El tema migrante no nos va a dejar. No hay manera de que la problemática migratoria se vaya a resolver en 45 o 90 días, como lo está imponiendo y exigiendo Donald Trump. Los esfuerzos del gobierno mexicano están tratando de atemperar los problemas que se han presentado en su relación con su similar de EU.
Trump no atiende de razones; señala, acusa e impone condiciones. No le importa lo que pueden provocar sus reacciones y acciones. Lo peor de todo esto es que no ve los problemas de manera integral; los coloca y define en los otros, parece que sólo se mira al espejo para peinarse; no hay un ápice de autocrítica.
El objetivo central del Gobierno, para insistir en lo obvio, es evitar a toda costa, reiteramos, a toda costa, la imposición de aranceles por el desaguisado que puede provocar; puede llevar a la economía a terrenos de los límites.
Con esto vamos a lidiar, y lidiaremos, porque las posibilidades de que se reelija Trump son, por ahora, realmente altas. El dilema ante el que estamos es qué vamos a hacer si en el periodo de los 45 días que nos impuso Trump, o en una de ésas nos autoimpusimos, las cosas no están bajo los parámetros que anda manejando el presidente de EU, los cuales pueden ser susceptibles de cambiar según ande su humor.
Estamos en una carrera contra el tiempo, en medio de muchos problemas, con varios frentes abiertos. Uno de los más delicados empieza a ser la forma en que en el país se está viendo a los migrantes. Desde hace algunos meses ha cambiado la forma en que se ve a quienes cruzan el país.
Ya son vistos como un problema y se ha ido perdiendo la idea de la solidaridad y la ayuda. Recientes encuestas ya muestran esta inconformidad entre los ciudadanos.
En algunos casos los sondeos reportan que más de 65% de la población ya no tiene la misma visión sobre los migrantes, como la que se tenía hace al menos seis meses. Hoy ya se ve al migrante como un problema serio para el país.
Se está manifestando la discriminación, la misma que nos rodea y la cual, a veces, anda soterrada, pero que bien sabemos que coexiste con nosotros. Los migrantes están padeciendo ahora una adversidad más.
Lo delicado del asunto es que a los principales problemas que enfrentan los migrantes en México, como delincuencia organizada y las mismísimas autoridades, hoy se suma la actitud de mucha gente que ya los quiere fuera del país y que por ningún motivo se asienten en donde viven.
Algunas ciudades de las fronteras, las cuales históricamente han sido amistosas y solidarias, también se han visto envueltas en este fenómeno. Son diversas las razones por las que nos hemos ido metiendo en este túnel.
La migración está siendo, numéricamente hablando, inédita. Es mucha gente y, en varios casos, en medio de la desesperación en que andan han roto los equilibrios de algunas comunidades, a lo que se suma que han sido señalados por ser “groseros” y “malagradecidos”.
El Presidente ha venido viendo lo que pasa desde hace algunos días sobre el tema. El fin de semana de nuevo fue enfático al señalar la importancia de ser solidarios y, muy a su manera, como lo hace a menudo, pide “ser cristianos”.
Al gran problema que tenemos con Trump, al cual no se le ve buen futuro, se suma la mirada que se tiene sobre los migrantes al interior del país.
No se ve nada sencillo resolver todo esto. Está en el Gobierno, pero está también en nosotros entender lo que pasa. No perdamos de vista que como vemos a los migrantes hemos sido vistos en un sinfín de ocasiones.
No es sólo resolver el problemota que tenemos con Trump; también hay que hacer válida nuestra vocación y origen de país.
RESQUICIOS.
“Aparte de robos y secuestro de unidades con conductores, también tenemos que sortear exponer nuestra integridad física”: parte del desplegado de diversas asociaciones de productores, empacadores y exportadores de aguacate en México y Michoacán.
Este artículo fue publicado en La Razón el 17 de junio de 2019, agradecemos a Javier Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.
