martes 16 abril 2024

México, solo en su soledad

por María Cristina Rosas

La crisis que acontece en las relaciones mexicano-estadounidenses en el momento actual, donde los temas migratorios y los comerciales se ubican en el centro de la controversia, han evidenciado lo solo que se encuentra México. Nadie ha cerrado filas con él. Nadie lo defiende, mucho menos le ofrece apoyo. ¿Dónde están los gobiernos centroamericanos, quienes contribuyen con sus políticas económicas, sociales y de seguridad a la expulsión de sus habitantes y a que se desarrollen las caravanas migrantes? ¿Qué hay del combate de las redes de tráfico de personas que operan en aquellas latitudes -y claro, acá- con toda impunidad y que lucran con la desesperación de las personas? ¿Dónde está la solidaridad latinoamericana con México? ¿Qué pasó con los socios del Triángulo del Norte? ¿Y la Alianza del Pacífico? ¿Y dónde se encuentran las demás naciones con las que los mexicanos tienen suscritos tratados de libre comercio -como Uruguay, Chile, Colombia, etcétera? Ni qué decir del mundo, que fuera de algunos comentarios críticos en torno a la intransigencia de Trump, han omitido hacer una mención explícita, solidaria y de “cerrar filas” con México.

¿Por qué ocurre esto? El silencio del mundo es explicable, en buena medida, por el desinterés mostrado por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador en la política internacional. Como ya se ha comentado ampliamente en diversos círculos políticos, económicos y académicos, López Obrador es el primer mandatario en décadas, en no haber realizado un solo viaje internacional. En enero, omitió viajar al Foro Económico Mundial de Davos, en Suiza, lugar en el que se dan cita jefes de Estado y/o de gobierno y empresarios de las principales corporaciones, a quienes seguramente les habría encantado conocer al jefe de Estado mexicano y escuchar de viva voz su plan económico, máxime tras suprimir la construcción del nuevo aeropuerto internacional de la Ciudad de México y de cara a la reestructuración financiera de Petróleos Mexicanos (PEMEX), la cual, a la fecha, no convence a los inversionistas.

FOTO: OMAR MARTÍNEZ /CUARTOSCURO.COM

De manera más reciente, el mandatario mexicano señaló que no viajará a la Cumbre del G20 a celebrarse en Osaka, Japón, perdiendo así, otra oportunidad dorada para explicar a las economías más importantes del mundo, su programa económico, amén de que podría aprovechar la ocasión para tejer alianzas con países como los europeos, Japón y hasta la República Popular China, entre otros y quitarse un poco de encima la presión estadunidense.

Como trates, serás tratado. Hay una manera de actuar del mandatario mexicano, discordante con los tiempos. La idea de remitir cartas a Donald Trump, así lo ilustra. Ni qué decir de la consigna de que la mejor política exterior es la política interna, como si aquella pudiera aparecer por arte de magia sin plan, ni diseño de prioridades. La política exterior, si bien se conecta con la política interna, debe ser construida, edificada, gestionada. Debe ser el resultado de una cuidadosa revisión de las prioridades del país y de la necesidad de promover el interés nacional, para obtener, del mundo, lo que se desea y necesita. Si bien es inevitable que llegue a ser reactiva ante coyunturas tan desafortunadas como la actual, producto de los tuits y exabruptos de Trump, idealmente debe ser capaz de anticiparse a los acontecimientos y ser, ante todo, una política exterior de Estado, no de gobierno.

Por supuesto que la política exterior ha sido un tema residual en los diversos gobiernos que ha tenido el país, prácticamente desde que terminó la guerra fría a la fecha. Con todo, nunca como ahora se había presentado una situación en la que el titular del ejecutivo prácticamente ha cerrado la posibilidad de viajar al exterior, al vender el avión presidencial y carecer de un medio de transporte que le permita trasladarse a los centros de poder mundial o a eventos relevantes para el interés nacional mexicano con la autonomía y seguridad que su investidura demanda.

El mensaje que envía el Presidente de México al mundo es claro: no le interesa y el mundo, en consecuencia, le responde con la misma moneda. Ante ello cabe preguntar si es necesario que López Obrador salga del país. Y más importante: ¿qué sucederá si no lo hace? ¿Es parte de una estrategia? ¿Cambiará su sentir respecto a los asuntos internacionales más adelante? ¿O México se transformará en una isla a merced de los designios de Trump? Mientras López Obrador no se presente ante la sociedad internacional, Estados Unidos podría quedarse con la idea de que un México aislado es fácilmente manipulable y obsequioso.

Manuel Velasquez/Getty Images

Evidentemente hay mucho por hacer y, dejando de lado el tema de los no viajes internacionales del señor Presidente, para encarar el desafío de Trump, parecería urgente tomar una serie de medidas que ayudarían a enderezar el barco. Aquí las propuestas.

1. Es urgente convocar a una cumbre con los países centroamericanos, en especial a los que pertenecen al Triángulo del Norte (Guatemala, El Salvador, Honduras) a la que deberían concurrir sus mandatarios a efecto de orquestar un plan integral para enfrentar la crisis migratoria. El Presidente de México ha insistido en la importancia de gestionar programas de desarrollo económico en la zona, a efecto de contribuir a mejorar las condiciones de vida de los habitantes centroamericanos. La idea no está nada mal, pero hay que recordar que sobre México pende una espada de Damocles de 45 días (bueno, ya son menos) y que, si a juicio de Donald Trump no se han producido los resultados deseados en ese lapso, se procederá a imponer aranceles a las exportaciones mexicanas. Si bien sobre la legalidad de esta medida haré un análisis posterior, hay que gestiones compromisos de inmediato con los gobiernos centroamericanos para mitigar la crisis y en donde cada quien asuma la parte de responsabilidad que le corresponde: no todo es tarea de México. Ello no cancela la posibilidad de seguir adelante con el plan para invertir en Centroamérica y favorecer una mejoría en las condiciones de vida de sus habitantes.

2. Es urgente igualmente, convocar a una cumbre México-EEUU sobre temas migratorios. Es muy importante llevar el asunto migratorio a la pista que tenía, esto es, sin mezclarlo con temas arancelarios, comerciales u otros. En el acuerdo suscrito recientemente por ambos países, se entiende que los costos de la contención migratoria que impuso Trump al país, serán asumidos en su totalidad por México. Esto no es deseable, toda vez que la economía nacional está a punto de entrar en recesión y la carga económica de atender a miles de migrantes (Ebrard dice que 10 mil, Batres alega que son 50 mil), será onerosa. Hay también importantes costos indirectos que vale la pena considerar. Emplazar a efectivos de la guardia nacional para llevar a cabo tareas de policía migratoria, los distrae de la razón fundamental de su creación y existencia: el combate de la delincuencia organizada. Ésta, por cierto, está desatada y requiere la máxima atención de parte de las autoridades nacionales, por lo que distraer a la guardia nacional con tareas migratorias no es lo más prudente. Aquí México tendrá que ser muy claro con EEUU: si sigue empeorando la seguridad aquí, muy pronto ello impactará negativamente en la seguridad nacional estadunidense. Por lo tanto, Washington deberá proveer recursos financieros para que México atienda las solicitudes migratorias de personas que pretenden ingresar a la Unión Americana pero que serán procesadas en territorio nacional.

3. Es deseable que México convoque a un encuentro internacional sobre el presente y futuro de la migración al que igualmente se podría invitar a líderes de países desarrollados, al Secretario General de Naciones Unidas, Antonio Guterres -experto en asuntos migratorios- a la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), al Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), al Organismo Internacional para las Migraciones (OIM), al Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y a los titulares del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional (FMI), entre muchos otros. La cumbre podría celebrarse en territorio nacional, si es que el Presidente insiste en no salir del país y podría reposicionar a México en el centro del debate sobre el presente y el futuro de la migración a escala planetaria. No se olvide que, en varias partes del mundo se observan problemas migratorios similares, con las naciones desarrolladas cerrando sus fronteras y gestionando que terceros países alberguen a quienes ellos no quieren recibir -como hace Australia con los flujos migratorios que llegan, entre otras partes de Medio Oriente y que remite a otros países del Pacífico Sur; o como hace la Unión Europea con Turquía para que albergue a iraquíes y sirios en su territorio. En los dos ejemplos citados, sin embargo, tanto Australia como la Unión Europea entregan apoyos económicos a quienes reciben a los migrantes que ellos no quieren tener en sus países. Sería muy valioso también escuchar de Turquía y de las ínsulas del Pacífico Sur sus experiencias como “tercer país seguro.”

FOTO: ISABEL MATEOS /CUARTOSCURO.COM

4. Esta crisis ha catapultado al canciller Marcelo Ebrard al estrellado, que es donde quería estar. Hace algunas semanas estaba presentando su renuncia al cargo, seguramente frustrado porque ser Secretario de Relaciones Exteriores de un gobierno al que la política exterior no le interesa, prácticamente lo reducía a la categoría de “canciller florero”, como lo expresaron diversos medios y analistas políticos en su momento. Ahora su figura se erige en la del negociador que salvó a México de los aranceles de Trump -no es verdad, pero así aparece ante muchos- para disgusto de otros miembros del gabinete de López Obrador quienes están visiblemente molestos. Las fricciones con la Secretaria de Gobernación respecto a quién decide y gestiona la política migratoria, son visibles. En este sentido es importante el manotazo en la mesa de parte del señor Presidente para poner orden y recordarle a su gabinete que debe trabajar por el bien de México, dejando de lado el protagonismo personal. Ebrard es un político experimentado, casado con la ex embajadora hondureña en México Rosalinda Bueso, quien seguramente puede proveerle ideas y sugerencias en torno a la crisis migratoria actual, desde la óptica de un país centroamericano con el que están creciendo las fricciones como lo es Honduras. Sin embargo, es importante que el gabinete presidencial trabaje de manera coordinada y ordenada, evitando protagonismos innecesarios que pueden ser contraproducentes para el interés nacional.

5. Finalmente hay que ser cuidados en torno a lo que se negocia y por qué. El sábado pasado, en el famoso mitin de Tijuana, Porfirio Muñóz Ledo evocaba los acuerdos de Bucareli y la secrecía de sus disposiciones. Más tarde, Donald Trump hizo saber que había cláusulas secretas en el acuerdo alcanzado el viernes 7 de junio, en particular, en materia de compras de México a productos agropecuarios estadunidenses -presumiblemente granos básicos. Si bien una y otra vez las autoridades nacionales han negado que existan cláusulas secretas -una especie de Bucareli 2-, Trump ha reiterado que sí existen y ha hablado ante los medios, con el acuerdo en mano, señalando que “México tendrá que hacer cosas que nunca antes había hecho.” Pueden ser bravatas de Trump. Pero es posible que haya algo secreto y es importante tomar en cuenta lo siguiente. A Trump le bastó invocar posibles sanciones arancelarias mediante la International Emergency Economic Powers Act. Es decir, ni siquiera tuvo que poner la sanción en marcha. El acta de referencia, sin embargo, no prevé el empleo específico de aranceles para castigar a otros países o gobiernos y en realidad, tiene una historia desvinculada de los temas migratorios. Quizá esto debió haber sido ponderado por las autoridades nacionales. Pero el punto es: bastó una amenaza, cuya factibilidad es endeble, para que México doblara las manos. Hoy es la migración. ¿Qué pasará cuando México tenga diferencias con la administración Trump en torno a algún otro tema de la agenda bilateral, regional o internacional? ¿Sucumbirá ante la amenaza de sanciones? ¿Cederá el control de sus políticas migratoria, de seguridad y comercial a Estados Unidos? Esta “tregua” de 45 días -insisto, ya son menos- debe servir para hacer una profunda revisión de la relación bilateral y para que México diseñe estrategias para lidiar con la posible reelección de Trump, porque si así ocurre, este intransigente personaje estará en el poder el mismo tiempo que la presidencia de López Obrador. Será un infierno para México. O no. Todo depende de cómo juega el país sus cartas, siendo la más importante que la seguridad y la prosperidad de Estados Unidos, pasan por México.

También te puede interesar