jueves 25 abril 2024

Más allá de “la verdad histórica”

por Alejandro Colina
Etcétera

Tras el trauma que significó la llamada “guerra de Calderón”, ¿el gobierno federal resolvió pactar con el narco? Digo, ¿con algunos narcos? ¿O al menos tolerar sus actividades? ¿Hacerse de la vista gorda? ¿Con los narcos que alguno o algunos funcionarios imaginaron que podían garantizar la estabilidad en “su” territorio? Son preguntas y, en tanto, sospechas. Y me da por preguntar y sospechar porque ante la falta de certezas no me queda, de pronto, otra cosa que hacer al respecto. ¿La PGR, el Ejército, la Marina, la procuraduría local, el gobernador, el Cisen, la Secretaría de Gobernación, la Comisión Nacional de Seguridad ignoraban que existía la ruta comercial Iguala-Chicago? O con mayor precisión: ¿que los Abarca formaban parte del cuerpo administrativo de esa ruta? Parece inverosímil. Lo cierto es que imaginaron que era mejor no desarticularla, que hacerlo. No actuaron. Igual que la noche de la matanza de los 43. Nadie, en México, ignora que los narcos defienden sus territorios con ríos de sangre, a través de ejercicios de crueldad sin límite. La pregunta clave es: ¿quiénes, dentro de todas esas instituciones, toleraban –probablemente a cambio de algunas ganancias- que el grupo de narcos que llegó esa noche a defender lo “suyo”, actuaba en defensa de su territorio? Es importante saberlo porque cabe sospechar que esa noche no actuaron como parte de alguna estrategia tolerancia.

El informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos propició que se abrieran de nuevo las investigaciones. Más allá de la caída de la célebre “verdad histórica”, se impone descubrir si existe una estrategia de tolerancia, cómo esa estrategia pudo brindar las condiciones para que aquella noche de terror tuviera lugar y quiénes decidieron que se tolerara que la matanza se verificara mientras se verificó.

Entiendo que muchos juzgan conveniente, quizá inevitable, la estrategia de cierta tolerancia al narco. Al parecer donde no hay tolerancia, hay guerra cruenta, sin cuartel, con miles de bajas y atrocidades. Pero Ayotzinapa comprueba que esa guerra, esas muertes y esas atrocidades también se presentan donde hay tolerancia. ¿Acaso estamos condenados a elegir entre esos dos escenarios sangrientos? Muchos pensamos que la legalización de la marihuana abriría una tercera vía. No es la panacea, pero en algo ayudaría. Lo cierto, sin embargo, es que el Estado no puede permitir que el narco feudalice algunos de sus territorios. Y que la madeja de Ayotzinapa sigue enredada. Murillo Karam adujo que el Ejército y la Policía Federal no intervinieron en el momento de la masacre, a pesar de los informes que recibieron de los hechos, para evitar una tragedia mayor. Dejaron a los sicarios y los policías municipales actuar por la libre. Ante la falta de mayores datos en ese momento, el Ejército y los policías federales se hubieran puesto del lado de los uniformados. Y la cosa entonces sí hubiera resultado grave. Pero resultó grave. Gravísima. Ahora debemos preguntarnos si en realidad se abstuvieron de actuar por atenerse a una estrategia de tolerancia, por respetar un territorio previamente dejado bajo “la protección” de los criminales y las policías a su servicio. Y debemos saberlo pronto.

 

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