viernes 19 abril 2024

El 8 de marzo y la sociedad diversa

por Marco Levario Turcott

8 de marzo

1. Buena parte de la sociedad ignora la fecha y su actividad es como la de un día cualquiera, le ocupa el trajín cotidiano del trabajo o cualquier otro tema.

2. Otro sector importante festeja, como el latinoamericano promedio que halla en cada situación motivo de fiesta y disfruta como si fuera Día de la Madre, el Padre o el Niño.

3. Unas franjas sociales –digamos, aquellas que ostentan tener mayor conciencia según éstas mismas– promueven y a veces exigen que no felicitemos a las mujeres, no seamos frívolos, sino que nos paremos a luchar con ellas (porque estamos sentados sin hacer nada, porque hagamos lo que hagamos tenemos que dejar de hacerlo para luchar ese día a su lado o por cualquier otra consideración, el caso es pararse a luchar con ellas).

4. Hay circuitos más encendidos, claro. Les duele México, vale decir, la inconsciencia de quienes ignoran la fecha, la festejan con baile o flores y chocolates o nada más ese día luchan, esos circuitos advierten que no hay nada qué festejar porque el sometimiento de las mujeres es una moneda corriente en el país.

5. Existen esferas dentro del feminismo más recalcitrante que, al verificar que hay hombres que coinciden con ellas les llaman hipócritas, impostores y oportunistas, incluso en reductos más extremos se señala que el hombre en sí mismo es macho por lo que sólo puede construirse una mejor sociedad sin ellos, es decir, para ellas los hombres no deben pararse y luchar con ellas porque estos son sus enemigos irreconciliables.

Foto/Cecilia Rodarte

6. Nunca faltan, al contrario, aquellos hombres que buscan empatía frente al aluvión feminista y si sutanita dice que es un día de lucha es un día de lucha, si fulanita proclama que se debe visibilizar la opresión milenaria entonces hay que visibilizarla, además de poner @ o X para diluir esas diferencias desde el lenguaje. Esos hombres son los “caime bien” del movimiento y siempre están de lado políticamente correcto por lo que jamás cuestionan, ni con el pétalo de un comentario, nada de lo que provenga del bando bueno (¿buena, habría que decir?).

7. Claro, nunca faltan los listillos de la clase que ríen del “tren del mame” (así se suben ellos mismos) y que ponen en el mismo saco a las mujeres que buscan dejar registro de la enorme iniquidad de género con aquellas groseras portavoces del odio y la aniquilación del otro, que se autonombran feministas; y no, no son lo mismo. Esos listillos no están dispuestos a ceder ni un sólo instante a las pretensiones reales, realistas y posibles para enfrentar las grandes vejaciones que contra las mujeres y de distinto modo, ocurren en nuestro país.

8. Entre esos listillos también hay un foco rojo, encendido. Y ríen orgullosos de ellos con varias gracejadas misóginas, llenas de frases e imágenes que, en efecto, denigran a las mujeres.

Esa es parte de la pluralidad mexicana. A mí no se me irá el día con ese tema, ni soy de los que pontifican para decir lo que deben hacer los demás –como si estuviera por encima de ellos o me sintiera cura– y prefiero que el tema de la mujer sea recurrente en el trajín cotidiano. También veo con gusto a quien recibe flores por eso o a quienes promueven mayor atención a la salud de ellas, o a quienes reciben piropos con gusto y quienes así los lanzan, con respeto y sensibilidad. Me entusiasma la exigencia de justicia, la efemérides histórica y, en general, las pretensiones por lograr un entorno de equidad. Como siempre, desprecio los extremos.

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