viernes 29 marzo 2024

MORENA y la quema de libros

por Luis Antonio García Chávez

En los últimos días, el escritor peruano, Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura se expresó sobre el proceso electoral en México en la presentación de su último libro, en donde refirió “Tengo la esperanza de que haya lucidez en México, ante el populismo, la demagogia y las recetas fracasadas como en el caso de Venezuela, donde ahora el 90 por ciento quisiera salir de esa sociedad frustrada y fracasada”, también mencionó “Algunos países prefieren suicidarse, espero que eso no ocurra porque sería muy trágico para México, donde algunas cosas andan mal, pero otras bastante bien. Esperemos que el populismo no gane en México”.

Las posiciones políticas de Vargas Llosa son de todos conocidas y, como una voz influyente de la vida cultural latinoamericana, las expresa en diferentes momentos sobre procesos políticos de lo más diversos. En 1990, por ejemplo, fue el que acuñó el término de “la dictadura perfecta”, para referirse al sistema político mexicano al que veía como la dictadura de un partido de Estado, pero enmarcada en una democracia ficticia.

En aquel momento, que la crítica era hacia el PRI y durante la presidencia de uno de los villanos favoritos del imaginario colectivo nacional como Carlos Salinas de Gortari, la opinión del escritor fue aplaudida y compartida por muchos sectores dentro del país. Sin embargo, ahora que se critica al candidato que encabeza la mayoría de las encuestas, un sector importante de sus seguidores ataca con fiereza a Vargas Llosa.

Carmen Bojórquez, historiadora de El Colegio de Sonora, propuso en sus redes sociales quemar públicamente los libros de Vargas Llosa como una medida de protesta ante quien calificó de “metiche”. Esta propuesta tuvo una réplica importante de algunos de los sectores más amplios del obradorismo en redes sociales, quienes estaban profundamente indignados con las declaraciones del escritor.

Por otro lado, la esposa de Andrés Manuel López Obrador, Beatriz Gutiérrez Müller, declaró que como escritor, Mario Vargas Llosa “es una vergüenza” y “no es la gran cosa” además de calificar a sus declaraciones como “una intromisión, viniendo de un extranjero, y es una muestra de ignorancia, viniendo de un dogmático”.

Por su parte, el propio Andrés Manuel López Obrador declaró que “Vargas Llosa es un buen escritor, pero un mal político”

Más allá de si se comparte o no el símil que hace Vargas Llosa de AMLO con el chavismo o su visión de que representa un retroceso para México, el tema debe ser abordado desde diferentes aristas.

a) La ausencia de tolerancia en MORENA.

El Movimiento de Regeneración Nacional se ha mostrado, desde sus orígenes, profundamente refractario a todo tipo de críticas, sobre todo a aquellas que cuestionen directamente a su líder principal, Andrés Manuel López Obrador.

La concepción central de MORENA no concibe una sociedad diversa, plural e incluyente. Dividen a la sociedad en compañeros y enemigos. Curiosamente, a diferencia de otros momentos de la historia en que esta división se hacía sobre consideraciones de clases sociales o planteamientos ideológicos, en la actualidad en MORENA lo que divide a la sociedad en “buenos y malos” es la opinión que se tenga sobre Andrés Manuel López Obrador.

Es por ello que pueden aceptar sin cortapisas a gente como Sergio Mayer, Cuauhtémoc Blanco, Gabriela Cuevas, German Martínez, Manuel Bartlett, Elba Esther Gordillo, Alfonso Romo, René Bejarano, Gerardo Fernández Noroña, John Ackerman, Martí Batres, Napoleón Gómez Urrutia, Esteban Moctezuma, Hugo Eric Flores, Alberto Anaya, o cualquier otro, sobre la única premisa del apoyo a la candidatura de Andrés Manuel. No importa en lo más mínimo que sea imposible hallar coincidencias políticas, ideológicas, programáticas o de visiones de país entre ellos. Coinciden en que AMLO debe ganar y sobre esa base única, son compañeros.

Del otro lado, todos los que no vemos a AMLO como la mejor opción para México, seamos miembros de otros institutos políticos, académicos, periodistas, intelectuales, partícipes de movimientos sociales, miembros de la sociedad civil, de izquierda, centro o derecha, cualquiera, pues, que no crea que Obrador es la solución de todos nuestros problemas y, aún más, si nos atrevemos a criticarlo, somos enemigos, Vargas Llosa incluido. Este fenómeno político, cuando se ha dado en el pasado, ha sido sumamente peligroso y nocivo llevando a sociedades divididas y profundamente confrontadas.

b) La visión aldeana de México.

Cuando la esposa del candidato habla, y muchos de sus militantes repiten, que hay “intromisión extranjera” por las opiniones de Vargas Llosa, lo menos que podemos decir es que no han entendido el fenómeno de la sociedad globalizada y que tienen una visión aldeana de México. Es importante entender que vivimos en nuevos tiempos, en medio de la globalización, y que ello provoca que los procesos locales sean sujetos de observación, escrutinio y opiniones por parte de actores importantes de otros países.
En México comentamos hasta el cansancio las elecciones de los Estados Unidos, en la mayoría de los casos cuestionando lo que finalmente fue la llegada de alguien como Donald Trump al poder; comentamos también el Brexit, que marcó la decisión de Reino Unido de abandonar la Comunidad Económica Europea. Opinamos sobre el proceso independentista de Cataluña, sobre los procesos de paz en Colombia. Todo esto es natural.

Claro que AMLO ha preferido no pronunciarse, pero no es por respeto a la vida de otros países, sino por su necesidad bonapartista de no generarse conflictos al tener que tomar opinión. Por eso no opina sobre Venezuela o Cuba, como no lo hace tampoco sobre la interrupción legal del embarazo, los matrimonios igualitarios, la legalización de las drogas o muchos otros aspectos. En el fondo, lo que busca es evitar que una postura clara polarice con un sector.

Esta visión aldeana de México es profundamente peligrosa en aquellos que hoy tienen la posibilidad de alcanzar el gobierno en la etapa que es más importante la participación internacional de nuestro país, así como entender que nuestro país puede y debe ser también sujeto de escrutinio mundial.

c) La profundización del discurso de confrontación.

Pero de allí nos vamos a la propuesta de quema de libros. El nivel de intolerancia es absoluto. Llamar a quemar la obra literaria de un autor porque no se converge con sus posiciones políticas es además de una ignorancia supina.

Solo momentos de totalitarismo, como la inquisición o el nacismo, llegaron a la conclusión de que la diversidad de ideas era tan peligrosa que merecían ser quemadas. No es menor el tema, pues si bien no fue propuesto directamente por el candidato o algún liderazgo central de MORENA, queda claro que la propuesta generó simpatías, por decir lo menos, en un amplio sector de su base política y, con ello, el peligro que representa.

Precisamente la intolerancia mostrada por Andrés y su círculo más cercano, entre ellos su esposa, es el caldo de cultivo para estos grupos que, buscando congraciarse con un líder intolerante, pretenden mostrarse aún más intolerantes que él.

Ya dijo el escritor Heinrich Heine en 1821: “ahí donde se queman libros, se acaba quemando también seres humanos”, afirmación que, tristemente, se vería más que confirmada después de poco más de un siglo en la Alemania Nazi.

De la base social de MORENA ya hemos conocido agresiones y amenazas a periodistas y críticos en otros momentos, el tema no es menor, no frenar este tipo de visiones puede escalar la confrontación a niveles profundamente indeseables.

d) El doble rasero con que miden la mayoría de los temas.

Por último, cabe mencionar el doble rasero con que se miden la mayoría de los temas al interior de MORENA. Curiosamente, unos días después de las declaraciones de Vargas Llosa, Regeneración, su órgano oficial de comunicación difundió de manera profusa las declaraciones del trovador cubano Silvio Rodríguez sobre AMLO, donde afirman que el cantautor mencionó que es el único que “puede rescatar al país… de las desgracias que el neoliberalismo y el TLC nos han traído”. El artículo es ilustrado con una foto de Silvio y AMLO abrazados en Cuba.

Por supuesto que estas declaraciones jamás fueron cuestionadas como “intervencionismo extranjero”, por parte de la esposa de Silvio ni condenadas por su militancia. Imagino sus reacciones si alguien propusiera la estúpida idea de quemar discos del cantante en medida de protesta por sus opiniones, las que se pueden compartir o no, pero en una democracia, tiene todo el derecho a expresar.

La duda central es si AMLO, su esposa y los suyos desean que sigamos en una democracia. Peligrosamente creo que la respuesta es no.

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