sábado 20 abril 2024

“No pierda usted de vista la mano derecha”

por Juan Carlos Servín Morales

Así es querido aficionado que vive la intensidad de este, su no tan bello pero favorito deporte, el de las “trompadas”, “codazos” y “escupitajos” en nuestra atinadamente llamada “tragicomedia mexicana” que tantas risas y lágrimas nos ha arrebatado desde siempre. Tal y como dijeran en el argot boxístico, no debe usted perder de vista la mano derecha de quien hoy conduce en buena medida los destinos de nuestro México lindo y querido. Seguramente intuye por qué lo digo.

Ya van muchas “mañaneras” (ese supuesto ejercicio de rendición de cuentas que más bien acaban siendo un instrumento político para fijar agenda, “leer cartillas”, “linchar” a los “infieles” y enaltecer la figura presidencial) en las que se nos recetan jabs, uppercuts y “combos” a pura diestra; golpes que podrían herir mortalmente a nuestra muy imperfecta pero vital democracia -sí, a pesar de sus serios déficits. La misma a cuyas cualidades López debe el haber llegado a la tan ansiada silla presidencial.

FOTO: GALO CAÑAS /CUARTOSCURO.COM

Jamás estará de más apelar a la memoria, traer a colación que mucho de lo mejor que tenemos (o teníamos) en el México contemporáneo lo debemos a la tenaz lucha -incluso clandestina- emprendida por miles de individuos y decenas de agrupaciones que enfrentaron desde distintos frentes -izquierdas y derechas democráticas- a la “presidencia imperial” y construyeron instituciones fundamentales para desmontar al presidencialismo hipertrofiado. La transición hacia la democracia -para muchos, iniciada en 1977 pero con claros puntos de inflexión previos- ha transitado en épocas recientes del estancamiento al anquilosamiento y actualmente, más de 40 años después, a enfrentar abiertas y veladas amenazas de desmantelamiento.

Todo indica que para el presidente López la democracia liberal (esa que muchos deseamos, supongo) es espuria y su idea de democracia (iliberal, lo estamos viendo) es la única auténtica. Por tal motivo, es tarea prioritaria de la nueva “clase tetratransformacionista” regresar a la “dictadura perfecta” sin contrapesos y excluir de su “bella utopía” (así le dicen ellos pues) a la heterogénea gama política, económica y social que se les opone u opina de manera distinta. Pareciera que si no estás con ellos, estás contra ellos. Ellos son “pueblo bueno” y lo demás es “la mafia”. Populismo, demagogia, autoritarismo y despotismo… eso se nos viene “recetando” a diario.

Ya mucho se ha escrito sobre la orientación ideológica de López Obrador y su gobierno. Él se ha autodefinido como juarista, demócrata y “cristiano en sentido amplio”. A sus adversarios los califica o, mejor dicho, descalifica con una basta sarta de adjetivos que usted conoce bien y los arroja por igual al mismo costal, el de la “mafia del poder”, ese selecto club donde se agrupan los peores villanos a los que -bajo su lógica- es menester eliminar; todos ellos, “conservadores”, “fifís” y “neoliberales”, claro está.

Quien esto escribe, un “simple ciudadano de a pie”, le plantearía una serie de preguntas: a caso un demócrata de izquierda o de derecha… un demócrata de izquierda… un demócrata liberal… un demócrata a secas (que por antonomasia es tolerante y respeta el marco jurídico y la pluralidad)…

  • ¿falsificaría mecanismos de participación ciudadana (y echaría por la borda una inversión millonaria que hubiese acarreado una derrama económica importante)?,
  • ¿cuestionaría el número de divorcios?,
  • ¿evadiría pronunciarse sobre los derechos de la comunidad LGBTTTI y pondría a consulta la interrupción del embarazo?,
  • ¿eliminaría programas e instituciones que protegen a mujeres e infantes?,
  • ¿instauraría programas clientelares cuyos propósitos son primordialmente electorales (véase el artículo “El gran benefactor” de María Amparo Casar en Nexos)?,
  • ¿asignaría directamente la mayoría de los contratos?,
  • ¿hablaría de templos religiosos y de pecado?,
  • ¿excomulgaría “enemigos” sin evidencias de por medio?
  • ¿faltaría a la ley designando a un mando castrense para dirigir su Guardia Nacional?,
  • ¿acosaría a la prensa y a los escritores que lo cuestionan (Enrique Krauze o Jorge Ramos)?,
  • ¿amagaría con represalias cuando a los reporteros les dice “si se pasan, ya saben lo que les sucede”?
  • ¿”batearía” preguntas hablando de béisbol para evitar responder a un mandatario extranjero (Donald Trump, o “Trun”, como le llega a decir)?,
  • ¿perdería el tiempo -como táctica para distraernos de otros temas- pidiendo disculpas al gobierno de España por hechos ocurridos hace 500 años?,
  • ¿pretendería controlar al Poder Judicial?,
  • ¿acaso desconocería lo que gritan las cifras (incluso las de su propio gobierno), la apabullante realidad para solo hacerle caso a su “dedito”?…
  • ¿Eso hace un demócrata? ¿en serio? Si acaso, un demócrata iliberal.

Mención aparte merece el nefasto “memorándum” con el que pretende dejar sin efecto lo que denomina “la mal llamada reforma educativa”. Colocándose de facto por encima de la Constitución y haciendo a un lado al Poder Legislativo, el presidente da un derechazo (en sentido amplio) a nuestra democracia. Un muy probable “golpe de Estado técnico”, diría Ángel Verdugo en una de sus videocolumnas.

Tal y como hoy diría una “muletilla” en boga, “date cuenta amiga, amigo”: hoy sobran argumentos para afirmar que el presidente López y su régimen tienen más -mucho más- de un rancio conservadurismo provincial de derecha autoritaria que de liberalismo político de izquierda democrática. Basten los temas aquí reseñados para darnos cuenta de que, si deseamos preservar lo conquistado tras décadas de transición, no podemos perder de vista esa mano derecha. Y mira que, como diría vox populi, “tienen la mano pesada”. Así “mueren las democracias”, diría un reconocido texto de reciente publicación.

A este escenario apocalíptico, súmele el incremento en el número de homicidios durante el primer trimestre del año, el decrecimiento del empleo o las pesimistas estimaciones sobre la economía mexicana para este año. Pese a ello, la actual administración dice querer cambiar el rumbo, pero lo pretende hacer con recetas que fracasaron.

¿Eso es un gobierno democrático? ¡Habrase visto!

También te puede interesar