jueves 28 marzo 2024

Música electrónica, porno y literatura: los gustos musicales de Naief Yehya

por Daniel Herrera

Después de una larga y extraña noche revisando los resultados de las elecciones estadounidenses, recordé la anécdota que hace como once años me platicó Naief Yehya en un restaurante tapatío. El autor, quien vive en Nueva York desde hace años, es hijo de padre sirio y madre libanesa. Nació en México en 1963 y, a pesar de ser ingeniero, se ha dedicado a la escritura desde su juventud.


La historia comienza con él subiéndose al metro neoyorkino, ocupado en sus propios asuntos vio algo que lo sacó de sus pensamientos. Revisó el atestado vagón de un lado a otro y se dio cuenta que no había un solo blanco en él. Todo era un revoltijo humano de distintos colores, géneros, etnias y religiones.


Lo platicó con una sonrisa en la boca.


Ayer, esa multiculturalidad no sirvió para detener a un candidato que abiertamente se ha mostrado racista, sexista y misógino.


También ayer, Naief se preguntaba lo siguiente en Facebook: “Lo que más me urge saber ahora es si en el régimen trumpiano me va a deportar por mexicano o a meter a un campo de concentración por árabe.”


El sentido del humor no logró ocultar sus preocupaciones como ciudadano estadounidense pero también como migrante.


Supongo que todo lo anterior no se encuentra tan cercano a la entrevista que le hice al autor algunos días atrás. Un tema mucho más agradable que la política doméstica estadounidense: la música.


La primera pregunta, como ya lo he hecho anteriormente tiene que ver con la importancia de la música en la vida diaria.


—Durante buena parte de mi carrera no podía escribir si no tenía música, sin embargo, con el tiempo esto ha cambiado y no sabría explicar por qué. Cada vez me parece más evidente que para escribir ciertas cosas necesito silencio. Yo pienso que tiene que ver con la manera en que se ha complicado el ecosistema mediático y la forma en que se han multiplicado las interrupciones y distracciones. Antes yo escribía desde la soledad, ahora a veces me siento en medio de una turba, susceptible a la seducción de voces, información y entretenimiento. Por tanto, al añadir música aumenta sólo el volumen y el ruido con lo que la música se pierde en la cacofonía.


En ese sentido yo también tuve que luchar contra las constantes interrupciones de las noticias en tiempo real mientras las elecciones estadounidenses sucedían. Fue tan complicado que cerraba y abría el buscador constantemente, porque, al mismo tiempo, no quería dejar de ver la forma en que los estadounidenses se hundían en una decisión que, con toda probabilidad, lamentarán en un futuro no muy lejano.



Termino de redactar esta pequeña entrevista pasada la media noche, mientras cambio de ventana en ventana para observar el lento pero imparable avance de Trump y los republicanos. Pero también, prestando atención a las reacciones tanto de los norteamericanos como de los mexicanos que, con un gran gusto por el drama, parecen anunciar el apocalipsis. Haciendo a un lado las exageraciones, mientras escribo y me entero sobre el mundo, un disco completo alojado en YouTube suena en mis audífonos.


Le pregunto a Naief sobre la influencia de la música en su obra literaria o ensayística.


—Gran parte de lo que hago tiene que ver con una construcción de la idea de la tecnocultura que se debe en gran medida a la música electrónica, tecno, industrial y progresiva. Estos géneros me influenciaron e informaron sobre el sentido que le di a mi búsqueda tanto en ficción como en ensayo.


Es un género extraño para que lo abrace un escritor, pero Naief no es un autor típico. Su obra lo ha mostrado como alguien que se adelanta al abordar temas a los que, casi siempre, otros analistas llegan tarde. Ahora, supongo que no es el único género que escucha, así que le pregunto sobre su tolerancia a otros estilos.


—Yo creo que soy tolerante pero cuando oigo música ranchera o tropical, me doy cuenta de que no lo soy tanto. Escucho cosas nuevas todo el tiempo, pero no tengo paciencia para una gran cantidad de géneros.


En ese sentido, ya que Naief es un tolerante, sus gustos musicales deben ser amplios. Su respuesta a mi pregunta sobre lo más disímil que escucha confirma mis sospechas.


—Pop fresón de los 70, como Bread y Carpenters, al lado de Einstürzende Neubauten y Van der Graff Generator. Arvo Part y Angelo Branduardi, Brian Eno y Goo Goo Dolls.


Naief piensa que la música no es indispensable para que un escritor mejore su estilo o alcance las alturas de calidad a las que apuesta, pero de ninguna manera hace daño.


Lo extraño es que después de esta afirmación, le pregunto lo siguiente: Los temas que manejas en tu escritura tienen que ver con la cultura, la pornografía y la tecnología, ¿hasta dónde la música se integra a esos tópicos de una manera fundamental? ¿Puedes encontrar alguna relación?


Y su respuesta deja claro que la música sí parece indispensable para que un escritor, por lo menos, elija ciertos temas. Pienso que, a pesar de su propia opinión, la música también lo ha llevado a ser un gran autor y pensador de la tecnología y aquello que la rodea.


—Como mencionaba antes, mi acercamiento a la tecnología se dio por la música, el cyberpunk estaba vinculado con Lou Reed y Kraftwerk, Throbbing Griste y Test Dept, con el auge de las bandas electrónicas belgas como A Split Second y Front 242, así como Skinny Puppy y Ministry, y demás engendros del sello Rough Trade. Esa oleada rabiosa de música que recuperaba los sintetizadores y la imaginería glitch conformó mi idea de lo que pregonaban William Gibson, Mark Dery y Bruce Sterling entre otros autores. Para mi hubiera sido inimaginable dedicarme al estudio del cyborg (y por tanto de la pornografía) de no haber sido por esa música.



Naief Yehya tiene una larga lista de libros publicados. El más reciente es Pornocultura: El espectro de la violencia sexualizada en los medios, del 2013.

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