia al Instituto Mexicano del Seguro Social –del que era funcionario hasta entonces y que decidiera abandonar para contender por un cargo en la dirigencia de Morena–, se refiere erróneamente a esa institución como Instituto Nacional del Seguro Social. Por su pifia, Attolini recibió toda suerte de injurias de los cibernautas –“¿Ni su nombre se pudo aprender? Qué bueno que ya se va”; “Con razón tenía tanto tiempo para tuitear, tenía una chamba inexistente”; “¿Qué clase de pusilánime renuncia a su puesto en una institución de gobierno y ni siquiera sabe cómo se llama?”–, mientras el tuit era cubierto como si revistiera relevancia por medios habitualmente serios como El Universal, Infobae, LatinUs, El Financiero, El Heraldo y Sopitas.

No tengo simpatía por Attolini: su pensamiento me parece superficial, su postura de respaldo acrítico a cada hecho y dicho del presidente más cercana a la devoción fanática que al análisis político. Pero tres cosas le concedo: 1) en el tuit que contiene la carta, arroba correctamente a la institución con el handle @Tu_IMSS; 2) en el primer párrafo de la carta de marras consigna con todas sus letras que renuncia al “glorioso Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS)” (cursivas mías); 3) en el segundo vuelve a usar las siglas IMSS. No hay, pues, ignorancia del personaje del nombre correcto de la institución en que trabajaba: hay una errata, acaso derivada de la escritura al vuelo y la falta de revisión.

Me ocupo de esta fruslería para denunciar algo que no lo es: que, mientras se (sub)reportan cientos de muertes cada día por una pandemia que el gobierno no ha sabido manejar y de la que no quiere hablar, mientras la economía colapsa y las reservas financieras se agotan ante la soberbia indolencia del ídolo de Attolini, mientras el Poder Legislativo deviene circo que ofrece un espectáculo lamentable al chasquido del látigo del presidente, los cibernautas que cuestionan el proyecto del gobierno federal, y los medios de comunicación prestigiados, se desgasten en semejantes tonterías.

Hoy es el INSS de Attolini pero antes han sido la “fuerza moral” de López Gatell o el “detente” del presidente: cortinas de humo y espejos que tiende el grupo en el poder para distraernos de su proyecto de destrucción de las instituciones democráticas y el Estado de derecho, tren del mame que nos conduce a esa tierra en que abjuramos de nuestra ciudadanía en beneficio de un poder omnímodo y unipersonal.

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